Capítulo 2

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Aclaraciones: la portada no me pertenece, es de la artista @fery_dds.

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De toda la lista de cosas que podría estar haciendo en ese momento, salir de casa era la última en sus prioridades. El pronóstico de tiempo que habían dado esa noche era lluvioso, se avecinaba una tormenta eléctrica. Aunque cualquiera lo diría por el brillo de la luna en lo alto del cielo, ni una sola nube.

Pero el trabajo es el trabajo.

Agarró su sudadera amarilla y deslizó los brazos dentro de ella, le importó bien poco acabar con el cabello aplastado. Se miró una última vez en el espejo, no tenía buena cara, aunque se preguntó si alguna vez la tuvo. Unas profundas ojeras oscuras decoraban su mirada, no había mucho que envidiar a un oso panda. Sonrió con ironía ante esa ocurrencia.

Luego marchó del cuarto de baño, repasó con una última mirada la casa, todo en orden, apenas hacía vida allí así que apenas ensuciaba. Igualmente se consideraba una persona muy pulcra y ordenada, todo perfectamente colocado y ni una mota de polvo. Tal vez ese apodo de "psicópata" que le habían otorgado en la calle era por algo. Las personas más limpias son las más locas.

Se rascó la perilla con pereza, el teléfono vibró en su bolsillo. Introdujo su mano tatuada y sacó el pequeño aparato. Tenía un mensaje en la bandeja de entrada.

Grand Line, Eustass.

Genial, ese era el objetivo. Hacía meses que no hacía una pequeña visita al pelirrojo, seguramente no le echaba de menos. La última vez que pasó por allí acabó apuñalando a un par de sus hombres porque se negaban a pagar unas deudas. Pintaba una noche entretenida, justo lo que necesitaba para despejar la mente y matar el aburrimiento.

Recogió las llaves de su vehículo y las de casa después de ponerse un gorro blanco moteado, cerrando de un portazo la hoja de madera gruesa. Ni siquiera se molestó en echar la cerradura, allí no vivía nadie aparte de él, que ocupaba el ático. Además, las cámaras de seguridad que había en cada rellano le recordaban lo bien vigilado que estaba, para bien o para mal.

El conserje, que estaba metido en su casona viendo un partido en la televisión, lo saludó de vuelta. Salió de la lujosa urbanización subido en una motocicleta, que rugía bajo su cuerpo cada vez que apretaba el pedal y aceleraba. Le encantaba esa sensación de control, ignorando usar el casco para su propia seguridad. Ningún idiota de la policía se atrevería a pararle.

Su reloj de pulsera marcaba las diez de la noche cuando atravesaba el mugriento barrio de Grand Line. Él se había criado en un sitio parecido, por lo que tampoco le hacía gracia volver a los suburbios. Fue frenando a medida que se acercaba al bar, parando en el callejón donde estaba la salida de emergencia.

Paró su querida motocicleta girando las llaves, el vehículo quedó en silencio. Sacó la palanca de estacionamiento para apoyarla en el suelo y se dirigió a la puerta metálica que rezaba "exit" en un letrero iluminado.

El pasillo estaba tremendamente oscuro y apestaba a orín, sentía la necesidad de taparse la nariz. Probablemente habría un interruptor en algún lugar de la pared, pero apreciaba mantener sus manos limpias.

Caminó hasta donde pudo ver la silueta de una puerta, acabó abriendo empujando con la pierna, ni loco tocaba eso. Toda la banda se giró hacia él en cuanto cruzó el umbral, interrumpiendo la partida de cartas.

–¿Otra vez tú? –bufó un tipo alto y rubio.

–Yo también me alegro de veros –el recién llegado sonrió de medio lado.

–Trafalgar –murmuró entre dientes el más alto, de cabellos rojos, que estaba sentado en una mesa colocada en el centro del local.

–Ya sabéis por qué he venido –dijo el moreno con tono profundamente aburrido, se acercó al jefe.

Insomnia (AU LawNa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora