Capítulo 25 - amarren a la loca 🩸

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Mi cuerpo se estremece al sentir el frío de la camilla, el olor a hospital inunda mis fosas nasales, ese olor a limpio mezclado con un ligero olor a hierro de los implementos hospitalarios hace que mi estómago  se revuelque

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Mi cuerpo se estremece al sentir el frío de la camilla, el olor a hospital inunda mis fosas nasales, ese olor a limpio mezclado con un ligero olor a hierro de los implementos hospitalarios hace que mi estómago se revuelque.

Como gran parte de la población odio ir al hospital y creo que los únicos que no lo odian son los doctores, al parecer ellos son los únicos que disfrutan los gritos, el estrés y la ansiedad de tener que velar por la vida de alguien más, en parte creo que muchos de ellos sueñan con convertirse en dios, con poder poner y quitarle la vida a alguien según su disposición, lo bueno es que es solo un sueño.

El hombre regordete que tengo enfrente se ve que no hace parte de ese pequeño grupo, tal vez en el comienzo de su carrera si, pero ahora un par de ojeras marcadas cubren gran parte de su rostro y varias arrugas dejan a entre ver su edad, después de que entro al consultorio no a dicho ni una sola palabra, solo ojeaba su computador mientras ignoraba mi presencia.

— Por favor siga esta luz — me indica el doctor poniéndose de pie y acercándose a la camilla antes de apuntarme con una pequeña linterna —¿Qué síntomas o signos ha presentado señorita?

—Dolor de cabeza y mareos — le responde mientras él apaga la pequeña luz haciendo que yo cierre los ojos, a lo lejos se escucha una pequeña risita la cual ya conozco e ignoro.

—Al parecer tu lesión ha sanado correctamente, esos síntomas pueden ser a causa de los medicamentos — me dice mientras se aleja de mí — todavía no vamos a retirar los medicamentos para que no vuelvas a sentir dolor, pero en un ámbito general considera que estás avanzando muy bien — un golpe interrumpe al médico.

Veo a una Erica apenada al lado de una charola de aluminio la cual estaba llena de implementar raros los cuales ahora están regados por todo el piso del consultorio, la mirada del doctor viaja a la melliza y luego a mí.

—¿Es su acompañante? — me pregunta el hombre con una expresión bastante seria.

—Si, lo es – responde sin más mientras Erica comienza a recoger algunos implementos mientras escucho como deja escapar una que otra risita lo cual molesta más al hombre que tengo en frente.

— ¿Siempre es así de inquieta? — plantea el doctor haciendo que Erica levante la cabeza de golpe y lo mire con total desaprobación, la expresión en su rostro hace que suelte una risita mientras asiento antes que la melliza hable.

— Le voy a decir a Thomas que lo mande a despedir — Erica habla casi a grito herido mientras sale del consultorio y yo reprimo mi carcajada mientras me bajo de la camilla y me disculpo con el doctor antes de salir del consultorio.

...

El camino a la casa de campo de la familia de Thomas se me hace eterno, aunque realmente no llevamos más de dos horas en el auto, mi pensamiento llevan dos horas revoloteando mientras mi mente repite de forma constante lo último dicho Dean, la sangre era de Marcos.

Una parte de mi tema porque este tal vez tirado en una zanja casi sin respirar, pero la otra intenta mantener con esperanza, la cual se va acabando con el paso de las horas.

Desde ayer que regresó a casa después de estar con Dean no he dejado de ver las noticias, de esperar a que su cara salga en la pantalla del televisor o que por lo menos digan cuál fue el resultado de los análisis de sangre, pero no es así, Dean dice que la policía se niega a dar la información, para evitar el pánico grupal y probablemente hagan lo correcto.

Tal vez yo no debí de preguntar por eso, tal vez yo solo debí de ignorar lo que ocurría.

Tal vez solo debía de guardar silencio y rogarle a dios para qué apareciera.

O tal vez rogar para que no.

