Rebeca Roberts
Cerré los ojos haciendo parecer que estaba dormida cuando mi madre abrió la puerta de mi habitación, me observó durante unos segundos antes de cerrar la puerta con suavidad. Oí sus pasos hasta la habitación del final del pasillo y cómo crujía la cama cuando se estiró. Esperé veinte minutos mirando al techo, en silencio, y fue cuando los ronquidos de mi padre resonaron por las paredes y no escuché a mi madre quejarse, que supe que ambos se encontraban profundamente dormidos. Me levanté y me puse las bambas deportivas, antes de colocar la mochila en uno de mis hombros y salir de casa. Caminé un rato hasta adentrarme en el terreno boscoso que había detrás de las casas, hasta que a la lejanía pude vislumbrar la furgoneta negra que conseguí robar a un anciano de Londres. Arranqué y con algo de dificultad conseguí salir de allí, para dirigirme a la autopista y un rato después vi el cartel que decía: "Gracias por visitar Bibury. Vuelva pronto". Solté un fuerte suspiro a la vez que miraba por el espejo retrovisor interior, asegurándome de que no hubiera nadie me estuviese siguiendo.
Un par de horas después, llegué a las coordenadas exactas que tenía apuntadas en el teléfono, dándome cuenta de que estaba en un puerto, concretamente en Cardiff. Aparqué en un descampado donde no había nadie, excepto por los dos hombres que había en una esquina, probablemente teniendo en manos un negocio no muy legal. Los ignoré, igual que ellos a mí, y me metí en la parte de atrás del vehículo donde había varios ordenadores, me senté delante de uno de ellos y me puse los auriculares, dándole al play y haciendo que pudiera escuchar la conversación que se mantenía en una fábrica abandonada, a un par de kilómetros de donde me encontraba. Presté más atención al escuchar una especie de discusión que no se entendía muy bien, pero después de cambiar un par de cosas en la configuración del ordenador pude escuchar perfectamente todo.
- Tenéis que terminar de preparar los cargamentos, mañana vendrán los compradores a revisar que todo esté en orden. Por cierto, espero que os hayáis encargado de limpiar toda la basura que había en el club.
Obviamente, sabía a qué club se refería, era uno que había en el centro de Londres, de ahí sacaban gran parte de su fortuna, había de todo: prostitución, armas, drogas... aunque desde fuera parecía totalmente normal. Y estaba segura de que esa basura de la cual hablaba se refería era de las chicas que se habían pasado de listas la semana pasada amenazándolos, les dijeron que en vez del cinco por ciento de las ganancias del club, querían el quince y que si no cedían, los denunciarían a la policía, ellos tenían mucho más a perder, así que no me sorprendería que las hubieran matado.
- Totalmente, esas chicas no podrán decir nada, incluso si resurgieran de la muerte, dudo que se las pudiera entender sin lengua.
- Buen trabajo, no te olvides de que aparte de la droga tenemos que preparar las cajas con las armas para subirlas al avión y enviarlas a Estados Unidos. Te recuerdo que son pistolas de calibre 9, 32 y 45, escopetas, fusiles, rifles y ametralladoras.
- De acuerdo señor, y por cierto, uno de los compradores me ha dicho que quiere pedir una pequeña dosis de fentanilo para ver que tan bueno es, y así saber si le conviene comprarla.
- Ya me encargaré de eso después, tú estate pendiente de que no se equivoquen con los cargamentos, lo último que quiero y necesito es ganarme mala fama por clientes descontentos.
Dejé de prestar atención cuando empezaron a debatir sobre la subida de precios de sus productos, y me quité los auriculares. Saqué el mapa de la fábrica que pude imprimir en gran tamaño en la oficina de mi padre, aprovechando que era arquitecto, y estuve la siguiente media hora intentando memorizarlo y marcando algunos puntos por si tenía que hacer una huida de última hora, no era una muy buena idea hacer eso yo sola y sin ningún tipo de apoyo, pero no tenía claro en quién confiar y en quién no.
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Nuestro testigo, la Luna
Teen Fiction"Cuando abres el baúl de los recuerdos para sacudirlo, son los recuerdos los que terminan sacudiéndote a ti", Claudia Marcela Palacio Bueno. Siempre pensé que este tipo de frases eran tonterías, frases sentimentalistas que la gente utilizaba para g...