❀ DAHLIA ❀
—¡Lia! ¡Ayúdame! —Gritaba el eco de su voz.
No podía moverme, me encontraba inmóvil delante de aquel pasillo frio y oscuro. Su voz me suplicaba ayuda, pero por mucho que quisiera dársela, mi cuerpo no respondía. Intenté gritar, más no conseguía sacar ningún sonido de mi garganta, la desesperación me consumía mientras las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos.
—¡Fue tú culpa! —Otra voz me gritó, pero esta vez estaba más cerca— ¡Ellos te odian! ¡Por tu culpa!...
Me tapé los oídos lo más fuerte que pude, la oscuridad cada vez me rodeaba más, lenta pero irremediablemente, y las voces no se callaban. Un dolor agudo apareció en mi cabeza, atravesándola como una aguja fina punzante, y aún con los ojos cerrados comencé a marearme.
—¡Todo siempre es tu culpa!
—¡Atraes la muerte!
Agachada en el suelo repetía una y otra vez en mi mente que se callaran, intentando enmudecerlas, pero las voces no hacían caso. Levanté la cabeza tratando de ver algo, algún lugar por donde salir, pero ya era tarde. La oscuridad me había rodeado por completo. Entonces sentí unas manos rodear mi cuello con fuerza y el aliento de alguien mi oreja. Ya no había voces, el silencio que tanto ansiaba por fin se estaba dando, hasta que esta voz habló.
—Fuiste tú Dahlia... Podrías habernos salvado... —Dijo la última voz a mi oído, serena y calmada, pero con rencor.
—¡No! —Grité despertándome de sopetón.
Tenía el pelo pegado al cuerpo por el sudor, las manos me temblaban y mi garganta se sentía seca. Me pasé las manos por la cara aun alterada, respirando agitadamente. Me volví a tumbar mirando el techo, intentando contar para calmarme. —1... 2... 3... 4... 5...—. Apenas se podían distinguir las formas, aún era de noche. La luz de la luna que se filtraba por los periódicos que cubrían la ventana alumbraba la habitación de manera tenue y difuminada.
Suspiré quitándome la vieja manta de encima para levantarme, fui hasta el armario y agarré mi abrigo para salir y no congelarme. Abrí la puerta despacio para no molestar a los demás y caminé hasta las escaleras, hasta la mitad, sentándome en el mismo sitio que cuando llegué. Admiré aquel ya conocido hueco en el techo, dejándome ver el cielo estrellado. Me cerré más el abrigo al notar la fría brisa.
No entendía esos sueños que estaba teniendo, se repetían desde hace unos días, y siempre eran igual. Voces que me culpaban, las manos que me asfixiaban y el sentimiento desgarrador y desesperante de estar perdida en aquel oscuro pasillo ¿Por qué aquellas voces me culpaban? ¿Quién me pedía ayuda? Esas preguntas se repetían en bucle en mi cabeza.
Suspiré al no encontrar respuestas viendo el humo salir de mi boca. El silencio del lugar se rompió por el sonido de unos pasos, me giré viendo a Mat detrás de mí, mirándome intrigado.
—Dahlia ¿Qué haces aquí? —Me preguntó acercándose aún más—. Vas a resfriarte con solo eso puesto.
—No te preocupes, no llevo mucho tiempo aquí. —Le sonreí con la boca cerrada, recibiendo una mala mirada por su parte.
—Da igual. —Se sentó a mi lado en el escalón—. Podrías ponerte grave y aquí no tenemos muchos recursos.
Me mordí el labio bajando los ojos a mis manos, estas estaban comenzando a ponerse moradas por el frío. —Debería haber cogido los guantes—. Pensé, y crucé los brazos para meterlas dentro de la chaqueta, abrazándome el torso.
ESTÁS LEYENDO
LAS MURALLAS QUE NOS RODEAN
Ciencia FicciónSinopsis: La vida de Dahlia nunca ha sido fácil... Una familia desestructurada, una carrera indeseada y un futuro que la inquieta. Pero todo cambiaría en una sola noche, cuando al despertar, se da cuenta de que ya no está en casa. Una realidad par...