Convicción

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-Realmente esto es insoportable - se dijo aún inmerso en aquella oscuridad.

Había gritado...
Había corrido quien sabe por cuántas horas en una carrera interminable e invisible.

Estaba perdiendo fuerzas y su cordura iba en el mismo sentido.

-¿Cómo puedo salir de aquí? - decía  mientras se rascaba la cabeza - Debe haber alguna manera de salir de este mundo - pensó mirando hacia todas direcciones.

No era experto en este tipo de habilidades, su punto fuerte era su poderosa convicción.

-Ni siquiera puedo sentirme humano, es como si estuviera muerto... este lugar realmente es sorprendente

-Es bueno que aún sigas vivo, humano - expresó una voz

Leónidas buscó con fatiga a su alrededor. Reconocía aquella voz, sabía que el dios estaba cerca de él.

-Yo me encargaré de acabar con tu tortura - agregó la voz masculina

Eso fue suficiente para darle una idea sobre dónde se encontraba su rival. Creyó que estaba delante de él y lo bastante cerca para atacarlo.

-Si quieres luchar conmigo, hazlo. No te contengas- dijo desafiante el humano.

En ese instante, el lugar comenzó a iluminarse. Entre tinieblas y rastros de agua, la figura del Dios Susanoo no Mikoto lo miraba con atención.

Aunque tenían la misma estatura, el cansancio había encorvado la postura del rey espartano.

Ese detalle no había pasado desapercibido por el dios.

-Asi que... ¿Quieres matarme o vas a secuestrarme otra vez, dios? - expresó en un bufido - ¿no deberías decidirte?

Susanoo río por lo bajo. Entre sus manos materializó su katana. Este juego solo era un preámbulo que el dios obstinadamente había deseado mantener.

En un principio  quería acabar y tomar la esencia del samurái Sasaki Kojiro pero, en cuanto el tirano de los mares se interpuso, tuvo que ceder. No quería delatarse ante los demás. De alguna manera, se cobraría la ofensa que Poseídon le había hecho.

De los humanos que quedaban el rey espartano le pareció la mejor opción.

Nunca hubiera imaginado que su decisión sería la acertada. Tsukuyomi se lo había dicho, debía ser alguien compatible.

En cierta manera eso le intrigaba.

¿Qué tenían de compatible dos seres de naturalezas diferentes e incluso de culturas opuestas?

-Leonidas, rey de Esparta. Seré el último oponente en tu vida - dijo extendiendo su espada señalando al humano

El mortal bufó sintiendo una puntada en su pecho. No le temía pero su cuerpo se sentía demasiado débil.

-No me vencerás de nuevo, escoria - dijo acercándose rápidamente y atacando al dios con su propio puño.

Susanoo pudo ver el movimiento de su oponente pero por algún motivo su reacción se había ralentizado.

El mortal había podido golpearlo.

-Ahora, sentirás mí fuerza de verdad - expresó el humano con confianza y dejando ver una leve sonrisa ante su rival.

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Mientras tanto en la Mansión del Edén, un dios descansaba en una habitación humana.

No estaba solo.

Un Einherjar había permanecido a su lado sin demora desde que fue rescatado por el emperador. Lo llevaron a la residencia humana  para atender su heridas y ser vigilado por las mismas valkirias.

Pese a la insistencia de las guerreras, el humano se mantuvo firme y se negó a salir.

Nikola Tesla era una persona inteligente.
El dios egipcio le había confesado el plan de los dioses y había participado en él.
Sabía que tarde o temprano, sería castigado de alguna manera.

Debía estar molesto por el ritual, por el secuestro e incluso por la explosión.

Belzebub se lo había dicho. El recuerdo apareció en su mente de nuevo.

-Debes alejarte de él. Intentó matarlos a todos. Tu ingenuidad no te deja ver lo que está pasando.

-Él me salvó. Solo eso me importa- respondió  con sinceridad mirando  hacia el señor de las moscas.

Estaban afuera en el pasillo que conducía a las habitaciones de los einherjar.

-Una vez que sus heridas hayan sanado, estoy convencido que irá a ver a Zeus y a los demás - dijo confiado el científico manteniendo la mirada en los ojos azabaches que lo contemplaban con cierta preocupación.

-Nikola, no quiero que te lastime otra vez - confesó  con cierta impaciencia el demonio - Por favor, debes alejarte de él.

-No lo haré, Belzebub. No me hará daño, y lo h demostrado. Creo en él, yo soy la prueba viviente de que ha cambiado de opinión.

-Yo no quiero que estés cerca de él - gritó con impaciencia - No lo entiendes Nikola, odio verte preocupado por él.

-Belzebub, por qué... ¿Por qué te molesta tanto? - comentó acercándose al inmortal.

Belzebub apartó la mirada.

-Porque puedo ver que te importa demasiado...

-Si, me importa. Yo quiero ... - el humano giró su rostro hacia la entrada de la habitación - Yo quiero seguir con él

El inmortal se quedó sin aliento.
El humano sin siquiera ser consciente de sus acciones había probado su interés por el dios.

En cierta manera, le dolía.

-Está bien. Si es lo que deseas hazlo. Yo debo irme - dijo alejándose del humano.

Nikola suspiró. No sabía por qué Belzeebub se había enojado con él. Seguramente pronto podría verlo y aclarar todo.

El científico decido abrir la ventana.

El aire fresco de la mañana había desordenado un poco su cabello. Era relajante sentir de nuevo la naturaleza a su alrededor.

-Nikola ... - lo llamó el dios recostado en aquella cama.

-Seth - dijo al mismo tiempo que se acercaba al inmortal.
El egipcio había abierto sus ojos y trataba de levantarse

-Tranquilo, estás herido y debes descansar. Las valkirias lo dijeron - comentó mientras colocaba sus manos en los hombros del dios.

Seth miró incrédulo al humano. Miles de preguntas lo mantenían en vilo.

¿Cómo, demonios, había llegado a ese lugar?, ¿Qué había sucedido con el resto de los humanos?, ¿Habían logrado atrapar a los dioses japoneses? Y la pregunta más importante ¿por qué Nikola estaba ahí con él?

-Estoy bien, puedes soltarme - dijo con gravedad.

El científico alejó sus manos con cierta tristeza.

Seth pudo notarlo. Este humano era tan fácil de leer algunas veces que no podía evitar sentirse intrigado.

-Supongo que quieres descansar así que me iré ya no es necesario que esté aquí - dijo el científico con ademán de levantarse de la cama.

Seth lo había notado antes, sabía que algo estaba provocando el einherjar. Era una de las razones  por las que había planeado la explosión. Pero, la posibilidad de que su propia mente le estuviera engañando era tan alta que no quiso arriesgarse.

-Gracias, Nikola - logró decir antes que el humano saliera de la habitación.

El mortal cerró la puerta detrás de él.
Se recostó en aquella pared.

-¿Qué está pasando conmigo? - se cuestionó a sí mismo tratando de respirar con tranquilidad.


Una noche (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora