Capítulo 36

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Giovanni DeLuca

- ¿Nos vemos mañana?- me preguntó Lex, apoyada en la ventanilla de mi coche.

- Cuenta con ello- sonreí, antes de sujetarla de la nuca y atraerla hacia mis labios. Ella no puso ninguna objeción, sólo llevó sus manos hasta mis hombros, apretándolos levemente. Jadeé al notar como mordía mi labio, tomándome totalmente por sorpresa, por lo que hice más firme mi agarre, advirtiéndola. Cuando nos separamos para respirar, la miré pasándome la lengua por el labio.

- Yo si fuera tú no me arriesgaría de esa manera- al ver su cara de confusión, aclaré-. No me provoques. Sobre todo sabiendo que tu hermano está dentro, y creo que sabes de sobra que no tengo mucho autocontrol.

- A lo mejor habría que comprobarlo- contestó mordiéndose el labio.

Sonreí de lado, pero cuando me dispuse a hablar, se escuchó un grito de su hermano, que estaba apoyado al lado de la puerta con una cara bastante seria.

- ¡DeLuca, aleja las manos de mi hermana!

Lex se alejó y se pasó las manos por la cara, intentando ocultar la vergüenza, a la vez que yo reía por lo bajo.

- Lo siento.

- Tranquila, no pasa nada. Hasta mañana.

Le guiñé un ojo, arranqué el coche y, cuando ella estaba distraída, la cogí del brazo atrayéndola hacia mí y le di un rápido beso, después aceleré y me fui, antes de que pudiera reaccionar.

El camino hacia mi casa fue muy tranquilo, estuve escuchando algo de música y recordando la cena, que había ido mucho mejor de lo que me esperaba, a su madre parecía caerle muy bien, pero aún me llevaría algo de tiempo que Dylan se acostumbrara a tenerme por ahí, porque no estaba en mis planes alejarme de Lexi. Aún no había reunido el coraje suficiente para decírselo, pero tenía claro que la quería como nunca antes había querido a alguien.

Dejé de divagar al darme cuenta de que estaba llegando a mi casa, pero me llevé una sorpresa al ver un coche aparcado fuera. Les había dado el día libre a mis guardaespaldas, así que no tenía que haber nadie, me fijé en que tanto la verja principal como la puerta habían sido forzadas. Cuando me bajé del coche, con el arma en la mano, preparado para meter un tiro a alguien si fuese necesario, caminé hasta la puerta y la abrí de golpe, mirando para todos lados. De repente, noté como alguien me sujetaba el cuello desde detrás intentando cortarme la respiración, pero conseguí reaccionar rápido, y me encogí sujetando a esa persona por los brazos y haciendo fuerza yo también, paso por mi espalda dando una especie de voltereta y terminando en el suelo, después de romper la mesa de madera sobre la que había caído, que por cierto, era nueva.

Apunté a esa persona que estaba boca abajo, con la pistola y esperé a que se diera la vuelta, pero como no lo hizo, decidí acercarme y lo sujeté de la chaqueta girándolo de manera brusca. Al ver su cara, sentí como la sangre desaparecía de mi cuerpo, y una cantidad inexplicable de emociones, la mayoría negativas, me embargaban el pecho.

- Papá...

- Una manera un poco agresiva de recibir a tu viejo- me estiró la mano para que lo ayudara a levantarse, pero no me moví... Unos segundos después se puso de pie él solo, y se sacudió un poco el polvo del traje.

- ¿Qué haces aquí? ¿No tenías pendientes unos negocios en Bulgaria?, me dijiste que tardarías alrededor de un año.

- ¿No puedo venir a ver a mi hijo porque me apetezca verte?, ni que fuera un...

- No. Tu presencia significa que, o ha pasado algo, o quieres algo de mí- abrió la boca, pero yo continué-. Y no intentes negarlo, así que, ¿qué te parece si dejas de ir con rodeos y vas directo al grano?

Nuestro testigo, la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora