Capítulo 18- obsesión 🩸

30 5 14
                                    

Thomas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Thomas

La escena que estoy presencia en este instante es bochornosa, al punto de llegar a sentir ese pequeño impulso de taparme los ojos o salir corriendo para así no ver más este espectáculo tan mediocre y precario, estoy seguro de que más de un juez de familia estaría interesado en conocer la relación de estos dos individuos que se hacen llamar la familia, no todos son actos para ser padres y esta escena me lo confirma.

Escucho como la madre grita algunos insultos antes de cerrar la puerta de golpe y me doy cuenta que la función ha terminado, no sin antes que el chico se acerque a la puerta para darle una patada con tanta fuerza que logra dañarla para después largarse enojado.

— Amo estar en primera fila, creo que amo el chisme — dice Tiago entrando a la sala antes de comenzar a quitarse los zapatos dejando ver un par de medias con la cara del gato con botas algo deformes, me quedo unos segundos viendo y admirando el mal gusto de mi amigo sin decir nada — ni en los shows que ve mamá se aprecia ese tipo de carácter — vuelve a hablar mientras se acomoda en el sofá.

— créeme este no fue nada comparado con el de hace 6 meses, esa mujer intento partirle la tostadora en la espalda a su hijo cuando se enteró que reprobó, otra vez — le responde malena y suelta una sonrisa, la escena del tostador está dibujada en mi mente.

Volteo para mirar a la misma comediante retirada y veo que se acerca a la pequeña estantería, donde toma un libro y lo pone en la mesa del comedor, donde se encuentra sentado Sam, el cual había olvidado que estaba acá, así que decidió hablar.

— ¿Ese es el libro? — pregunto, pero claramente es una pregunta retórica, él asiente — es muy grande como para estar en los cajones, no crees? — Sam me mira como si me repudiara por volver a tocar el tema, demorándose un poco en responder.

— Malena suele ser muy desordenada, pensé que podría estar allá.

Sé cuando la gente miente, creo que esa es la consecuencia de criarme con un padre que es penalista retirado de los campos del derecho, el mejor de su época, él me dio una crianza diferente, una crianza algo anticuada, una crianza donde solo importan dos cosas, tú y tu familia.

A diferencia de las crianzas actuales, mi madre no era esa mujer cariñosa que se dedicaba al hogar, esa que me recogía de la escuela todos los días, esa que me te llevaba a la iglesia todos los domingos o te ensañaba a ser un hombre honrado y respetable, ella era todo lo contrario, en más de una ocasión la vi saltando de problema en problema, huyendo de la justicia o creándola por su propia mano.

Ella era igual que mi padre, dos personas narcisistas, egocéntricas y muy adineradas, que por extrañas razones de la vida encajaban completamente y aún lo hacen, se aman de forma desenfrenada hasta el punto de cometer locuras por salvar al otro.

Tal vez no son los padres ejemplares, pero de lo único que estoy seguro es que me querían, a su manera, pero me querían y con él pasar de los años me volví un poquito como ellos, más de lo que me gusta admitir.

Secretos que asfixianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora