XXVI. Amenaza

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—Es Sara...

—¡No Samy! —Abril gimió y se levantó de la cama, tirándose a mis brazos—. Sara va a separarnos. Le dirá todo lo que pasó a mamá y luego ella y yo... tendremos que irnos de aquí. ¡No quiero, no lo permitas por favor!

—Bebé, eso no va a pasar. Te lo juro —Le aseguré, tratando de calmarla—. No lo voy a permitir.

—¿Disculpen? —Ama salió detrás de mí—, lo siento chicas, pero... ¿puedo saber qué es lo que ocurre?

—¿No le contaste a Ama? —Le susurré a Abril en el oído.

Ella negó —No alcancé.

—Amiga de Abril, este no es un buen momento para contarte toda la historia. Lo único que debes saber por ahora, es que no podemos permitir que Sara hable con Adriana.

—Pero...

—Luego te diremos —Le dije a Amairani pero no sabía si ese luego se iba cumplir o lo escucharía todo cuando Sara nos delatara. Aparté a Abril de mí, limpié unas lagrimitas que tenía en las mejillas y la obligué a mirarme—. Deja de llenarte la cabeza con tonterías y escúchame bien, ni ella, ni nadie nos va a separar. Te amo Abril, te amo y no lo voy a permitir, ¿está bien? —Asintió—. Y si ha venido a delatarnos... simple, que lo haga y ya —Dije derrotada.

—¿Qué estás diciendo, estúpida? —Milla me preguntó—. No, no y no. Ni creas que vamos a darle el gusto a esa mujer de que se divierta con ustedes. ¡No podemos permitir que se salga con la suya! —Dijo enojada.

—Pero Milla, ¿qué podemos hacer...? —Le pregunté.

—Podemos... "

—¡Abril!

¿Uh? Todas nos miramos.

—¡Abril! —¿Adriana?

—Ari, Sara ha venido a buscarte. Ven aquí

Oh demonios... no...

—Noooo —Abril chilló—, mamá está llamándome, hagan algo por favor —Junto las manos rogándonos a Milla y a mí.

—Tranquilízate, Ari —Ama le dijo y la abrazo.

—¡Ari! —Adriana la llamó de nuevo... Y demonios, no podía soportarlo más. Tomé a Abril de la mano y la arrastré conmigo hacia la puerta, pero por supuesto, Nuvia se interpuso en mi camino, abriéndose de pies y manos y no me dejó salir.

—¿Qué diablos crees que haces? —Me preguntó.

—¡Se acabó Milla!, no haremos nada... Iré allá y yo misma voy a contarle todo a Adriana. Quítate.

—¡No! tenemos que pensar en algo.

¿No? Esa no era la palabra correcta para mí en este momento. Le metí un empujón que la mando contra la puerta de mi habitación y salí de allí como un toro. Esto era suficiente, Sara se podía ir a la mismísima mierda... Nada me detendría. Iba más decidida que nunca a afrontar lo que fuese que sucediera.

Bajamos las escaleras y en cuanto pisé el primer escalón... ¡mierda!, me detuve en seco, logrando que Abril se estrellara conmigo y se golpeara la frente contra la parte de atrás de mi cabeza. Todo, pero todo mi maldito valor se fue al carajo cuando en la sala vi a Adriana y a papá conversando muy a gusto con Sara. Reían y le acariciaban los brazos como si ella fuera una tercera hija o parte de la familia.

De repente ellos nos voltearon a mirar, papá serio, Adriana sonriendo cariñosamente y Sara también con una sonrisa, pero esta solo mostraba maldad.

—¡Ari!

Sᴇrás ᴍɪ ɴᴏᴠɪa | ᴿᴵⱽᴬᴿᴵDonde viven las historias. Descúbrelo ahora