Capítulo 11

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❀ DAHLIA 

Miré la hora en el reloj de pared de mi habitación, faltaba media hora para que comenzara el entierro de Dan. Me observé en el espejo de pie, terminando de cepillarme el pelo. Intentaba pensar en otra cosa que no tuviera que ver con respecto a lo de hoy, pero se me hacía casi imposible... Cada vez que lo recordaba las lágrimas empezaban a brotar de nuevo, no podía contar la de veces ya que me había arreglado el básico maquillaje.

Me vestí con unos jeans vaqueros negros y una camiseta de mangas largas negra, abrigada, el frio cada vez era más intenso por la partida de la estación. Dejé el peine encima del tocador y me senté en la cama para ponerme los botines negros que me dio Mat para el invierno, estos traían pelo por dentro. Cuando terminé de arreglarme fui hasta la planta baja, allí me encontré con Selene junto a Fred y el resto de miembros de la sede.

Selene me saludó con la cabeza, Fred sin embargo se mantuvo en la misma posición mirando sus pies. Desde el incidente no quería saber de nadie, no salía de su habitación y apenas comía. Se había metido en una especie de burbuja solitaria, pero no lo juzgo, debe ser horrible perder a un amigo tan cercano como lo era Dan. Incluso estaba siendo difícil para mí, aun espero a veces que aparezca en el desayuno diciendo algún chiste sobre mi mala cara por las mañanas, riéndose de nosotros cuando tropezábamos o dándonos una mano cuando lo necesitábamos.

Nunca había asistido a un funeral, no sabía que debía esperar de ello ni cómo actuar, pero nunca me pude imaginar que sería en estas circunstancias. Continúe andando lentamente por la sala, observando a todos. Nadie hablaba, manteniendo un silencio sepulcral, todos vestían de negro por el luto, era en estos momentos cuando me planteaba si de verdad lo extrañaban o solo lo hacían por cumplir las formalidades. A veces es difícil saber cuándo le importas a una persona o no realmente.

Al llegar a la entrada de la fábrica me froté las manos intentando entrar en calor, el cielo estaba nublado casi lluvioso acompañado de un viento helado, las paredes frías con humedades y las goteras que había en la sede no ayudaban mucho a mantener el calor. Me quedé mirando el bosque enfrente de mí, con el frio golpeando mi cara, sentía como me quemaba las mejillas y la nariz. Pensé en todo, en mi llegada, en mi estancia y no pude evitar pensar que desde que llegué solo les había provocado desgracia tras desgracia. Sabía que muchos también pensaban eso, lo había visto en la manera en que me miraban y juzgaban, tanto que hasta yo había empezado a creérmelo.

En algún momento llegué a pensar que quizás esta era mi nueva casa, pero ¿Y si solo era un estorbo para ellos? ¿Y si no había manera de volver a casa...?

El dolor de mi pecho se instauró ahora en mi garganta, asfixiándome, casi como si no pudiera hablar, pero entonces sentí la mano de alguien en mi hombro, cálida y confortante. Al girarme me encontré con la mirada cansada y triste de Kendrick. Él no parecía haber tenido unas mejores semanas que nosotros, se encontraba ojeroso, con la barba y el pelo más largo y descuidado, pero aún elegante de alguna forma. Kendrick tomó lugar a mi lado, mirando el mismo punto que observaba antes.

—No fue tú culpa. —Lo miré viendo únicamente su perfil desde mi posición.

—¿Qué? —Dije casi en un susurro, con la voz un poco rota.

—Lo que le ocurrió a Dan no fue vuestra culpa, no sabíais que eso pasaría. —Repitió seguro esta vez, girando su cara levemente para mirarme—. No todo depende de nosotros Dahlia... Hay veces que el destino tiene claro sus planes, y no hay nada que podamos hacer contra él.

—Siempre que queremos divertirnos pasa algo malo Kendrick, siempre que estoy pasa algo malo. —Tomé una pausa para coger aire y recuperar la voz—. Tal vez en este mundo no haya espacio para la diversión, tal vez simplemente no debería estar aquí.

LAS MURALLAS QUE NOS RODEANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora