VII. Confundida

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Cuando alguien trató de abrir la puerta, Abril se quedó mirando hacia ella e inmediatamente reaccionó. Cogió su blusa, su sujetador, se levantó de encima de mí y salió hacia las escaleras.

El sonido de la cerradura de la puerta se detuvo hasta que escuche una voz. Era la voz de Adriana diciéndole a papá que no podía abrir la puerta con sus llaves. Tal parece, se trababan en la cerradura.

De inmediato, traté de levantarme del sofá, pero cuando giré un poco el cuerpo, la sensación de mareo y ganas de vomitar me inundaron. En el instante que la puerta se lograba abrir. Yo estaba en el suelo arrodillada y vomitando en toda la alfombra de la sala.

Papá apenas me vio en este estado, tiró al suelo las maletas que llevaba en sus manos y salió corriendo hacia mí. Adriana al ver su reacción también lo siguió.

Yo no paraba de vomitar, la sensación era terrible. Creo que fue el maravilloso resultado de mezclar bebidas y estar ingiriéndolas por casi cinco horas seguidas.

Caí en el suelo muerta del dolor en el estómago mientras seguía vomitando. Finalmente, papá llegó a mi lado y me tomó en sus brazos tratando de levantarme. Ady también llegó admirando mi estado, mientras notaba la preocupación en su rostro, igual o mucho más que la de papá.

—Samantha, cariño, ¿qué te pasó? —Papá me preguntó. Pero en mi estado, me era imposible hablar. —Dios mío, mira cómo está —Le dijo a Ady. Yo ni siquiera entendía lo que pasaba en mi entorno.

Inmediatamente Adriana se agachó a nuestro lado, sacó un pañuelo de su bolso, tomó mi mejilla en su mano y pasó el pañuelo suavemente por mis labios. Luego, solo se quedó mirándome por un tiempo. Honestamente no entendía cuál era su preocupación, ni por qué me examinaban tanto el rostro. Era muy obvio que yo estaba ebria y el vómito y el mareo que tenía en el momento, eran producto de mi ebriedad.

—¡Abril! —Ady pegó un fuerte grito. Le entregó el pañuelo a papá que siguió limpiándome el labio, y ahora se dedicaba a limpiarme la garganta.
—¡Abril! —Gritó nuevamente.

Mi papá me cargó y me acostó en el sofá. Las ganas de seguir vomitando eran extremas y tuve que girar la cabeza hacia el suelo para poder liberar todo el alcohol que había ingerido. Papá seguía limpiándome con el pañuelo y acariciando tiernamente mis mejillas, cuando de repente escuché a alguien corriendo por las escaleras, bajando hacia la sala.

Era Abril, se acercó a nosotros, abrió los ojos, la boca y después se llevó una mano tapándosela. La típica expresión de sorpresa.

—Abril, ¿qué le pasó a Samantha? Mira el estado en que se encuentra —Adriana le preguntó en un tono de preocupación y bastante severo. Abril no respondió y a paso lento se acercó. Me miró de pies a cabeza, se agachó a mi lado mirándome y examinando mi rostro.

Se paró de nuevo y se hizo frente a Adriana —Mamá, no tengo la menor idea. Yo he estado todo el día en mi habitación —Miró a papá —Yo escuché un poco de música y voces que provenían de aquí de la sala, pero nunca salí de mi habitación. Honestamente, no quería molestar a Samantha ni a sus amigas. Y tampoco sé por qué tiene el rostro así, nunca escuché una pelea o algo parecido, solo escuché risas por eso no salí —Suspiró y se acurrucó contra Ady que la envolvió en un abrazo.

—No te preocupes, Abril —Dijo papá —No es tu culpa. Mañana Samantha va a tener que darme explicaciones sobre todo esto. Solo miren como está la sala— Señaló alrededor, los cojines estaban regados por el suelo, las latas de cerveza vacías tiradas por ahí, una copa rota.

 Solo miren como está la sala— Señaló alrededor, los cojines estaban regados por el suelo, las latas de cerveza vacías tiradas por ahí, una copa rota

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Sᴇrás ᴍɪ ɴᴏᴠɪa | ᴿᴵⱽᴬᴿᴵDonde viven las historias. Descúbrelo ahora