La verdad estar en este auto por tanto tiempo, con un par de mellizos no eran mis planes en primer lugar, pero a causa de la insistencia de Tiago el cual decidió que era un buen momento para pasar un tiempo juntos, dejar por un fin de semana la ciudad y huir de los problemas así sea por un par de días, pero sé que miente, él solo intenta alejar lo más posible a su hermana de los problemas y de todo lo que implica básicamente tener una vida que no es suya.

Una parte de mí me odia por someterme al sufrimiento de estar dos horas aquí, dentro de un audio con el sonido de las canciones puestas por Tiago desde que salimos de la ciudad están empezando a marearme, así que sin previo aviso decidió apagar la música para poder hablar.

—Por favor háblenme, estoy muy aburrida, cuéntenme ¿Qué les paso? — interrumpo el silencio, desde que nos subimos al auto ninguno de los mellizos ha dejado salir ni una sola palabra, se siente una fina capa de tensión y odio en el ambiente.

— Pregúntale a Tiago que no me dejo manejar — habla Erica la cual desde que salimos del médico ha estado bastante resentida por el comentario del hombre — él jura y come mocos que el auto es solo de él.

Creo que el auto fue un regalo de cumpleaños para él, porque Erica decidió pedir dinero para ir a emborracharse en una isla tropical ubicada al norte del país, donde estuvo tres meses en los cuales y según su hermano tiro dinero por el aire, al parecer disfruto tanto que sus padres tuvieron que enviar por ella dado que ella no tenía planeado regresar.

Cosas que solo le pasan a los ricos.

— Erica entiende que no sabes manejar, ¿te acuerdas la última vez que mamá te presto su carro?  — dice Tiago haciendo que su hermana haga un gesto de desaprobación y finja demencia—  lo estrellaste, lo estrellaste enfrente de la casa de tu exnovio, porque supuestamente se te atravesó una vaca, una vaca en medio de la ciudad Erica — lo último lo dice más fuerte.

— ¿una vaca? — pregunto.

— si, una puta vaca, además mi padre tuvo que pagar una multa porque Erica era menor de edad, gracias a dios pudo convencer a los padres del chico de no demandaran por daño a la propiedad privada.

— Eso solo fue una vez, además no mate a nadie — dice Erica mientras se quita el cinturón el cual le tuvimos que rogar que se lo colocara para moverse hasta el puesto del piloto y poner su cabeza en el hombro de su hermano — por favor Déjame manejar solo un poquitito — le dice la melliza en un gesto de manipulación bastante mediocre — por favor.

No se si Erica siempre se ha comportado así, probablemente sí.

Desde que la conozco intenta manipular a su hermano y hasta sus padres, el problema es que casi nunca lo logra, pero siempre lo intenta.

— Ya te dije que no Erica, ponte el cinturón — sin quitar su vista de la carretera y con su mano no dominante toma una pequeña revista ubicada en medio de los asientos con la cual golpea la frente de su hermana para que esta se quite de su hombro — ya habíamos hablado que yo manejaría, no voy a dejar nuestras vidas en las manos de alguien que no logra diferenciar su mano derecha de la izquierda.

Todo el camino faltante hasta la casa de campo se tornó en esto, una pela constante entre los mellizos en la cual Erica casi le rogaba a su hermano para que le permitiera manejar así fuera un tramo de carretera, mientras inventaba grandes historias de lo buena conductora que era, llego hasta el punto de hacer una lista de pros y contras por las cuales deben dejarla manejar, a mitad del camino Tiago se rindió y le dio el puesto de conductor por 20 minutos

Podría describir esos 20 minutos como los más cercanos que tuve a la muerte, llegando al punto de pedirle a dios o alguna existencia divina que cuidara de mí y no me dejara morir a manos de esta psicópata, al final tuve que pedirle a la conductora estrella que parara porque me sentí muy marea, tal vez fue por culpa del accidente y sus efectos secundarios o tal vez solo tal vez por la loca que decidió romper las leyes de la física.

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Secretos que asfixianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora