Capítulo 22

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Alexis Moore

- Ey, ey. No pueden detenerla- se acercó corriendo Giovanni cuando salimos de la casa conmigo esposada.

- De hecho, si podemos. La señorita Moore ha interferido en una investigación criminal en curso.

- ¿Perdone? Si no he hecho nada- me quejé.

- Nos dijo que no conocía a la víctima, ha mentido a los federales. Eso es un delito- habló Ortiz.

- Les he dicho la verdad, nunca hablé con él.

- Si eso es cierto, ¿por qué tenemos un testigo muy fiable que asegura haberlos visto discutiendo? Dice que el chaval la amenazó diciéndole que tenía que entregarle diez mil libras.

- Eso es mentira.

- Ya, eso dicen todos- contestó el agente, rodando los ojos.

Ortiz abrió la puerta trasera del coche para meterme dentro, pero Giovanni lo sujetó por el brazo haciendo que frenara y lo mirara.

- ¿Se puede saber qué hace?- preguntó el agente seriamente.

- Ella no fue, tiene una coartada.

- En realidad no, estuvo sola- habló Clain.

- ¿Según quién? ¿Usted?- ironizó.

- No, ella nos dijo que estuvo leyendo.

- Exacto, y yo estaba con ella- concluyó sin apartar la mirada del agente.

Intenté ocultar mi sorpresa al escuchar las palabras que acababa de soltar.

- ¿A las 2 de la mañana?

- Sí, estuvimos leyendo algunos clásicos.

- Si eso es cierto, díganme, ¿qué leyeron?- preguntó el compañero sin quitarnos los ojos de encima a ninguno de los dos.

Mi mirada chocó con la de Giovanni, y fue como si nos lo hubiéramos dicho el uno al otro por telepatía.

- Sentido y Sensibilidad- dijimos al unísono.

Escuché como los dos agentes soltaban un suspiro.

- ¿Por qué no nos dijo que estuvo con el señor DeLuca?- preguntó Ortiz.

- Por si no lo recuerdan bien, ustedes no preguntaron si estuve con alguien, solo que estaba haciendo, además de que se me olvidó.

Al ver que no tenían ningún motivo, me sacaron las esposas y sin decir ni una palabra, se acercaron a unos agentes vestidos de uniforme con un par de cajas. Giovanni se acercó y me sujetó por los hombros para que lo mirara.

- ¿Estás bien?

- Sí, sí, perfectamente- hablé, y al acordarme de algo continué-. Oye, necesito que me cubras- susurré para que solo él me escuchara.

- ¿De qué hablas?- cuestionó extrañado.

- Hay algo en mi habitación, y como lo encuentren estoy acabada, necesito que me cubras mientras lo voy a buscar.

- ¿Pero tú estás loca?

- Escúchame- lo sujeté del brazo-, no te lo pediría si no fuera importante, confía en mí.

Me miró fijamente durante unos segundos hasta que soltó un sonoro suspiro mientras se pasaba la mano por el pelo despeinándolo un poco.

- De acuerdo, pero date prisa.

Le sonreí le apreté ligeramente la mano en señal de agradecimiento. Salí corriendo y me acerqué a la parte trasera, justo a donde daban las ventanas de las habitaciones. Cogí la escalera que había escondida entre las hojas, la apoyé debajo de mi ventana y empecé a subir. Una vez arriba, deslicé la ventana y entré. Sigilosamente, para que no se escucharan mis pisadas, me dirigí hacia mi cama, donde justo debajo estaba la alfombra, la moví hacia un lado y di unos golpecitos en distintas zonas de la madera, hasta que escuché que estaba hueco. Cogí unas tijeras de mi escritorio y las pasé por el lado de esa madera, e hice palanca, provocando que esta se levantara fácilmente. Metí la mano y cuando la encontré, cogí la carpeta. Lo volví a dejar todo en su sitio y salí con rapidez por dónde había entrado, dejé la escalera en el suelo y la tapé con hojas y ramas. Me puse la carpeta debajo de la camiseta y, sin que nadie me viera, me acerqué al coche de Giovanni para aparentar que llevaba todo el tiempo allí. Dirigí mi mirada hacia la izquierda, y me encontré al susodicho pidiéndole disculpas a un agente, al parecer le había tirado una taza de café encima "sin querer".

Nuestro testigo, la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora