KASSIA
Caminaba apresuradamente por la habitación, buscando de un lado a otro la cajita donde guardaba mis pendientes y finalmente la encontré entre el resto del desorden que había sobre el tocador. Me volví a sentar frente al espejo, colocándome unos pendientes pequeños, cogí la brocha para acabar de retocar mi maquillaje, por suerte ya solo me faltaba un poco de colorete y brillo de labios.
Comprobé por última vez que mi pelo estuviera totalmente liso y bien peinado, era una ocasión especial, Terenzio tenía una sorpresa para mí, pero no me había dado más detalles. Me levanté para mirar el armario por quinta vez, volviendo a repasar todos los posibles conjuntos. Abrí uno de los cajones encontrando unas telas rosadas y sonreí contenta, completando el look en mi cabeza.
Me coloqué los tirantes del vestido, dejando las mangas airadas caer mientras daba una vuelta frente al espejo. Eran de una tela prácticamente transparente, pero que mantenían un ligero color rosa pastel, y llegaban hasta mis codos. Una tenía un pico más largo que el otro, dándole un toque mágico al vestido. En la parte del pecho tenía un escote en V que hacía resaltar mis pechos, además de un pequeño cinturón que se amarraba en forma de lazo por la parte de atrás, ajustándome a la perfección el vestido en la cintura.
Cerré las puertas del armario y me quedé mirando las fotos que había pegadas en estas. Centré mi mirada en una de ellas, era la foto que nos hicimos antes de que atacaran nuestra antigua sede, siempre la miraba antes de salir, me ponía feliz vernos a todos juntos. Observé la cara de Fred, con una mueca graciosa, antes de sonreír y seguir arreglándome.
Me puse unos tacones bajos, del mismo rosa pastel, y agarré mi pequeño bolsito antes de salir de la habitación, no sin darme un último repaso. Bajé los escalones rápido, agarrándome a la barandilla para no caerme, la gente abajo caminaba de un lado a otro, pero el ambiente no era estresante, más bien feliz, aunque quizás en eso influía mi emoción por el momento.
Salí por la puerta de la sede que estaba abierta de par en par, y allí, justo enfrente mí, lo vi. Apoyado con un ramo de flores en su deslumbrante coche de lujo negro.
Después de que Dahlia se fuera por primera vez, Terenzio se vino a vivir junto a los demás a la sede. El coche pocas veces lo cogíamos, solo si íbamos a sitios demasiado lejos.
Estaba guapísimo con aquel esmoquin negro que resaltaba sus ojos grises, tenía el pelo peinado hacia atrás de forma elegante. Era perfecto, como si de una obra de arte se tratara, jamás me cansaría de admirarlo.
—Estás preciosa, ángel. —Me halagó embelesado, tendiéndome las rosas azules y blancas.
—Tú también lo estás. —Acepté el ramo acercándolo a mi cara para olerlo, enseguida el aroma de las rosas inundó mi nariz, provocándome una sonrisa—. Me encantan las flores, no me puedo creer que te acordaras de la vez que te dije cuáles eran mis favoritas.
—Por supuesto que me acuerdo, todo lo que tenga que ver contigo nunca se me olvida. —Miró su reloj—. Pero amor, debemos de irnos ya si queremos llegar a tiempo.
Terenzio me abrió la puerta del copiloto ofreciéndome pasar, le di un beso antes de entrar y cuando él subió al coche emprendimos el camino. No sabía a dónde íbamos, él nunca quiso decirme, alegando que era una sorpresa y si me decía dejaba de serlo. No quise insistirle más, puesto que sabía que no recibiría otra respuesta de su parte, cuando quería era muy cabezota.
—¿Iremos a algún restaurante cerca de la CM? —Pregunté nerviosa.
—Ni en broma te llevaría cerca de ese lugar, aunque ya esté destruido, sé que los recuerdos perduran y para mí, tampoco es agradable estar allí. —Me respondió seguro, y sin apartar la mirada del intento de carretera, puso su mano derecha en mi muslo, acariciándolo.
ESTÁS LEYENDO
LAS MURALLAS QUE NOS RODEAN
Science-FictionSinopsis: La vida de Dahlia nunca ha sido fácil... Una familia desestructurada, una carrera indeseada y un futuro que la inquieta. Pero todo cambiaría en una sola noche, cuando al despertar, se da cuenta de que ya no está en casa. Una realidad par...