Alexis Moore
- Entiendo que mi casa es bonita, pero ¿qué te parece si entramos? Me estoy desangrando.
- Sí, sí, perdona- hablé saliendo del trance- ¿Por dónde?
- Sube las escaleras- murmuró.
Aun con su brazo por encima de mis hombros, me dirigí hacia las escaleras, que estaban a la izquierda, a la derecha había un salón en el cual no me fijé, y las empecé a subir con algo de dificultad por tener más peso encima. Al pasar 10 minutos y subir como mínimo 4 pisos, llegamos a un pasillo donde me dijo que parara.
- Por fin- suspiré cansada.
- Exagerada- burló.
- Intenta subir cuatro pisos con el doble de tu peso, déjame decirte que no es tan fácil.
Se rio, mientras negaba un poco con la cabeza.
- Última puerta a la derecha.
Sin decir nada, empecé a caminar por el pasillo hasta llegar a la última puerta, en la cual había un pequeño aparato en la puerta para poner un código.
- ¿Qué es esto? ¿Una cámara acorazada?- pregunté sarcástica viendo la puerta de metal, la única, ya que las demás eran de madera.
- 08125- habló.
Puse el código y sonó un pitido a la vez que se iluminaba una pequeña luz verde, y poco a poco la puerta se abrió sola.
- Y no. Es mi habitación- dijo cuando pude ver toda la estancia. Supongo que se dio cuenta de mi cara, así que continuó-. No me seas malpensada.
Reí.
- ¿Por qué tienes tu habitación con código?- cuestioné mientras lo sentaba en la cama que se encontraba justo en el medio, y aprovechaba para detallar el resto.
Toda la decoración era bastante antigua. Había un escritorio de madera oscura con un portátil encima, y una silla a conjunto. Las paredes eran de madera, y del techo colgaba un candelabro que se encontraba apagado. Lo que se llevó toda mi atención fue una ventana enorme con unas barras decorativas de metal que hacían varias formas, y con una con repisa con algunos libros que reposaban encima.
- Es bonito, pero tampoco tienes que poner esa cara- comentó con gracia, sacándome de mi ensoñación.
- Estás de broma, ¿no? Mi salón es más pequeño que esto.
- Exageras.
- No, no lo hago.
- Ya te digo yo que sí.
- ¿Tienes botiquín?
- Sí...- contestó algo descolocado por el repentino cambio de tema.
- No me mires así, te recuerdo que te estás desangrando.
Me señaló con la mano una puerta, que suponía que era el baño, así que entré y cogí el pequeño botiquín. Cuando volví a la habitación, lo puse al lado de Giovanni, y lo abrí.
- Déjame ver. La herida- aclaré, después de una pequeña pausa.
- No hace falta, llamaré a alguien.
- Insisto.
Después de unos segundos suspiró, rendido.
- Por favor, no me mates- burló.
- Si sigues así, me lo voy a plantear- bromeé, poniéndome delante suyo a la vez que me agachaba-. Parece que no hay agujero de salida.
- ¿Parece?
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Nuestro testigo, la Luna
Teen Fiction"Cuando abres el baúl de los recuerdos para sacudirlo, son los recuerdos los que terminan sacudiéndote a ti", Claudia Marcela Palacio Bueno. Siempre pensé que este tipo de frases eran tonterías, frases sentimentalistas que la gente utilizaba para g...