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Jamie

En cuanto Eugene entra corriendo para enseñarle a su padre todo lo que hemos hecho hoy en clase, el mastodonte de mi perro sale al trote por el pasillo. Baja de golpe la velocidad para saludar a Eugene, casi como si supiese que podría volcarlo si lo golpease sin querer. Después llega a mi lado y lo saludo como si llevase días sin verlo. Me cambio en cosa de un par de minutos en el cuarto de Cam. No he vuelto a ver a Duncan a pesar de su disculpa y, si aun así no me lo saco de la cabeza, no quiero imaginar lo que pueda pasar si volviéramos a vernos. Desde luego que lo perdono, pero las cosas están mejor con distancia de por medio.

—James, Emma quiere que te pases a saludar y cojas algo —escucho que me dice Alan cuando estoy a punto de cerrar la puerta.

Emma me recibe preparando rollitos de canela.

—Verte trabajar siempre me ha parecido de lo más relajante.

—¡Anda ya! Si tienes tú más mano que yo con todo esto. Te has hecho maestro porque quieres, pero si cambias de parecer estaría encantada de cederte los mandiles y jubilarme.

Suspiro profundamente sabiendo que Emma no se jubilará jamás y cojo el saquito de tela que me tiende. No tardo en aflojar el nudo y meter la nariz en el interior.

—Rosquilletas de chocolate y galletas de nueces —me dice.

Estoy inhalando los matices dulces del cacao, el aroma suave de la harina tostada y el toque de los frutos secos. Me inclino sobre el mostrador y mientras Emma recibe mi abrazo con gusto, Hook prueba suerte clavando el morro contra la bolsa de tela.

—No tardéis, que todavía anochece temprano.

Abandono el establecimiento y cruzo la calle principal para buscar el camino hacia el lago. Tenemos una buena ruta y no solemos desviarnos. Saber exactamente qué camino seguiremos me da una tranquilidad especial porque puedo dejar la mente en blanco y seguir por inercia. Con las vacaciones y todos los cambios había dejado de lado mi rutina de salir a correr y ahora es justo lo que necesito: dejar la mente en blanco y no pensar en un tipo que no me conviene, en una vida que me pesa y en el hecho de que tarde o temprano algo se desmoronará. Correr me ayuda a silenciar todo eso.

Arranco un poco al trote para calentar los músculos cuando Darcy se acerca hacia mí con el gesto turbado. Hook lo nota porque en lugar de correr a saludar, decide clavarse en el sitio con la cabeza firme.

Dejo de moverme y Darcy me dirige hacia un lateral.

—¿Qué pasa, Darcy? Me estás poniendo nervioso. —Una idea me cruza la mente y me tenso de pensarlo—, ¿ha pasado algo con los arreglos en el ayuntamiento?, ¿Duncan está bien?

Parece que la mención de Duncan lo descompone y se frota la nuca. Si antes estaba nervioso, ahora comienzo a ponerme histérico. Lo tomo de los hombros y lo obligo a mirarme.

—Suéltalo de una vez. ¿Qué ha ocurrido?

—¿Sabes si el forastero cogió el otro día la camioneta de mi hermano?

Hay una disonancia inmensa entre lo que me está preguntando y la cara lívida que trae.

—Pues me encantaría poder ayudar, Darcy, pero Duncan y yo ya no convivimos. De hecho estaré en casa de Emma mientras se queda por aquí, así que no sé lo que hace. ¿Por qué?, ¿ocurre algo con la camioneta?

Cuanto más hablo, más nervioso parece él y más nervioso me pone a mí, lo que provoca que Hook se altere y se mueva entre nosotros. Darcy se quita la boina y la manosea con insistencia.

Anochece en Blue RibbonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora