Desconocido
No paraba de dar un golpe tras otro, cada cual con más intensidad que el anterior, notando el sudor caer por mi espalda y pecho. Sólo se escuchaban mis respiraciones agitadas y el chirrido de las cadenas que sujetaban el saco de boxeo al techo. Oí como se abría la puerta y los pasos relajados de alguien, pero lo ignoré completamente.
- No entiendo por qué estás tan estresado, la verdad- habló Dylan Moore, despreocupadamente, apoyándose en la pared, haciendo que le diera una rápida mirada, pero aun así, no paré de golpear el saco.
- Hay muchas cosas que no entiendes- exhalé con fuerza-, pero yo no me relajo hasta que esté todo acabado y todos los cabos estén atados. Aún queda mucho por hacer para que mi plan tenga éxito.
- Aún así, pensaba que habiéndonos librado del italiano, estarías más tranquilo.
Dejé de moverme, y me acerqué hasta la silla donde había dejado mi toalla, para pasármela por la cara y por el cuello. Sintiendo sus ojos en mí, caminé hasta su lado, y me senté en el suelo, cosa que él hizo después.
- No te voy a negar que es un alivio no tenerlo tocando las narices cada cinco minutos, pero de todas formas, como ya te he dicho, quedan cosas por hacer- bebí de mi botella de agua.
- ¿Me vas a decir cuál se supone que es ese plan tuyo? Hablas mucho de eso, pero aún no me has contado para que es, a quién implica, como se supone que lo vas a llevar a cabo... Básicamente, no sé nada, y sabes que la incertidumbre es lo que más odio en este mundo.
Solté una carcajada sabiendo que eso era muy cierto, y dejé caer la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados.
- Todo a su debido tiempo, lo sabrás en el momento adecuado.
- Y ese momento no será cercano, ¿o me equivoco?- negué, a lo que suspiró- Entonces te dejo que continúes entrenando.
Se levantó y salió del gimnasio volviéndome a dejar solo. Para animar un poco el ambiente, puse música por el altavoz, antes de ajustarme las cintas de los nudillos y volver a dar golpes al saco.
Normalmente, entrenaba para relajarme y para conseguir tener la mente en blanco durante, al menos, un rato, pero ese día, no estaba teniendo los resultados que quería. Mi mente no paraba de recordarme a DeLuca, sabía que me había librado de él y que era poco probable que Lexi lo fuera a buscar, sobre todo, teniendo en cuenta como acabaron, pero aun así, había una parte de mí, que tenía el presentimiento de que me lo volvería a cruzar, y no en un futuro muy lejano.
De un momento a otro, la cara del chico italiano fue sustituida por la de Lexi, provocando que una pequeña sonrisa apareciera en mi rostro, irremediablemente. Esos ojos que siempre miraban a su alrededor con curiosidad; su pálida tez con algunas pecas en los brazos; sus delicadas manos que, aunque no lo pareciera, eran capaces de dar muy buenos golpes; sus mejillas que casi nunca se teñían de rosado, pero cuando lo hacían, le daban un aire adorable; y no me podría olvidar de sus labios carnosos, con los cuales fantaseé más de una vez, y que tenía demasiadas ganas de besar y adorar.
No me fijé en que tenía la piel de los brazos erizados, al igual que el pelo de la nuca. Ese era el efecto que tenía Alexis Moore sobre mí, me podía poner a su disposición con solo pensar en ella, y ya ni hablar de su presencia. Entonces noté unas manos que pasaban por mi espalda, acariciándola, haciendo que frenara de golpe, y se dirigieron a mis hombros, para después bajar por mis brazos. Tenía las uñas un poco largas, y al pasarlas, me daban escalofríos, pero a la vez dejaban marcas ante la ligera presión ejercida. Miré mis antebrazos, justo donde estaban esas manos, y pude ver como quedaban un poco rojos. Me di la vuelta, lentamente, y clavé los ojos en los de la chica enfrente de mí, aunque tuve que agachar un poco la cabeza por la diferencia de altura.
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Nuestro testigo, la Luna
Teen Fiction"Cuando abres el baúl de los recuerdos para sacudirlo, son los recuerdos los que terminan sacudiéndote a ti", Claudia Marcela Palacio Bueno. Siempre pensé que este tipo de frases eran tonterías, frases sentimentalistas que la gente utilizaba para g...