Capítulo 17

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Alexis Moore

- Entiendo que mi casa es bonita, pero ¿qué te parece si entramos? Me estoy desangrando.

- Sí, sí, perdona- hablé saliendo del trance- ¿Por dónde?

- Sube las escaleras- murmuró.

Aun con su brazo por encima de mis hombros, me dirigí hacia las escaleras, que estaban a la izquierda, a la derecha había un salón en el cual no me fijé, y las empecé a subir con algo de dificultad por tener más peso encima. Al pasar 10 minutos y subir como mínimo 4 pisos, llegamos a un pasillo donde me dijo que parara.

- Por fin- suspiré cansada.

- Exagerada- burló.

- Intenta subir cuatro pisos con el doble de tu peso, déjame decirte que no es tan fácil.

Se rio, mientras negaba un poco con la cabeza.

- Última puerta a la derecha.

Sin decir nada, empecé a caminar por el pasillo hasta llegar a la última puerta, en la cual había un pequeño aparato en la puerta para poner un código.

- ¿Qué es esto? ¿Una cámara acorazada?- pregunté sarcástica viendo la puerta de metal, la única, ya que las demás eran de madera.

- 08125- habló.

Puse el código y sonó un pitido a la vez que se iluminaba una pequeña luz verde, y poco a poco la puerta se abrió sola.

- Y no. Es mi habitación- dijo cuando pude ver toda la estancia. Supongo que se dio cuenta de mi cara, así que continuó-. No me seas malpensada.

Reí.

- ¿Por qué tienes tu habitación con código?- cuestioné mientras lo sentaba en la cama que se encontraba justo en el medio, y aprovechaba para detallar el resto.

Toda la decoración era bastante antigua. Había un escritorio de madera oscura con un portátil encima, y una silla a conjunto. Las paredes eran de madera, y del techo colgaba un candelabro que se encontraba apagado. Lo que se llevó toda mi atención fue una ventana enorme con unas barras decorativas de metal que hacían varias formas, y con una con repisa con algunos libros que reposaban encima.

- Es bonito, pero tampoco tienes que poner esa cara- comentó con gracia, sacándome de mi ensoñación.

- Estás de broma, ¿no? Mi salón es más pequeño que esto.

- Exageras.

- No, no lo hago.

- Ya te digo yo que sí.

- ¿Tienes botiquín?

- Sí...- contestó algo descolocado por el repentino cambio de tema.

- No me mires así, te recuerdo que te estás desangrando.

Me señaló con la mano una puerta, que suponía que era el baño, así que entré y cogí el pequeño botiquín. Cuando volví a la habitación, lo puse al lado de Giovanni, y lo abrí.

- Déjame ver. La herida- aclaré, después de una pequeña pausa.

- No hace falta, llamaré a alguien.

- Insisto.

Después de unos segundos suspiró, rendido.

- Por favor, no me mates- burló.

- Si sigues así, me lo voy a plantear- bromeé, poniéndome delante suyo a la vez que me agachaba-. Parece que no hay agujero de salida.

- ¿Parece?

Nuestro testigo, la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora