XXV. Sara

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Domingo 7:00.

Unos débiles rayos de luz comenzaban a iluminar el gran desastre que había quedado en la habitación de Samantha. Cobijas, almohadas, ropa, zapatos, adornos, libros, latas de Red Bull, todo, absolutamente todo, estaba regado en los alrededores del suelo. Cualquier persona que entrara a ese lugar concluiría que un huracán, un tornado o algo sobrenatural había hecho paso por allí.

Lo único cierto era que aquella destrucción, había sido obra del par de chicas que ahora dormían tranquilamente sobre la cama, una sobre la otra; mientras una sábana las cubría de pies a cabeza.

Para ellas... o más bien para Abril, no había sido suficiente hacer el amor solo sobre la cama, ella quería hacerlo en todas las posiciones y en todos los lugares posibles de la habitación. Samantha, al principio, no estuvo para nada de acuerdo con la idea, pero al final ganó la ternura con que la chica más joven se lo pedía, y no tuvo de otra que aceptar. Ellas terminaron haciéndolo sobre suelo, sobre las cuatro paredes... incluida la puerta, dentro de la bañera, dentro de la ducha, y, por último, dentro del closet de la ropa.

Desde hace dos horas todo se había calmado, y la habitación estaba en completo silencio. De repente, uno de los celulares que había sobre la mesita de noche, comenzó a sonar.

*Ring* *Ring* *Ring* Timbraba, pero el pequeño montón que había sobre la cama ni siquiera se movía.

*Ring* *Ring* *Ring* El teléfono sonaba repetidas veces, y fue así, hasta que finalmente después de treinta timbradas, una mano salió debajo de las cobijas, acariciando el lado vacío de la cama.

La mano se movía por todas partes en búsqueda del teléfono y como no podía encontrarlo, tuvo que descubrirse la cabeza... allí aparecía Abril, tenía los ojos entrecerrados, estaba despeinada y parecía completamente desubicada, bostezó mientras miraba hacia a la cama, luego hacia la mesita de noche y vio el móvil aun vibrando, lo cogió, presiono el botón de contestar y lo colocó sobre su oreja.

—¡Vaya!.. ¡hasta que por fin contestas! —Le gritó alguien desde la otra línea de muy mal humor.

Abril solo murmuró un —Sí —y su cabeza volvió a caer sobre el pecho de Lisa.

—¿Sí? Samantha qué demonios, no juegues conmigo. ¡Vamos!

—Mmm... ¿Quién es? —Preguntó Abril. Su voz era áspera y perezosa.

—¿Abril?

—Ajá —Murmuró.

—Hola Abril, soy Nuvia. Puedes comunicarme con Sam, debo decirle algo muy importante.

Al escuchar que era Millaray, Abril volvió a levantar la cabeza y le echó una miradita a Samantha para ver si se había despertado, pero ésta ni siquiera se movía —Nuvia, espera un momento, ¿sí?, voy a tener que despertarla.

—Por favor —Respondió Millaray por último, mientras Abril dejaba el celular encima de la cama y comenzaba a susurrarle a Samantha.

—Sam, despierta —Le acariciaba la mejilla—. Sam, ¡Samantha! —Seguía llamándola y ahora le palmeaba las mejillas, la sacudía de los hombros con una fuerza moderada a la que cualquier persona reaccionaria, pero ésta no respondía, a nada, a absolutamente nada, y eso logró que Abril empezara a llenarse de pánico.

Abril volvió a coger el teléfono y habló —¿Nuvia?... Samantha... Samantha no despierta —Su voz fue temblorosa.

—¿Como qué no? Sacúdela, dale una palmada en la frente, pellízcale los brazos, pellízcale las mejillas, pero eso sí, la que está golpeada no. Vamos hazlo, la necesito despierta...

Sᴇrás ᴍɪ ɴᴏᴠɪa | ᴿᴵⱽᴬᴿᴵDonde viven las historias. Descúbrelo ahora