Capítulo 15 (Parte 2)

36 11 0
                                    


❀ DAHLIA 

Un par de hombres se acercaron a la mesa, sentándose para jugar, ambos vestían de chaqueta y por la complicidad que mostraban parecían amigos. Yerek los miró, saludándolos con un gesto elegante de cabeza, y tras eso, el crupier dio inicio a la partida.

Cada jugador dejó sus apuestas, siendo la de Yerek la más alta, el crupier comenzó a barajar y repartir las cartas sobre la mesa. Yerek tenía la suma de un 16, el crupier tenía una única carta por el momento, un rey, que valía 10 puntos. Lo único que sabía del juego era que había que alcanzar el 21, así que, por ahora Yerek iba ganando.

Escuché como el crupier comenzó a preguntar a los jugadores si querían otra carta o si se plantaban. Uno de los hombres le hizo un gesto con la mano, pasando al siguiente sin recibir carta, y el segundo decidió pedir otra, a lo que se arrepintió nada más verla. Sumaba un total de 23, se había pasado. El crupier lo eliminó y siguió con Yerek. Este pidió otra carta, con un gesto distinto al que había hecho antes el hombre, y al recibirla sonrió ampliamente. 21.

 Había ganado. 

El primer hombre lo miró de mala gana, con su 19 sobre la mesa, aun así, el crupier desveló dos cartas más para él, sumando un total de 20. Cogió una tercera, pero ya era casi imposible ganar, 25, se había pasado, con lo que dio por ganador final a Yerek.

Se repartieron las apuestas y siguieron jugando un par de partidas más. Yerek había conseguido triplicar su apuesta en solo 2 partidas, y cuando ganó la tercera me susurró al oído para que me levantara. Él hizo un gesto de reverencia ante sus contrincantes, que lo miraban con cara de odio, y hacia el público, que habían rodeado la mesa y aplaudían sin parar.

Todos felicitaban a Yerek y lo alagaban, sin embargo, ignorándolos, sus ojos estaban puestos solo en mí con una disimulada sonrisa pícara. Yo me había quedado un poco aparte cuando las personas se acercaron para hablarle. Yerek les agradeció cordialmente antes de alejarse y venir hasta a mí, sonreí ladeando la cabeza. Le aplaudí lentamente y él me sonrió divertido por mi actitud. Cuando estuvo en frente de mi, se inclinó acercando nuestras caras manteniendo su brillante sonrisa.

—¿No me darás un premio por ser el mejor? —Sus ojos dominantes miraban los míos con mucha intensidad, aparté la mirada observando sus labios rojos tan tentadores.

—¿Debo darte alguno? —Le miré con un poco de valor y vi como frunció el ceño apretando mi cintura—. Seguro que hiciste trampas.

—La palabra ganador lleva detrás la de tramposo. —Me explicó divertido por la situación—. Ninguno se libra de ese pecado.

—Entonces... Tal vez si debo darte un premio. —Me acerqué algo más sus labios, rozando los míos contra los suyos y antes terminar de juntarlos en un beso me aparté, sonriendo—. O tal vez no.

Yerek apretó la mandíbula mordiendo el interior de su mejilla. Chasqueó la lengua asintiendo.

—Eres un poco listilla ¿No? —Yerek alejó su cara para mirarme al completo, y tras eso, se acercó a mi oído, dándome un pequeño mordisco en el lóbulo antes de susurrarme—. Veremos si eres capaz de aguantar toda la noche...

Me quedé inmóvil, sintiendo mis piernas flaquear por el simple acto que acababa de hacer, Yerek me ofreció su brazo con una sonrisa ladeada y comenzamos a andar. Cuando me di cuenta, estábamos en una especie de barra tipo isla, llena de taburetes y mesas altas alrededor. El camarero se acercó de inmediato al ver a mi acompañante, quien pidió un licor de frutos rojos y una botella de whisky.

El camarero recibió la orden con una sonrisa y se alejó rápidamente para buscar las mejores botellas.

Yerek me miró de nuevo, pero esta vez sus ojos se desviaron a algo detrás mía o mejor dicho, a alguien. Me giré para ver que era y apreté mis labios al ver a una chica alta, delgada, con curvas y cintura diminuta, tenía el pelo rubio hasta los hombros. Observaba a Yerek llevando una copa a sus labios con tranquilidad, apoyada de manera sensual en la barra. Volví mis ojos a él, notando que ahora estaba molesto, bastante.

LAS MURALLAS QUE NOS RODEANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora