Lucía.
Era un día completamente tranquilo. Estar en nuestra casa de Tigre era igual a estar en paz, sin el ruido de la ciudad, sin los autos, sin la gente, sin nada, solo el sonido de la naturaleza.
Aunque amamos ese bullicio, esa locura de la capital, de vez en cuando nos venía bien relajarnos y más a nuestra edad.
Todavía me sigue pareciendo una locura el estar involucrada sentimentalmente con mi hermano, pero por si se preguntan, no me arrepiento de nada, ni me apena o avergüenza decirlo como en algún momento sí. Hoy en día me siento muy orgullosa del amor que siento por este hombre maravilloso e increíble. Siempre fue el tipo de hombre y persona que quise para mí vida, y es el que elegí y elegiría mil veces para ser mi compañero de vida.
-¿No te parece increíble, Lu? -Habla Joaquín.
-¿El qué?-Respondí dándome vuelta con una sonrisa.
-El que hoy estemos aquí, compartiendo nuestra vejez en la casa que compramos juntos hace años.
-Más que increíble me parece un sueño hecho realidad, amor. Tantos momentos juntos, tantas anécdotas, tantas cosas.
-Te amo Gachi, sos la mujer de mi vida -Apretó mi cachete con ternura.
-Y yo te amo más Joaquinin
-Hay cosas que nunca cambian eh, recuerdo ese apodo desde tiempos memorables -Empezó a hacerme cosquillas.
-Pará tarado que me vas hacer caer -Dije mientras me reía. -Joaquín me llego a caer y cobras eh.
Estábamos al borde del río, donde estaban posicionadas nuestras sillas una junto a la otra.
Toda esta situación, me trajo muchos recuerdos, en cuestión de segundos habían pasado mil situaciones de hace muchos años atrás a través de mis ojos.
Aunque el momento exacto en que todo empezó fue en aquel departamento miniatura de San Telmo, los recuerdos que más anhelo y conservo en mi mente y en mi corazón son los de cuando eramos aún más chicos.
*Flashback*
-Gachi dale, vayamos a jugar un partido al patio, vos al arco y yo pateo -Habla mi hermano.
-No, Joaquinin. Estoy dándole de comer a mis muñecas, y las tres estamos enfermas, necesitamos un médico, así que hoy no saldré a jugar. -Respondí con inocencia.
-Graciela, sos mala enana, por favor jugá conmigo, tengo que practicar.
-Dije que no.
A los pocos minutos volvió con un saco que le quedaba gigante -porque era de papá- y se había puesto gel en el cabello.
-Hola, ¿Querés jugar? Soy el mejor doctor de toda la ciudad. -Puso una voz grave y ambos nos reímos.
-Sí me besas me dejo curar.
No tengo ni la más mínima idea de que fue lo que pasó por mi cabeza en ese momento, solo era una niña que acababa de cumplir 7 años, y esas frases las solía oír en películas que veía mi madre, y como típico niño, repetí lo que escuché sin pensar.
-¿Cómo dijiste?
-Qué si me besas me dejaré curar, Joaquín.
Agarró mi mano, y me dio un beso delicado en ella.
-No me refería a ese tipo de beso. -Volví a hablar.
-¿Entonces a qué?
-A los de hermanos. -Miró confundido. -A estos tonto. -Me acerqué a él para darle un pico.
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Pimpinela One Shots
RandomHistorias cortas de Pimpinela, inspiradas en sus entrevistas, shows y demás. Todas las historias serán de un capitulo, aunque tal vez haya alguna excepción.