CAPÍTULO SIETE

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H E A T H E R

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H E A T H E R

La alarma de mi habitación seguía sonando, pero como mi sueño me venció no me quise molestar en apagarla. Aunque pensándolo bien, mejor si lo hago. Cómo pude me levanté y la apagué. Mire la hora en mi teléfono y eran las: 6:33 AM. No estaba tan tarde pero tampoco tan temprano para ir al trabajo. Pero me era imposible levantarme más temprano, porque ayer me acosté tarde pensando en la caminata que habíamos tenido Ayres y yo hasta mi casa. No me había divertido tanto desde hace tiempo, como la había hecho con Ayres, anoche.

Para no seguir luchando en despertarme completamente, hice el esfuerzo y me pare de la cama para ir al baño a ducharme. Mientras me duchaba, el timbre de mi departamento sonó. Frustada detuve mi baño, como pude me vestí rápido y salí a ver quién era. Cuando abrí la puerta, ví a la persona que no quería ver.

Jason.

-Annaelise, ya han pasado tres meses y aún no me has pagado la renta. ¿Cómo vamos hacer? -mi queridísimo amigo-notese el sarcasmo- Jason, me había hecho el día mal, cuando mencionó lo de la renta. Jason me daba miedo a la vez, porque era un señor muy alto de cuarenta o cincuenta años. Me daba miedo era su altura nada más.

-Jason, te voy a pagar. -él se encogió de hombros.

-¿Cuando, Annaelise?

-Cuando tenga la plata, obviamente. -lo fulmine con la mirada.

-Nada más te voy a dar una semana, Annaelise.

-Heather.

-Ya te lo dije. -Y con eso se fué por dónde vino. Yo cerré la puerta frustada. Si o si tenía que conseguir ese dinero.

Suspiré y guarde todas las cosas que necesitaba llevar al trabajo, y me fuí. Gracias a Dios que ya estaba vestida.

***

-Y ahora, ¿Que vas hacer, Heather? -Wendy, mi amiga, me preguntó preocupada. Si así estaría ella, imaginense yo.

-No lo se, Wendy. Pero, lo que si se, es que tengo que conseguir ese dinero antes del viernes.

-Si quieres yo te puedo prestar unos ahorros que tengo -ofrecio con todo el gusto pero yo negué con la cabeza.

-No te preocupes, yo iré a ver qué hago -ella suspiró.

-Claro, pero si en serio lo necesitas, me avisas, ¿Okey? -yo asentí y le sonreí.

-Esta bien.

Luego de eso las dos volvimos a nuestros trabajos, porque si no, nuestra jefa nos iba a llamar la atención. Estaba atendiendo a una chica, que estaba histérica pero ya teniendo yo tiempo en este lugar, de saber sobrellevar a clientes así.

-¿Café o malteada?

-Malteada... O no, mejor no, café es mejor -yo asentí e iba anotarlo en la caja registradora, pero ella se retractó-. No, mejor no. Prefiero las dos cosas, con una dona y unos bizcochos con azúcar -me dió una sonrisa y volvió a ver si teléfono.

La chica del Café © [#1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora