Alexis Moore
Había perdido la cuenta de los minutos en los que llevábamos en la misma posición, pero nos seguíamos aferrando la una a la otra con la misma fuerza.
- Oye, no es que me queje, pero me está empezando a costar respirar- dijo Rose con la voz un poco entrecortada, haciendo que soltara una pequeña risa mientras nos separábamos, ambas con los ojos llorosos.
- ¿Sabes? Has cambiado bastante en 5 años, antes tenías el pelo totalmente rubio- hablé cogiendo un mechón de pelo, soltó una risa.
- Bueno, tú tampoco te quedas atrás, tu pelo está más oscuro y decías que nunca te lo cortarías por los hombros, pero mírate- sonrió-. Por cierto, no sé si te acuerdas de que no me gustaba que me tocaran el pelo- asentí-, pues sigue siendo así.
Solté una carcajada, mientras nos alejábamos completamente. Vi como tenía el rímel un poco corrido, así que con el pulgar borré un poco el exceso.
- ¿Eres consciente de qué tengo un espejo a menos de dos pasos?
- Sí, pero me da igual.
Nos quedamos en silencio, cada una en sus pensamientos, hasta que caí en algo.
- Espera un momento. Hace unos días me encontré con Sean, es imposible que sea el mismo Sean que escuchaba música punk a todo volumen y que te llenó el cuarto de arañas falsas cuando teníamos doce años.
- Pues sí que es posible. Justo después de mudarnos aquí cambió radicalmente, la verdad, a mi madre y a mí también nos impactó.
Asentí comprendiendo de lo que hablaba.
- He pensado en algo- habló.
- ¿Qué brillante idea tienes ahora, querida Rose?- pregunté en un tono divertido.
- Dudo que con lo idiotas que son nuestros hermanos se hayan dado cuenta, así que, podríamos...
- Quedar los cuatro- interrumpí.
- Exacto- aseguró con una sonrisa-. Aún me da mal rollo este tipo de telepatía que tenemos.
- Pues a mí me hace gracia.
- Como todo- rio.
- Qué graciosa- dije con sarcasmo, para después empezar a reír.
Nos callamos cuando la puerta se abrió y entró una chica que nos sonrió, para entrar después en uno de los cubículos. Rose me hizo una seña con la cabeza para que saliéramos, a lo que yo asentí.
- ¿Dónde quedamos?
- ¿Te parece en la cafetería en la que nos vimos cuando llegué al pueblo?- consulté.
- Sin problema. ¿Cuándo te va bien?
- Cualquier día, no he cambiado en lo de no tener casi vida social- reí.
- No me extraña... ¿Mañana a las siete?
- ¿De la mañana o de la tarde?- interrogué con burla, mientras caminábamos.
- De la tarde, obviamente. A mí ni Dios me despierta a las siete de la mañana.
- Cierto, casi se me olvida que estoy hablando con la persona que puede dormir hasta las cuatro de la tarde sin problemas- declaré con burla.
- En mi defensa diré que me voy a dormir bastante tarde.
- Excusas...- canturreé mientras pasaba por delante suyo y ella seguía riéndose.
***
- ¡Dylan!- llamé mientras me acercaba.
- Lex, ¿te llevo a casa?- preguntó.
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Nuestro testigo, la Luna
Novela Juvenil"Cuando abres el baúl de los recuerdos para sacudirlo, son los recuerdos los que terminan sacudiéndote a ti", Claudia Marcela Palacio Bueno. Siempre pensé que este tipo de frases eran tonterías, frases sentimentalistas que la gente utilizaba para g...