Capítulo 17

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KASSIA

Miré el reloj de mi muñeca, tres de la mañana. Suspiré al levantarme de la cama intentando que esta no crujiera, saqué las botas del armario y me las abroché. Me cubrí el pelo con la capucha de la sudadera que llevaba bajo el abrigo, y pasé una bufanda por mi cuello, dejando que cubriera la mitad de mi cara.

Me cargué la mochila a la espalda, guardando el mapa y la brújula en ella. Debía llegar antes del amanecer, pero por si algo salía mal, antes de salir, dejé una nota en la cama:

"Si no me encontráis es que estoy con T, no os preocupéis! Kas"

Salí de mi habitación, la sede estaba en completo silencio, era tranquilizador, ya que si me veían estaba segura de que insistirían en acompañarme, pero debía ir sola. A ese lugar no podía llevarme a ninguno de ellos.

Fui a la cocina para coger un par de barritas y una botella de agua, necesitaría fuerzas para el viaje. Suspiré mirando la sede por última vez antes de salir, nada más poner un pie fuera, el frío me caló hasta los huesos.

Me adentré en el bosque, buscando las marcas ya conocidas de los árboles. "X" para ir a otras sedes, "+" hacia el lago, "/" hacia el río... "C" esa era la marca que debía seguir.

Saqué la nota arrugada de mi bolsillo, comprobándola con la esperanza de que hubiera cambiado, con mala cara comprobé que seguía poniendo lo mismo. Miré el camino que me guiaban las marcas, como si recordara la última vez que lo recorrí.

Decidida comencé a andar, sin mirar atrás. Cuanto más rápido llegara antes podría volver. Intenté no pensar, concentrarme en el camino, pero la cantidad de imágenes que tenía en la cabeza lo hacían imposible. Dan, los mutantes, Terenzio... Zemunín. Las chicas, las luces, los hombres...

Sacudí la cabeza, eso ya había pasado, ya no era esa.

—Vamos Kassia, ya no eres débil. —Me animé a mí misma.

Cuando me di cuenta ya había salido del bosque, los edificios comenzaron a aparecer, abandonados, algunos casi destruidos. Comencé a adentrarme en las calles, sucias y llenas de escombros. La vegetación crecía entre las grietas, apropiándose de lo que antes era suyo, pequeñas florecillas aparecían sobre los adoquines. Esa parte siempre había sido mi favorita.

Las luces de las farolas tintineaban, algunas ya fundidas y otras a punto de hacerlo, por suerte mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad. Recorrí las calles deshabitadas, tomando atajos por callejuelas que conocía de extremo a extremo.

Un sentimiento extraño se asentó en mi pecho, como un mal presagio. Ese camino me traía malos recuerdos, tenía miedo, pero debía seguir. Iba pegada a las paredes, sigilosa, miré antes de girar la esquina para comprobar que no había nadie al otro lado. A esas horas rondaban los mutantes por la ciudad, era la manera del CM de asegurarse de que nadie saliera.

Di un paso para salir de mi escondite, pasando a la siguiente calle, cuando algo tiró de mi brazo, haciendo que me girara rápidamente, preparada para atacar.

—Tranquila, soy yo. —Dijo una voz a mi lado. Llevaba la cara tapada y casi no se le veía por la oscuridad. El chico se bajó la máscara, descubriendo su identidad. Era Terenzio.

—¿Terenzio? —Pregunté confusa. Él no debería estar aquí, ellos solo patrullaban en el día—. Casi me matas tú del susto esta vez. —Dije relajando mi postura.

—¿Qué haces aquí? —Terenzio soltó el agarre de mi brazo, ignorando mi comentario. Sonaba algo preocupado.

—No puedo decirte es un secreto, pero ¿Cómo me has reconocido? —Pregunté cruzada de brazos. Terenzio giró los ojos apoyando el hombro en la pared.

LAS MURALLAS QUE NOS RODEANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora