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—Este es nuestro último día.

Sus palabras me golpean como una ola inesperada. Los últimos dos días han sido como un sueño del que no quiero despertar, llenos de momentos relajantes e íntimos. A veces, me permito imaginar que hemos sido pareja durante años, que esta burbuja de felicidad podría durar para siempre. Pero la realidad se estrella contra mí con fuerza: en unas horas, volveremos a casa, y la cercanía que hemos compartido aquí se desvanecerá en la rutina. Me duele pensar que ya no dormiré a su lado o que no lo veré cada vez que alce la mirada.

Estos días han sido realmente hermosos, tan perfectos que es imposible no sentir una punzada de tristeza.

—¿Ya ordenaste todo para la noche? —le pregunto, intentando distraerme de la melancolía que me invade.

Me acerco a él, buscando su calor, su cercanía, como si eso pudiera evitar que el tiempo siguiera avanzando. A las once y media de la noche sale nuestro vuelo para Seúl. Mañana tendremos una cena con su madre, y aunque sé que es importante, una parte de mí quisiera que nunca llegara.

—Sí, todo guardado —responde con una sonrisa suave, pero veo en sus ojos el mismo temor que siento.

Cierra la maleta y se coloca frente a mí, sus manos encuentran mi cintura y me acerca hacia él. Esos pequeños gestos, esos momentos donde me envuelve en su abrazo, son los que más voy a extrañar. Son esos momentos los que me han hecho sentir que pertenezco a su mundo, aunque sea por un breve tiempo.

—¿Vamos a una sala de juegos? —propongo, intentando inyectar algo de alegría en nuestras últimas horas juntos. Él asiente, y una sonrisa juguetona aparece en su rostro —. Entonces, andando, hermoso príncipe.

Su risa es suave, y antes de soltarme, me da un pequeño beso en los labios, uno de esos que es tan ligero que apenas lo siento, pero que deja una sensación cálida en mi pecho. Mientras se dirige al baño, me quedo ahí, intentando controlar el latido furioso de mi corazón.

¿Cómo es posible que un simple gesto me desestabilice tanto?

Tomo mi bolso y me dirijo a la sala de estar, intentando enfocarme en lo que viene. Pero el sonido de su voz me saca de mis pensamientos.

—¿Hermoso príncipe? —dice, apareciendo a mi lado con una ceja levantada.

¿Acabo de llamarlo así? ¿En serio? Mis mejillas arden, y sé que estoy a punto de sonrojarme como una adolescente.

—Y... yo...

No sé cómo explicarlo. Las palabras simplemente salieron, como si no tuviera control sobre ellas. Estaba tan absorta en sus ojos que ni siquiera pensé antes de hablar.

—No te preocupes, Hae —dice con una sonrisa gentil—. Te ves tan tierna cuando te pones nerviosa.

—Es... que es algo difícil no ponerse nerviosa —admito, avergonzada, mientras juego con mis manos.

—¿Y por qué sucede eso? —sus manos envuelven las mías, su toque es cálido y reconfortante.

Una sonrisa se escapa de mis labios, una que no puedo contener.

—Porque esta es la primera relación que tengo y además... eres muy guapo.

—Como me encanta oir que soy el primero —susurra, acercándome más a él.

Besa mi frente con ternura, y cierro los ojos, permitiéndome disfrutar del momento. Su perfume me envuelve, y todo lo que puedo pensar es en lo increíblemente afortunada que soy de estar aquí, con él. Pero también hay un miedo latente, el miedo a perder esto, a que estos momentos se conviertan en solo recuerdos.

BAE ; Jungkook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora