Decisiones

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Poseidón dejó al espadachin en aquella habitación.

Los humanos no tardarían en llegar así que se marcharía después de dejar todo en orden.

El artefacto divino parpadeaba sutilmente. Era cuestión de tiempo para que dejara de funcionar. Pero esta vez, no lastimaría al humano y le devolvería su esencia.

Antes de irse, contempló al humano descansar,

-"ya tendré el momento adecuado para enfrentarte por última vez" - pensó para si mismo.

Rápidamente así como llegó, el dios de los mares despareció.

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En ese mismo instante, Nikola Tesla había ingresado a la mansión. Encontró a Eva y algunas valkirias conversando entre sí.

Ellas al verlo salieron a su encuentro.

La madre de la humanidad lo abrazó con todas su fuerzas, instantáneamente revisó el cuerpo de su hijo. Temía que estuviera herido en alguna parte, temía que estuviera sufriendo o lago aún peor.

Tesla, por el contrario, trataba de calmarla aunque buscaba con la mirada al resto de sus hermanos. Pudo darse cuenta que solo estaban ellas presentes en la mansión.

-¿Dónde están los demás? No tenemos tiempo.... Debemos salvarlos... los dioses los matarán - habló el científico sosteniendo a su madre.

Su Valkiria se acercó rápidamente.

-El emperador y el padre de la humanidad fueron a ver a los dioses. Están con Brunilda, también.

-Alguien debe avisarles. Los dioses están planeando un sacrificio, yo sé dónde están deben ir hacia la cabaña en el límite oeste del Valahalla - dijo acercándose hacia la salida.

Al abrir la puerta, escuchó el ruido de una explosión. Buscó su origen y lo vió en la dirección de la cabaña.

La noche estrellada se había teñido de un leve color escarlata que iba extendiéndose por todo el claro y el cielo.

-No puede ser .... - susurró el científico- no... - Nikola no podía reaccionar. Se quedó paralizado en la entrada. Sus hermanos, incluso Seth estaban en peligro.

-¿Qué fue eso, Nikola? - dijo Eva acercándose a su lado asustada junto con las demás valkirias.

Fue allí cuando lo vieron.

Las guerreras lo reconocieron al instante. Era una explosión de esencia divina, seguramente por un ritual. Eso significaba que los dioses estaban llevando a cabo uno.

-Esa explosión... no es posible. Se supone que estaba prohibido- dijo Hölk furiosa.

-Debemos irnos, buscaré a los demás - dijo Hrist en su versión estruendosa. Desde que secuestraron a los Einherjar ambas habían permanecido en la mansión.

El resto de las semidiosas siguieron su ejemplo. Cada una fue a buscar a los Einherjars y sus aliados.

Algunas llegaron al parteón nórdico e hindú en busca de Lu-Bu y su ejército, de Raiden y Trud.

Otras buscaron a los aliados tanto humanos como dioses. Los guerreros atenienses y espartanos. También a Kondō y los Shinshegumi. Llegaron hasta los límites del Inframundo para reunirse con las deidades infernales.

A cada paso que daban sentían sus temores  aumentar.

Sabían que cualquier demora era un paso más cerca de la muerte de alguno de los humanos.

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Por otra parte, unos momentos antes de aquella explosión los dioses se habían reunido nuevamente.

-Les dije que no debíamos esperar. Ellos no vendrán - dijo Loki que sobrevolaba la habitación - seguramente nos han traicionado y estamos dando el tiempo necesario para que lleguen los Einherjars.

-No sabía que les temías, Loki - dijo Susanoo no Mikoto. Estaba recargado en una pared junto al dios nórdico - aunque tienes razón. Seth y Poseidón no están aquí. No debemos perder más tiempo

-Iniciaremos el ritual - sentenció Tsukuyomi - cada uno debe ir donde están los humanos. Recuerden que solo podemos hacerlo una vez, si algo falla la esencia se perderá para siempre y no podremos recuperarla aunque tengamos el cuerpo - comentó mirando a todos los presentes.

-Está bien, solo debemos recitar el conjuro que encontraste y colocar nuestras manos sobre el pecho del mortal. Todo saldrá bien, Tsukuyomi - dijo Loki alejándose de los demás.

Los últimos en salir que aún permanecían en sus lugares eran Baldr y Apolo.

El dios de la artes acariciaba con un cariño inesperado la mascota de aquel mortal. Desde que se hizo cargo de Carelia, le había tomado afecto. Debía reconocer que el humano había hecho un excelente trabajo con su crianza.

Eso fue el detonante para que Apolo decidiera conocer más sobre el humano Simo Haïya. Conocer su origen, su historia. Gracias a su poder divino, pudo encontrar fácilmente lo que buscaba.
Y todo lo que descubría, solo acrecentaba su admiración. Era un humano formidable.

Sin darse cuenta, el dios empezó a sentir el deseo de dejarlo vivir. Podría matar a otro humano en su lugar y dejarlo en libertad. No le interesaba en lo más mínimo el poder o la destrucción.
Solo la belleza tan efímera y desesperada de los mortales frente a la muerte o la vida.

Simo Haïya era digno de ser salvado. Ahora entendía los pensamientos contradictorios que habitaban en la mente del tirano de los mares, su tío Poseidón.

-Los humanos son innecesariamente complicados - dijo en voz baja para luego retirarse de la sala
No le llevó mucho llegar hasta la habitación del francotirador.

Después de entrar, bajó a Carelia al suelo.
El animal rápidamente se acercó a su amo. Lo olfateaba y luego lamía con cariño las manos del mortal.

Apolo solo veía la escena.
Sin percatarse, unos destellos de luz empezaron a manifestarse  a su alrededor hasta lograr dominar su mente.

Él sabía cuál era la causa. Estaba teniendo una profecía.

Similar a un sueño, cerró sus ojos para contemplar mejor la visión.

Se encontraba en el exterior. Era una zona cubierta de nieve. Pudo reconocer el lugar que se encontraba, no era más que aquel bosque donde había hallado al humano. Escuchó unos pasos, giró su rostro para verse a sí mismo junto al francotirador y a Carelia.

Estaban hablando pacíficamente aunque ambos estaban portando sus armas.
Arco y flecha, al parecer estaba ensañando a usarlo.

Esa imagen le pareció inesperadamente agradable.

-"Veo que hay un ligero cambio en mis planes. Supongo que tendré que llevarlo a cabo" - pensó el dios griego para abrir sus ojos.

Una noche (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora