Capítulo 33

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Desconocido

- Por favor, señor, tenga piedad. Entiéndame, tengo una familia a la que mantener, hice lo que tenía que hacer para sobrevivir. Le juro que no sabe cuánto lo lamento. No volverá a ocurrir. ¡Se lo suplico!- el hombre frente a mí, con las piernas y los brazos atados a la silla de madera, sollozaba con fuerza.

- No te preocupes- solté una risa un tanto macabra-. Yo mismo me encargaré de que no vuelva a ocurrir- di un par de pasos hasta quedar a menos de medio metro de él-. Hace años nos juraste fidelidad, y prometiste que darías todo de ti mismo por nosotros. Hoy, has roto ese juramento, y lo pagarás... con tu vida.

Oí como alguien entraba en la habitación, mas no me giré a mirarlo, ya que sabía perfectamente quién era. Ignorando su presencia, saqué el cuchillo que tenía guardado en la cintura y se lo pasé por el cuello lentamente, provocando que saliera un pequeño hilo de sangre y que el hombre frente a mí jadeara. Volví a pasar el arma por su cuello, pero esta vez de forma más profunda, y en cuestión de segundos empezó a salir sangre a borbotones, manchándome la camisa en el proceso. Sus ojos se abrieron como platos dándose cuenta de que esos eran los últimos minutos que le quedaban de vida, a la vez que una sonrisa empezaba a plasmarse en mi cara.

- Vas... a ir... al infierno- habló con dificultad, le quedaban como mucho un par de segundos antes de desangrarse totalmente.

- ¿De dónde crees que vengo?

Cerró lentamente los ojos dejando caer su cabeza hacia un lado, le tomé el pulso y reí cuando me di cuenta de que estaba definitivamente muerto, por lo que pateé la silla haciendo que cayera de lado.

- ¿Ya te has divertido lo suficiente? Tenemos cosas que hacer- lo miré mientras rodaba los ojos y daba un par de pasos hacia él.

- No seas un aguafiestas, el próximo te lo dejo a ti- le iba a dar una palmada en el hombro, pero antes de que pudiera hacerlo, sujetó mi mano con fuerza y me alejó.

- No me toques. No me apetece tener la camisa manchada de sangre.

- Claro...- respondí irónicamente.

Empecé a caminar notando que me seguía a un par de metros en silencio. Cuando llegamos a mi despacho me senté en el escritorio, en cambio, él se apoyó en la pared con los brazos cruzados.

- ¿A qué viene esa mala leche?- pregunté con el ceño fruncido.

- No es nada importante, solo estoy algo estresado con todo este asunto, ya sabes.

- No tienes de qué preocuparte, todo saldrá según lo planeado, como siempre.

- Ya bueno, ese egocentrismo tampoco ayuda mucho- susurró, aunque conseguí oírlo.

- Señor, tiene que ver esto- la puerta se abrió de golpe dejando ver a uno de mis hombres.

- ¿Se puede saber por qué no llamas a la puerta?

- Lo siento, señor, es que es importante, y me han dicho que se lo enseñé ahora mismo sin importar si estaba ocupado o no...

- Déjalo, ¿que tienes?

- La chica, Alexis Moore, ha encontrado los vídeos de las cámaras de seguridad de la comisaría, donde salen los tres soplones, y se ha dado cuenta de la relación que tienen con el agente Hardy, es decir...

- Paul. Ya sé quien es, yo mismo le dije que se pusiera ese nombre.

- Eso... De alguna manera, no sé cómo, ha conseguido recuperar el vídeo eliminado.

Me pasé una mano por la frente sintiendo como la ira comenzaba a burbujear en mi cuerpo, hasta que no me pude contener y me levanté con rapidez estampándolo con fuerza contra la pared, a la vez que lo sujetaba por el cuello.

Nuestro testigo, la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora