Capítulo 38

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Alexis Moore

Me desperté de golpe al oír un ruido en el piso de abajo, y al mirar la hora, me di cuenta de que eran pasadas las dos de la mañana. Supuse que sería mi madre volviendo de trabajar, ya que nos había enviado un mensaje avisándonos de que no la esperáramos porque llegaría bastante tarde, pero aun así, decidí bajar para comprobar que era ella, por si acaso. Me levanté de la cama, y bajé las escaleras frotándome los ojos y peinando un poco mi pelo con los dedos. Una vez estuve abajo, pude ver a Dylan en la cocina, vestido con ropa deportiva y hablando con alguien por teléfono.

- ¿De qué hablas?- preguntó, y estuvo unos minutos callado en los que, supongo, la persona al otro lado de la línea estuvo hablando. Era evidente que a mi hermano no le había gustado ni un poco lo que le había dicho, porque se pasó una mano por el pelo, desordenándolo, y suspiró con fuerza- Está bien, voy para allá. Llegaré más o menos en una hora. Nos vemos.

Al colgar, oí cada vez más cerca sus pasos, así que con rapidez, e intentando ser sigilosa, volví a subir las escaleras, y me metí en mi habitación cerrando lentamente la puerta para no hacer ruido. Me acerqué a la mesa de noche al lado de mi cama, y abrí uno de los cajones que contenía el pequeño dispositivo GPS. Caminé por el pasillo y cuando pasé por su habitación me di cuenta de que estaba dentro y de espaldas, cosa que agradecí, y aproveché para salir de casa sin que lo notara. Sin dudar, me dirigí hacia su coche y enganché el dispositivo en la parte inferior del vehículo, justo al acabar oí como se abría la puerta de casa, así que corrí y me escondí detrás de una de las paredes.

Esperé allí hasta que oí el motor del coche, y unos segundos después, supe que ya se había ido. Volví a entrar en casa, y cuando comprobé que mi madre aún no había llegado, me dirigí a la cocina, y mientras se calentaba mi café, cogí mi teléfono y pulsé el icono de llamar.

- Seas quién seas, cuando esté en mis cinco sentidos te aseguro que te torturaré hasta matarte, ¿has visto la hora que es?- habló Rosalie con la voz bastante ronca.

- Te entiendo, pero si eso lo dejamos para después. Acabo de escuchar a Dylan hablando por teléfono, parecía bastante alterado, así que le he puesto un GPS en el coche para seguirlo. Siendo las horas que son, no creo que haya ningún sitio abierto para alquilar un coche, por lo que habrá que coger el de tu madre, la mía aún está trabajando.

- Acabas de hacer que me reviente el cerebro- jadeó-, esta te la devolveré, te lo juro. Llego en media hora.

- Hecho, y siento haberte despertado.

- Ya, ya, lo que tú digas- dijo antes de colgar. Reí sutilmente sabiendo que le ponía de muy mal humor que alguien la despertara, pero en ese caso, era una urgencia.

Mientras estuve esperando a que llegara, me di una ducha para intentar despejarme y estuve mirando un rato la televisión en un intento de distraerme, y tratando de no pensar en que lo que descubriéramos en la próxima hora, podría cambiar totalmente la percepción que tenía sobre mi hermano. Antes de que me diera cuenta, oí cómo sonaba el claxon de un coche, y supuse que era Rose. Bajé corriendo, no sin antes haber cogido el teléfono, la pistola y un par de cosas de la cocina. Salí de casa, cerrando la puerta con llave y lo primero que vi fue a Rosalie apoyada en el volante del coche, con los ojos cerrados, así que me acerqué y le hice cosquillas en el cuello haciendo que me mirara con cansancio y puede que algo de rabia.

Rodeé el coche, y me senté en el asiento del copiloto aún con su mirada, que pareciera que me quisiera enterrar un par de metros bajo tierra, fijada en mí.

- ¿Sabes que tengo vecinos, verdad?- bromeé.

- ¿Y tú sabes que necesito mis horas de sueño, o puede que asesine a alguien?

Nuestro testigo, la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora