Capítulo 28 [✓]

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ERIS

Los días pasaban y no había rastro de Yerek, toda la corporación lo buscaba incluso debajo de las piedras, pero todo esfuerzo parecía en vano, era como si se hubiera esfumado... Todos me felicitaban por mi gran labor, ya que a pesar de solo ser alguien de compañía había tenido el valor de revelar el lugar de los rebeldes ¿Me sentía orgullosa? No... Un sentimiento extraño me atacaba por las noches, arrebatándome el sueño.

''Por favor no le hagas daño, te lo suplico...''

¿Culpa? ¿Arrepentimiento? ¿Nostalgia? Sus voces taladraban mi cabeza, no podía olvidarlas, no podía olvidar sus miradas desesperadas al ver a su amigo al borde de la muerte. Me dejé llevar por los celos, pensando que de esa manera algo cambiaría, pero él jamás me había amado, y no sería ahora cuando luche por mí.

—Eres estúpida. —Me dije pasándome la mano por el pelo.

Qué me hiciste Yerek, me convertiste en un monstruo. ¡No! Yo misma me convertí en uno. ¿Qué conseguí con mi acto? Nada, solo felicitaciones vacías y más distancia entre él y yo.

Caminaba por los interminables pasillos blancos sin rumbo fijo, siempre los había odiado, la intensa luz me daba dolor de cabeza. Me sentía como una rata de laboratorio, pero usada, y ahora sin propósitos. Los jefes aún contaban con encontrar a Yerek, pero una parte de mí sabía que eso no iba a pasar, conocía todas las operaciones paso a paso, era imposible cogerlo por sorpresa. Me preguntaba qué pasaría conmigo cuando se dieran cuenta... Quizás me encargaban a otro hombre, o quizás... No, eso no podía ser.

A veces para evadirme fantaseaba con mi vida anterior, con mi yo humana antes de convertirme en... esto. Apenas la recordaba y los deseos de escapar de aquí cada día eran mayores, entendía a Yerek perfectamente, yo también quería ser libre, aunque eso solo me acercara a la muerte.

¿Quién me salvaría a mí? Yerek y yo solíamos discutir sobre la libertad de manera recurrente, él era un miembro importante de la CM, tenía todo lo que podía desear cualquier hombre, dinero, lujos, reconocimiento, una pareja... Pero eso a él le parecía insuficiente, necesitaba algo más. Yo trataba de hacerle ver que este era su sitio, que aquí estaba su lugar, pero ahora ya no estaba, y sin él, yo también había perdido mi rumbo. Si tan solo tuviera a alguien como es Dahlia para él.

Empujé la puerta de cristal saliendo al jardín interior de la sede, respirando el aire limpio mientras algunos de los trabajadores hablaban de sus ''programadas'' vidas tranquilamente. Encendí el mechero mirando el fuego mecerse con tranquilidad y prendí el cigarro llevándolo a mis labios para darle una calada, cerrando los ojos al sentir mi cuerpo relajarse. Eché el humo viendo como desaparecía entre el suave viento.

—Felicidades, Eris. Gracias a gente como tú la ciudad prospera. —Me dijo uno de los ayudantes de Charles con una amplia sonrisa.

—Gracias. —Respondí sin siquiera mirarlo.

El hombre se fue por las grandes escaleras mecánicas dejándome con un regusto amargo, ya ni fumar conseguía hacerme olvidar. Retomé mi caminata hasta el ascensor para pulsar el -2, ahora que no estaba Yerek no tenía nada que hacer, ni el café de las 12:00, ni los frutos secos de la tarde... Antes toda mi vida giraba en torno a él, y ahora solo daba vueltas mareada. Cuando llegué al parking subterráneo no tardé en encontrar mi moto, era grande y deportiva, al poco tiempo de conocer a Yerek se enteró de que a penas salía de la sede, y eso le pareció horrible, aunque al fin y al cabo, allí lo tenía todo. La moto fue un regalo para que descubriera la ciudad, era mi único método de transporte.

Me puse el casco y me subí, haciéndola rugir. No tardé más de 15 minutos en llegar hasta una de las salidas de la muralla.

—¡Buenos días! —Exclamó uno de ellos alegremente.

LAS MURALLAS QUE NOS RODEANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora