Giovanni DeLuca
- ¿Entonces, tenemos un trato?- pregunté mirando a los hombres trajeados, sentados delante de mí, en mi despacho.
Se miraron entre ellos seriamente.
- Lo tenemos- contestó uno sin apartar los ojos de mí.
- Bien, les enviaré las coordenadas en las que nos encontraremos, es un almacén. Los veré allí en dos días a las...
Todos dirigimos nuestras miradas al móvil que había encima de la mesa y empezó a vibrar.
Lo cogí dispuesto a colgar, pero cuando vi el nombre de la persona, acepté la llamada al segundo.
- Oye, luego te llamo, que me pillas algo ocupado ahora mismo...
- Ayuda... Por favor- oí que susurró débilmente.
- ¿Alexis?
No me contestó, me levanté de golpe repitiendo varias veces su nombre, pero seguía sin contestarme.
Me acerqué a la puerta, bajo la atenta mirada de mis acompañantes, donde se encontraba uno de mis hombres de seguridad.
- Localiza de dónde proviene la llamada, ahora- asintió, y salió por la puerta.
Me di la vuelta, viendo como todos tenían una mirada confusa en sus rostros.
- Lo siento mucho, pero les voy a tener que pedir que se retiren.
- ¿Va todo bien?
- Me ha surgido algo, ya les enviaré todos los datos que necesitan saber sobre el sitio donde nos encontraremos.
- Perfecto.
Se levantaron y me estrecharon la mano, pero el último, al contrario que los otros, que habían salido por la puerta, se quedó quieto, mirándome.
- Espero que esté todo bien con su novia- intenté hablar, pero no me dejó-. Y no intenté negármelo, se lo he visto en la cara. Suerte.
Justo cuando salió, entraron varios de mis hombres y uno de ellos, iba con un ordenador en la mano, el cual dejó en la mesa al llegar a mi lado.
- ¿Qué tenéis?
- Hemos triangulado la señal del teléfono, está en medio de una calle en un barrio residencial deshabitado desde hace bastantes años.
- Bien, envíame las coordenadas- hablé, mientras salía corriendo de la habitación.
Me dirigí hacia una de las furgonetas que había y me senté en el asiento del copiloto. Al segundo de cerrar la puerta, Leo arrancó y yo puse la dirección en el GPS.
- ¿Alguna idea de lo que ha pasado?- me preguntó, acelerando hasta llegar a los ciento cincuenta kilómetros por hora.
- Ni idea, solo me ha pedido ayuda. Creo que se ha podido desmayar
Nos movíamos de un lado al otro con violencia, a causa de las ramas y la alta velocidad a la que íbamos. Cuando conseguimos salir del bosque y llegamos a la carretera, Leo pisó aún más el acelerador.
- Estamos a tres calles- avisó.
Pude ver a lo lejos la figura de una persona desplomada en el suelo.
- Mierda- susurré.
- Lo veo.
Frenó de golpe a un par de metros, haciendo que nos moviéramos hacia delante con brusquedad. Ni siquiera lo pensé, cuando salí con rapidez del coche y me dirigí hacia esa figura, con Leo detrás de mí.
ESTÁS LEYENDO
Nuestro testigo, la Luna
Teen Fiction"Cuando abres el baúl de los recuerdos para sacudirlo, son los recuerdos los que terminan sacudiéndote a ti", Claudia Marcela Palacio Bueno. Siempre pensé que este tipo de frases eran tonterías, frases sentimentalistas que la gente utilizaba para g...