XXVIII. Voy a ser tu esposa

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—Dios mío... Ustedes... ustedes... —Adriana trató de hablar, agarrándose del marco de la puerta. Su labio inferior palpitaba, sus manos temblaban, sus pies también lo hacían, parecía que pronto iba a perder el equilibrio. ¿Qué... diablos le estaba pasando?

Saqué mi mano de las bragas de Abril y me puse de pie tan rápido como pude, quedándome paralizada al pie de la cama. No tenía idea de qué hacer, cómo reaccionar, qué decir. ¡Maldita sea mi vida!

Miré a Ari en busca de ayuda, pero ella estaba igual o peor de asustada que yo. Se estaba cubriendo el torso con la manta y se levantó muy despacio de la cama, mirando fijamente a Ady.

—Mamá... yo...yo puedo...explicarte —Su voz fue frágil y temblorosa.

—Tú... —La mirada de Ady fue decayendo, al igual que sus hombros... Oh señor qué... quitó una mano del marco de la puerta, se la puso en el pecho... y Dios mío... ella cayó al suelo.

—¡MAMÁ! —Abril gritó fuertísimo, saltando toda la cama. Llegó al lado de Ady, se agachó y comenzó a llorar sin control.

En ese momento mi corazón golpeó con una fuerza inmensa, mi respiración se aceleró, mis manos empezaron a moverse solas. Esto no estaba pasando, esto en realidad no podía estar pasando.

—¡Mamá! ¡Háblame por favor! ¡Mamá! —Abril le gritaba mientras la sacudía por todos lados.

A mi abuela se le había desaparecido la sonrisa de la cara, no reaccionaba, solo estaba allí, paralizada en la puerta viendo la gran mierda que había causado.

—¡Sam!, ¡mamá! —Abril me sacó del asombro y de inmediato corrí para ayudarla.

Llegué a Adriana pero no me daba ninguna señal, ella no se movía, estaba completamente inconsciente.

Yo no tenía idea de que hacer en estos casos, solo le levanté la cabeza, la recosté sobre mis rodillas y comencé a gritar.

—¡PAPÁ! ¡ABUELO! ¡VENGAN POR FAVOR! —Dije varias veces.

Empecé a sacudirla, a llamar su nombre, a palmearle las mejillas... pero nada, no obtenía ninguna respuesta de su parte. Ella parecía sin vida, parecía muerta.

Abril no hacía más que llorar y ahora me tenía agarrada de la camiseta, sacudiéndome —Sam, despierta a mamá, despiértala por favor —Me pedía ahogada en lágrimas.

Estar en medio de toda esta situación y ver a Abril así, fue tan desgarrador que no pude aguantarlo y comencé a sollozar.

Toda esta maldita mierda había sido mi culpa. Mi maldita culpa.

Oí pasos fuertes viniendo de los escalones, y en contados segundos, papá estaba ahí, como una estatua mirando a su novia tendida en el suelo.

—¿Qué... qué pasó? —Nos gritó y sin pensarlo se tiró al lado de Ady—. ¿Qué ocurrió? —Nos volvió a preguntar totalmente alterado, intercambiando miradas entre todas. Abril se alejó del cuerpo de su mamá y me abrazó por la espalda. Sus lágrimas comenzaron a humedecer toda mi camisa.

—¡RESPONDAN! —Papá nos gritó de nuevo, y como no obtuvo respuesta, comenzó a hablarle a Ady—. Cariño, despierta por favor, despierta —Le decía desesperado.

Mi abuelo llegó en ese momento, omitió las preguntas y fue al lado de papá. —¿Qué es lo que ha pasado?

—Papá, haz algo por favor —Mi papá dijo casi rogándole. Mi abuelo era un doctor retirado y era el único que podía ayudarnos en esta situación.

—Cálmate Abel, cálmense chicas, cálmense todos —Tomó las manos de Adriana y empezó a tomarle el pulso, a revisar su mirada, sus vías respiratorias.

Sᴇrás ᴍɪ ɴᴏᴠɪa | ᴿᴵⱽᴬᴿᴵDonde viven las historias. Descúbrelo ahora