❀ DAHLIA ❀
Recogí la chaqueta que había colgada en la silla, frente a la chimenea encendida. Ya estaba completamente seca, aunque al abrir uno de los bolsillos pude comprobar que la mancha granate seguía ahí. Tras la pequeña pelea de nieve, al llegar a casa, descubrí que todas las bayas que había conseguido recolectar habían explotado. Manchando, por suerte, únicamente el bolsillo cerrado. Y como era de imaginar, Yerek se proclamó ganador de esta, cuando yo, asfixiada en el suelo ya no tenía más fuerzas de tanto reír.
Miré la chaqueta con una sonrisa recordando el momento y me la puse sobre la ropa que llevaba puesta, saliendo al exterior sin preocuparme de ponerme los guantes. Di un vistazo hasta donde la vista y los árboles me dejaban ver desde la entrada, Yerek no se encontraba en la cabaña, después de lo de ayer no habíamos hablado mucho más, pero esta mañana comentó que tenía que salir.
Aparté la mirada del bosque para observar el muñeco de nieve que había junto a la puerta con una sonrisa. Tenía una bufanda roja, unas cuantas piedras como botones, un gorrito y una piña seca como nariz. Me sorprendía cómo Yerek era tan culto en algunos temas y sin embargo ignoraba muchas de las tradiciones más simples para mí. Nunca había tenido la oportunidad de hacer un muñeco de nieve antes, ya que en mi cuidad casi nunca nevaba, pero era algo que podías ver en cualquier película navideña, sin embargo, él no sabía lo que era.
"Peter" era nombre con el que habíamos bautizado al muñeco de nieve, a Yerek le pareció estúpido, pero como me había derrotado de manera estrepitosa en la guerra anterior, le di pena y me dejó decidir. Él tampoco tenía nada de experiencia en la actividad, por lo que Peter no era el más guapo de los muñecos de nieve, pero si el más gracioso, y las risas que pasamos construyéndolo juntos fueron solo gracias a él.
Volví de nuevo al interior de la cabaña, cerrando la puerta para que no se escapara el calor. Me dirigí hasta la habitación para colgar la chaqueta en la pequeña parte del armario que había ocupado como mío y me senté en la cama, abriendo el cuaderno al que tanto cariño le había cogido en este tiempo.
Saqué uno de los lápices que había guardado en la mesita de noche, por suerte Yerek me había dejado algunos, y comencé a bocetear sobre una nueva página en blanco. El dibujo comenzó con la figura de "Peter", después nos dibujé a nosotros poniéndole los detalles finales y terminé por dibujar la cabaña detrás, ocupando parte también de la página de al lado.
Miré el resultado, contenta, y escribí algo al pie de la página "14 de diciembre, Peter, Yerek y yo :)"
KASSIA
Observé como el osito de peluche comenzaba a arder en el cubo de metal, los ojos de plástico oscuro se derretían, como si lloraran lágrimas negras, y el pelaje que antes era suave se abría dejando paso a las llamas, desgarrándose.
Todavía no lograba comprender las intenciones de Zemunín, ese peluche era mi objeto más preciado cuando llegué a "Heaven". Fue mi primer regalo de bienvenida, curioso, un peluche como regalo en un club nocturno, pensé al principio, pero luego aprendí que sería la mejor tapadera para guardar el dinero. Todas teníamos uno igual, con nuestros nombres bordados en ellos, y al acabar cada jornada, guardábamos los fajos en sus barriguitas y los llevábamos a casa de manera inocente.
Cuando volví a "Heaven" después de años no sabía que era lo que esperaba encontrar, pero desde luego no ese peluche. Venía dentro de la caja, relleno de billetes y una nota que decía "Este no será nuestro último encuentro. Espero volver a verte pronto querida, aunque no olvides que los ángeles te vigilan por mí."
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LAS MURALLAS QUE NOS RODEAN
Ficção CientíficaSinopsis: La vida de Dahlia nunca ha sido fácil... Una familia desestructurada, una carrera indeseada y un futuro que la inquieta. Pero todo cambiaría en una sola noche, cuando al despertar, se da cuenta de que ya no está en casa. Una realidad par...