Nieve

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En las afueras del Edén, un dios vigilaba a cierto francotirador.

Todos los días, a la misma hora Simo entrenaba al aire libre. Estaba acostumbrado a las dificultades climáticas y le era extraño hacerlo en otro lugar.
Específicamente entrenaba en el bosque artificial que las valkirias crearon para ellos. Casi no tenía diferencias con el mundo mortal.

Apolo veía cada uno de sus movimientos.
A la distancia, el dios prestaba atención a su respiración, la mirada fija en aquellos blancos ubicados en el bosque. Sus deseos deslizándose por el gatillo de aquella arma fabricada por Hefesto.
Debía admitir que las creaciones de su medio hermanos eras sumamente bellas e incomparables a otras.

Gran parte era de color negro pero tenía detalles con dorado que la volvían un tesoro más que un arma. La capacidad de ver a través de la luz, le permitía divisar sin problemas la estructura de aquella arma.
La pistola en sí, se camuflaba con la nieve del lugar. Incluso con las propias manos del mortal.

Dirigió sus ojos otra vez al rostro del humano. Esos ojos café habían visto la crueldad y la muerte de los humanos durante la guerra. Aún así, consiguió dominarse a si mismo y que sus experiencias no lo controlarán a él.

Le recordó a su oráculo:

"Conócete a ti mismo" decía la inscripción en la entrada de su templo. El famoso oráculo de Delfos.

Apolo pensó en si mismo. Nunca fallaba. Los dioses son certeros. No tienen comparación.

-Oye, estás aquí - dijo de pronto el humano.

El dios del sol observó como un animal se acercaba al mortal y este disfrutaba de sus caricias.

-ya...ya... Carelia.... - expresó alegre y tan amable que el dios pensó que era imposible que sea el mismo humano que había luchado en el Ragnarok.

-"Un soldado de guerra no puede hablar así"- pensó.

En ese instante, el francotirador reunió sus herramientas. Llamó a Carelia y juntos comenzaron a regresar.

Apolo se acercó a los blancos que el humano había dejado detrás de él.

-"no solo no falló ninguno. Les dió más de una vez"- ahora era él quien sonreía.

Esperó un poco de tiempo para seguir sus pasos. Más adelante había una especie de colina donde fácilmente podría emboscarlo.

Simo Haïya avanzaba seguido del animal.
Ya estaba anocheciendo, las estrellas se veían tan hermosas como en sus recuerdos.

Al llegar a la colina, le ordenó a Carelia que avanzara delante de él. No había mucho espacio para que ambos cruzaran.

Mientras recorría mitad del camino, un ruido lo sorprendió.
Rocas pequeñas empezaron a deslizarse hacia él.

-"maldita sea. Una avalancha"- tomó a Carelia entre sus brazos y corrió lo más rápido que pudo hacia la salida. Si lo hacía de esa forma quizás llegaría a tiempo.

Pero no lo consiguió.

La nieve llegó en poco tiempo, solo pudo cubrir a Carelia para que no recibiera el golpe. Quería protegerla aunque sea un poco.

El dios de sol miraba las acciones del francotirador con una sonrisa.

-"es inútil proteger a ese animal"- lentamente llegó hasta el humano. La nieve aunque no era una cantidad excesiva debía pesar un cuarto de tonelada. Además de que las víctimas debían rescatarse antes de una hora. A medida que avanzaba el tiempo, las posibilidades de sobrevivir disminuían.

Apolo no tenía ninguna intención de matar a su humano.

Al llegar, rápidamente pudo encontrar al perro y al mortal, ambos estaban inconscientes.

Cargó al mortal entre sus brazos, al parecer solo tenía un brazo roto pero lo que más llamó su atención era su rostro. Debido a la fuerza de la avalancha, su masacra se había desgarrado y perdido parte de ella.

Era la primera vez que lo veía sin ella. Su deformidad no le incomodó. Le pareció que tenía cierta belleza de guerra. Era la prueba de su pasado.

Lo cubrió con parte de vestimenta y se dirigió hacia la salida.

-Pronto llegaremos a tu destino, francotirador - dijo serenamente el dios.

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Una noche (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora