❀ DAHLIA ❀
Observé el claro y verde paisaje que se encontraba delante de mí, el viento movía la hierba de forma relajante, los pétalos de las flores se desprendían por su culpa y volaban a mi alrededor. Cerré los ojos inhalando el suave aroma a primavera, encandilándome por el lugar. Abrí mis ojos al sentir una mano en mi hombro, pero al intentar girarme para descubrir quién era, esa persona me lo impidió.
—¿No es hermoso? —Intenté averiguar a quien pertenecía la voz, pero estaba algo distorsionada.
—¿Quién eres? —Pregunté, notando como el cielo se había tornado nublado desde su llegada, levantando un viento casi torrencial.
—Prometiste no olvidarme... Mérida. —Mi cara se contrajo por confusión ¿Fred?—. Pero ya veo que nunca cumples tus promesas.
Las uñas de sus manos se alargaron, penetrando la piel de mi hombro, empecé a respirar con dificultad al sentirme aterrada, esa ya no era la voz de Fred. Su mano me giró de sopetón, haciéndome gritar de la impresión. Delante de mí había un ser espantoso, le faltaba piel y sus cuencas estaban vacías, carentes de ojos que parecían ver hasta mi alma.
—¡Mentirosa! —Me gritó con su voz monstruosa—. Le mentiste a Fred, como a todos los demás...
—¡No! Yo jamás quise que le pasara algo. —Contesté, sintiéndome cada vez más asfixiada.
—Tú deberías ser la que muera, Dahlia. —Dijo con una gran sonrisa mostrando sus afilados colmillos—. Ellos eran inocentes. —Señaló detrás nuestra.
Me giré con miedo y en el momento que los vi, sentí como si me hubieran echado un balde de agua fría. Dan, Fred, ellas... Todos estaban allí, mirándome con sus cuencas vacías y sus putrefactas pieles.
—Nunca los ayudaste....
—¡ESO NO ES VERDAD!
—Dahlia, Dahlia, ¡Despierta! —Sentía a alguien zarandeándome mientras me llamaba— ¡Dahlia!
Me desperté de golpe sentándome en la cama, Yerek se echó hacia atrás evitando que le diera un cabezazo en la cara. Me miró sin entender, con el ceño fruncido, y yo me pasé las manos por la cara quitando todo rastro de sudor, respiré hondo varias veces intentando controlar mi respiración.
—Toma, bebe agua. Te vendrá bien. —Yerek me pasó un vaso, lo acepté con mucho gusto— ¿Te sientes mejor?
Terminé de beberme el agua y miré el fondo del vaso asintiendo, segundos después miré a Yerek que se encontraba sentado en la esquina de la cama con los ojos puestos en mi.
—Si, gracias. Solo fue una pesadilla. —Levanté los hombros quitándole importancia y él asintió comprendiendo, antes de levantarse— ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—No mucho, te escuché gritar y vine a ver qué ocurría. —Me recorrió con la mirada y yo me sonrojé pensando en las pintas que debía tener—. Tardaste dos minutos en despertar.
—Ah, gracias. — Respondí simplemente, al no saber que más decir.
—No te preocupes por eso, más bien de lo que deberíamos preocuparnos es de esto.
Yerek abrió de golpe las cortinas cuando terminó de hablar, lo miré sin comprender antes de levantarme y acercarme a la ventana. Analicé el exterior con una sonrisa sin creerlo, estaba nevando, todo lo que antes era de color verde oscuro ahora estaba bañado por un blanco impoluto, reluciente.
—¡Está nevando! ¡Yerek mira! —Me reí feliz al ver la nieve, aunque toda mi felicidad se desvaneció al ver su cara totalmente seria.
—No deberías estar feliz, esto es lo peor que nos podía pasar. —Me contestó y yo borré mi sonrisa poco a poco—. Ahora no podremos salir hoy.
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LAS MURALLAS QUE NOS RODEAN
Ficção CientíficaSinopsis: La vida de Dahlia nunca ha sido fácil... Una familia desestructurada, una carrera indeseada y un futuro que la inquieta. Pero todo cambiaría en una sola noche, cuando al despertar, se da cuenta de que ya no está en casa. Una realidad par...