Capítulo 21 [✓]

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 DAHLIA 

Arrastraba los pies sin prestar atención al recorrido detrás de Yerek, debían de haber pasado ya como unas 5 horas desde que salimos. Me sentía agotada a diferencia de Yerek, que no había mostrado ningún signo de cansancio, mientras que yo no paraba de quejarme interiormente por el dolor de pies. El poco rastro de sol desapareció con el paso de las horas y la lluvia aun continuaba. Yerek miraba hacia atrás cada pocos minutos para asegurarse de que estaba bien, pero en silencio, todavía no nos habíamos dirigido la palabra. Me sentía en Shock, sin saber cómo reaccionar a algo que jamás pensé que pasaría.

Empujé una rama evitando que me diera en la cara y me quejé al sentir la ropa empapada por la maldita lluvia, todavía creía que algún día podría llegar a hacer buen tiempo. Miraba el suelo procurando de no caerme y hacer el ridículo delante de él. Levanté la vista, posándola en su espalda ancha, aún llevaba su uniforme, al que ya no le quedaban rastros de sangre por ningún lado.

"No quiero morir...'" —Escuché en mi mente su voz.

Sacudí la cabeza cerrando los ojos para borrar el recuerdo de Fred ahogándose con su propia sangre. Primero Dan y luego Fred ¿Cuánta gente más perdería? Me sentía horrible, ni si quiera mi padre me había dañado tan profundo. Si tan solo no hubiera llegado... Si no hubiera olvidado el Grimorio, o simplemente lo hubiera dejado arder... Había sido egoísta, y ahora lo había perdido para siempre, por mi culpa. Debía regresar cuanto antes a mi mundo.

Allí dejaré de dañarlos. —Pensé.

Contemplé el cielo que estaba más estrellado de lo normal y millones de preguntas sin respuestas abarcaron mi mente, suspirando intenté alejarlas. Yerek al escuchar mi lucha interna ladeó un poco la cara para mirarme de reojo y yo lo miré cansada levantando una ceja, lo que provocó que girara la cara enseguida.

Seguí observándolo, analizando su rostro al girar y su manera de andar. Tal vez Yerek no sabía mucho de sentir, pero cuando lo intentaba, era alguien encantador, con muchos temas de conversación y un conocimiento extenso. Da igual de lo que le hablases, él siempre sabría responderte correctamente y desarrollar el tema, y para mi desgracia eso solo lo hacía más atractivo.

—¿Qué es lo que tanto miras? —Me preguntó.

Intenté sonreír al acercarme a él para caminar a su altura, cuando me puse a su lado, vi como de reojo me miraba con una pequeña sonrisa en sus labios, fruncí el ceño al darme cuenta de sus grandes ojeras y su extrema tez pálida.

—¿Estas bien? Te ves horrible hoy. —Le pregunté nerviosa.

—Gracias, siempre es un placer recibir halagos de tú parte. —Me dijo sarcástico.

—No te lo tomes a mal. —Respondí bajando la mirada al suelo—. Es solo que te ves agotado.

El silencio se instauró entre nosotros, dejando como protagonista a la lluvia que resonaba sobre las hojas y Yerek, parecía debatir entre si me contaba o no.

—Eris me torturó, por eso no pude llegar antes. —Expresó con culpa mirando hacía el frente.

—Nadie sabía que esto pasaría...

—Yo sí. —Me miró serio, pero aún con culpa en sus ojos—. Por eso debí tener más cuidado.

Se adelantó dejándome unos pasos atrás, me lo tomé como un ''No quiero seguir con la conversación'' así que dejé de insistir entendiéndolo. Hoy fue un día muy duro para todos.

No quiero dejaros...

Sin poder aguantar las lágrimas de nuevo empecé a llorar en silencio, sabía que Yerek podía escucharme, pero también sabía que me dejaría mi espacio. Necesitaba sacar todo el dolor que mi corazón no soportaba, levanté la cabeza para que la lluvia se mezclara con mis lagrimas borrando todo rastro de estas, igual que el de la sangre. Me pasé las manos por la cara cuando noté a Yerek parar de caminar y a pocos metros de nosotros pude ver una bonita cabaña de madera.

LAS MURALLAS QUE NOS RODEANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora