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Sasaki Kojiro se encontraba en el suelo luego de recibir un golpe en su espalda.

No estaba herido pero había sido un golpe que no pudo evitar.

El dios que estaba a sus espaldas sonrió ante la patética imagen.

Ese samurái al fin estaba cumpliendo su rol inferior.

¿Cuántas veces el dios había intentado matarlo después de la pelea?
Hace tiempo que Sasaki se había rendido en contar. Pensó que tarde o temprano, el tirano de los mares se rendiría y todo acabaría de una buena vez.
Nunca lo buscó. Solo se defendía de sus ataques.

Hoy, sin embargo, el dios tenía una fuerza que era superior.

Como pudo se levantó del suelo. El entrenamiento lo había agotado y solo quería regresar a la mansión. Quizás se bañaría en las aguas termales.

-Mocoso- lo llamó con tono relajado. A Kojiro no le importaba el golpe. Estaba acostumbrado a ser atacado por Poseidón - admiro tu terquedad pero ¿no te parece suficiente?- expresó mirando con total calma los ojos del dios.

Por su parte el inmortal, estaba conteniendo sus ansias más poderosas de matarlo.
Después de los sacrificios había corroborado que su poder había desarrollado sus habilidades. Era la oportunidad perfecta para destruir al samurái.

Sin embargo, otra vez lo invadió la misma sensación.

El samurái estaba indefenso en sus manos.
Un movimiento bastaba para apuñalarlo con su tridente.

Pero algo lo detenía.

-"debo mantenerlo con vida para poder tomar su fuerza"- se dijo a si mismo pensando en el plan.

Sasaki miró cómo el dios se acercaba a él. Mantenía el gesto amenazante y llevaba el tridente en sus manos.
Por instinto, tomó la empuñadura de su katana.

-Si tanto quieres pelear, lo haremos. Pero enfrentarme como un igual- Poseidón se detuvo y miró de nuevo esos ojos mortales- pelea conmigo no por venganza sino por el orgullo de un luchador - dijo con calma.

Sabía que Poseidon lo odiaba. Su sola existencia era la prueba de su fracaso como dios perfecto. Pero estaba harto. Era ya el límite.

Poseidón contempló al humano. Sintió que esas palabras le causaban un mezcla de sentimientos. Le enfurecía que tuviera tanto descaro y confianza con un ser superior. Pero también le dejaba sin réplicas la sabiduría que tenía su rival.

Otra vez, tuvo la sensación de no avanzar. No debería destruir al único ser capaz de vencerlo. Al único que lo sometió y juzgó sus ideales no por envidia, egoísmo ni mucho menos por odio.

Sasaki Kojiro era un humano que sabía el vacío en el que se encontraba sin tener intenciones de lastimarlo.

Definitivamente debía matarlo.
Definitivamente quería que sufriera.
Definitivamente no podía olvidarlo.

-Cállate, escoria - dijo en un gruñido colocando su mano libre sobre las manos del espadachin en un movimiento rápido.

Ambos estaban en unos de los pasillos de la arena de batalla. De aquel lugar donde ambos se conocieron y dónde fue asesinado.

-Mocoso, esto ya no es divertido - dijo con algo de molestia el samurái - ya es suficiente. Dioses y humanos podemos convivir en paz. ¿Tanto me odias? - comentó sin bajar la mirada.

-¿crees que quiero divertirme? - dijo con tono frío el tirano de los mares.

Suspiró.

-Creía que matar era divertido para ti - ese comentario causó una leve sonrisa al dios. Ese samurái tentaba su suerte y siempre lo hacía. Era demasiado valiente o demasiado estúpido.

Ese humano realmente tenía una habilidad innata para provocarlo.

-Acabaré con esto, escoria- colocó su arma en posición. Estaba apuntando a su pecho. El samurái vió sin miedo aquel gesto. Nunca le tuvo miedo. Menos ahora

-No soy débil, Poseidon - dijo para rápidamente empezar a desvanecerse y escapar del agarre del dios.

Sasaki Kojiro había utilizado su precognición, la cual, había desarrollado a tal punto de poder crear ilusiones de si mismo. Eran tan nítidas que podías tocarlas como si fueras real.

Su imagen se desvaneció delante del dios. Mientras que el verdadero mortal se encontraba detrás de él blandiendo su katana.

Hefesto le había otorgado dos tesoros divinos. Dos katanas gemelas como su volünder.
Gracias al entrenamiento había aprendido a manejarlas a voluntad. La experiencia era en sí la fuente de su propio poder .

-No te detendrás hasta que esto acabe- dijo Kojiro detrás del dios.

Poseidón sonrió de nuevo. Sasaki Kojiro era un nombre que jamás podría olvidar. Era una lástima tener que matarlo para poder fortalecerse pero era la manera de recuperar su estatus frente al resto de los panteones divinos.

-Tienes otros trucos - dijo el tirano de los mares mientras apretaba su agarre sobre el tridente.

De pronto el samurái cayó al suelo.

Miró a su alrededor y pudo ver como pequeñas olas de aguase formaban en el suelo.

- "El mocoso se havuelto más rápido. Su invocación del mar nunca fue utilizada en la batalla. Al parecer, hoy la usará"- pensó Sasaki.

-No tendré piedad. Debiste matarme cuando tenías la ventaja, Kojiro - expresó el dios en un tono que dejó perplejo a Sasaki.

Nunca había dicho su nombre.
Incluso pensó que lo desconocía.

En ese momento, las pequeñas olas se volvieron enormes cubriendo el cuerpo del humano. Kojiro sintió que se ahogaba. Estaba encerrado en una especie de celda acuática.
Lentamente sintió la falta de aire. Había dejado de respirar y sus katanas no estaban en sus manos.

Estaban en manos de Poseídon.

El mortal empezó a perder la conciencia. En un último intento, dió un golpe a las aguas a puño limpio. Éstas solo temblaron un poco como si una piedra hubiera caído en el medio del lago.

Finalmente Kojiro se desmayó.

El dios de los mares que había visto los movimientos del humano, lo liberó de su encierro.
El cuerpo de Sasaki cayó sobre el suelo húmedo.

-Eres una basura, humano. Nunca debiste vencerme. Jamás estuviste a mí nivel - El tirano se acercó y levantó al samurai entre sus brazos.

Miró el rostro del mortal. A pesar de la falta de oxígeno, su rostro aún manifestaba cierta serenidad. Cierta calma que le agradaba.

Como aquella vez durante la tercera ronda del Ragnarok que había detenido el movimiento del mar con su espada.

-Siempre me sorprendes, Sasaki Kojiro - Se acercó para mirar cada detalle de aquella expresión.

A pesar de ser un humano, Poseidon no podía apartar la vista. Pasó uno de sus dedos acariciando el cabello azabache. Era tan suave como las finas sedas que había en su palacio. Deslizó su mano hacia la colecta para quitarla y dejar el cabello caer sobre los hombros del espadachin.

-Tiene cierta belleza. Solo digna de ver por mí- se dijo a si mismo mientras recordaba como el dios japonés había querido secuestrar a su rival.

-"después que todo termine lo mataré"- se dijo a si mismo.
Muchos de esos dioses ni siquiera habían sido convocados para luchar en el Ragnarok, por lo tanto, no estaban a la altura de quienes sí participaron.

Poseidón suspiró. Había cumplido el objetivo. Los demás seguramente estaban haciendo lo mismo.
Pronto recuperaría su lugar y mataría a esos dioses que lo menospreciaron.
Solo debía matar al humano en sus brazos.

Guardó las katanas junto a su tridente y luego despareció con su presa en su manos.

Una noche (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora