Alexis Moore
- Oye Lex, ¿me ayudas con las cajas?
- ¿No qué podías solo?
- Calla y ayúdame.
Cogí dos de las cajas que llevaba, entré en la casa y las dejé en la cocina.
- Dylan, ¿sabes dónde está mi teléfono?- preguntó mi madre, empezando a rebuscar en su bolso.
- Creo que lo has dejado en tu chaqueta.
Se dirigió hacia la encimera donde estaba la chaqueta, pero antes de llegar, se tropezó con unas cajas cayendo al suelo. Me mordí el labio intentando no reírme.
- Ni se te ocurra reírte- me señaló con el dedo.
Mi madre y yo nos miramos antes de empezar a reír.
- Señoras y señores, el premio al hermano más torpe del año es para... ¡Dylan Moore!
- Yo no hablaría tanto Lex, por lo menos yo no me estoy chocando con las puertas cada cinco minutos.
- Eso también es cierto- dijo mi madre-. Bueno, dejaos de tonterías y seguid trayendo las cosas, que aún nos quedan muchas cajas. Venga, moveros.
Unos minutos después, mientras íbamos entrando y saliendo de la casa cargados de cosas, Dylan me llamó.
- ¿Nerviosa?
- ¿Por?- cuestioné algo confundida.
- Bueno, en nada comienzas la universidad, sería raro si no estuvieras nerviosa.
- Ya bueno, ¿estás tú nervioso por repetir el año?
- En realidad no, y ya sabes que repito a causa de la mudanza, no porque estudie mal.
- Ya lo sé, solo me estoy burlando, tranquilo- reí mientras levantaba las manos en señal de paz.
Vi cómo se quedaba en silencio, mirando alrededor. Al pasar unos segundos, se acercó a la ventana, suspiró y se pasó la mano por su castaño pelo, igual al mío.
- ¿Todo bien?- cuestioné.
- Sí... es solo que me costará adaptarme a esto.
- No hay tanta diferencia de Londres a Bibury, solo que no hay tanta gente, pero por lo demás es más de lo mismo.
- Sabes que no me refiero a eso.
Lo sabía, pero no pensaba hablar de ese tema, por mucho que me insistiera, no lo haría. Me di la vuelta para irme de allí, pero su voz me paró.
- En algún momento tendremos que hablar de ello, no te lo puedes guardar dentro, terminará por carcomerte.
- No te preocupes por eso, en el supuesto caso de que pasara es mi problema, no el tuyo- hablé de espaldas, sonando más borde de lo que pretendía. Sentí sus ojos cafés clavados en mi nuca.
- Lo sé, y entiendo que te puede costar hablar de ello, pero no pienso dejar que mi hermana se hunda en su propia miseria.
Me quedé quieta unos segundos antes de salir sin querer escuchar una palabra más de lo que me dijera. Odiaba la compasión, lo único que pedía era que me dejaran solucionar mis problemas a mí misma, ¿acaso era tan difícil de entender? Comprendía perfectamente que lo único que quería Dylan era ayudarme, pero estaba harta de que la gente me tuviera lástima.
Me apoyé en el coche y fijé la vista en el bosque que estaba en la parte de atrás de la casa, respiré hondo un par de veces cerrando los ojos.
- ¿Ha vuelto a sacar el tema?- oí que me preguntó mi madre a mi lado, ni siquiera me había dado cuenta de cuando había salido de la casa.
- Sí- contesté sin mirarla.
Suspiró.
- Sabes que Dylan es así, hablar con alguien le ayuda a desahogarse.
- Lo entiendo, de verdad que lo hago, pero prefiero lidiar con mis problemas sola, y tener a alguien recordándomelo cada 10 minutos no me ayuda.
Pasó su brazo por mis hombros atrayéndome hacia ella, haciendo que apoyara mi cabeza en su hombro mientras me acariciaba el brazo.
- Siento que hayáis tenido que pasar por todo esto.
- No te disculpes, no es tu culpa. Todos hemos sufrido- dije girándome a mirarla.
- Por lo menos, tenemos la oportunidad de empezar de cero y superarlo.
- Si es que algún día lo hago...- susurré tan bajo que mi madre no lo escuchó, y menos mal.
***
Dos horas. Ese era el tiempo que llevaba intentando dormirme y no había manera. Eran las tres de la mañana, y no podía pegar ojo, así que harta de dar vueltas en mi cama, me dirigí hacia la puerta trasera de la casa para salir y tomar el aire, a ver si de esa manera me entraba el sueño. Una vez fuera, noté como una pequeña brisa proveniente del bosque me acariciaba la piel haciendo que cerrara los ojos, aunque no duró mucho, ya que el crujido de una rama hizo que los abriera de golpe. Mi vista se clavó entre medio de unos árboles, dónde las hojas aún se movían, posiblemente, por el movimiento de algo o alguien. Di unos pasos acercándome cada vez más al bosque.
"Así es cómo empiezan todas las películas de terror. No creo que sea una buena idea" pensé.
Volví a escuchar movimiento esta vez más cerca, así que, sin pensármelo dos veces, me adentré en el terreno boscoso, aun sabiendo que muy probablemente me arrepentiría.
Después de unos pocos minutos caminando, en los que el viento había aumentado y chocaba violentamente contra mi cara, empecé a oír respiraciones pesadas. Llegué hasta una especie de llanura, dónde había un hombre agachado, con una mano apoyada en el suelo y la otra escondida detrás suyo. Iba a retroceder para salir de allí sin que me escuchara, no me daba buena espina y mejor prevenir que curar... Y como siempre, hay un pero, al parecer el universo no estaba de mi parte ese día, porque mi móvil sonó, avisándome de que me había llegado una notificación.
Mierda.
Levantó la cabeza y sus ojos verdosos, que resaltaban a causa de la luz de la Luna, recorrieron todo mi cuerpo antes de volver a subir y que nuestras miradas chocaran, la mía nerviosa, y la suya divertida, aunque no tenía muy claro por qué.
- ¿Puedo ayudarte en algo?- preguntó, poniéndose de pie, aun con la mano escondida.
Me di cuenta de que incluso siendo yo bastante alta, me sacaba como mínimo una cabeza, podría medir dos metros tranquilamente.
- No, gracias- carraspeé-. Solo estaba dando una vuelta.
- ¿Admiradora de los paseos nocturnos?- asentí- No te había visto nunca por el pueblo.
- No me extraña, me acabo de mudar.
- ¿De dónde?
- No te ofendas, pero no te pienso dar ese tipo de información. No te conozco de nada.
En realidad era porque no me fiaba un pelo de él, pero no iba a decírselo, sonaría demasiado borde y grosero.
- Eso puede cambiar.
- Cierto, pero no va a pasar.
Comencé a caminar para dirigirme hacia mi casa, pero lo que me dijo hizo que frenara y se me pusiera la piel de gallina.
- ¿Cómo estás tan segura de eso, Alexis?
Lo miré por encima de mi hombro.
- ¿Cómo sabes mi nombre?- susurré lo suficientemente audible para que lo escuchara. Rio.
- Creo que ese es el menor de tus problemas.
Sin apartar sus ojos de los míos, dio unos pasos hacia atrás con una sonrisa arrogante, antes de girarse y adentrarse en el bosque. No me moví ni un milímetro, aún procesaba lo que acababa de pasar.
Por mi cabeza solo pasaba una pregunta: ¿Quién era ese hombre y cómo me conocía a mí? E ahí el dilema: ¿investigarlo o pasar de él? Dicen que la curiosidad mató al gato, pero yo no era un gato, y además, estaba dispuesta a arriesgarme.
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Nuestro testigo, la Luna
Ficção Adolescente"Cuando abres el baúl de los recuerdos para sacudirlo, son los recuerdos los que terminan sacudiéndote a ti", Claudia Marcela Palacio Bueno. Siempre pensé que este tipo de frases eran tonterías, frases sentimentalistas que la gente utilizaba para g...