19| Clases de manejo

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19| Clases de manejo

| Alexa

—Para la próxima clase me deberán traer un escrito de mínimo veinte hojas sobre sus sentimientos, sobre su vida, sobre la perspectiva que tienen del mundo. Esto, creo que está de más decirlo, pero es individual, cada quien debe hacer el suyo basado en sus experiencias.

La profesora acabó la clase y salí del aula mientras le enviaba un mensaje a Christopher. Cómo siempre él había decidido ser mi chofer hasta que, según él, aprendiera a manejar.

Pero estaba dudando muchísimo si hacerlo. Sé que tengo que aprender a conducir, que es algo básico en la vida de todos, no siempre voy a movilizarme en transporte público, pero me da mucho miedo. Y no sé por qué, pero temo que vaya en carretera y algo pase, tenga algún choque o atropelle sin querer a algún perrito.

Jamás me lo perdonaría.

Pero, para quitarle aquella idea, he aceptado ir con él a unas clases de manejo. Sería la primera y me tenía muy nerviosa, espero que haya conseguido un lugar bastante alejado donde pueda ir con tranquilidad y no haya una tragedia.

Veinte minutos después, Christopher ya estaba con su auto frente a mi universidad, corrí y me tiré en sus brazos.

—Hola, novio.

—Hola, novia. ¿Estás lista?

—No.

Christopher comenzó a reír y dejó un beso en mi cabeza.

—No estés nerviosa, no es nada del otro mundo. Yo aprendí a almejar a los catorce, pero no tuve un auto hasta los dieciséis.

—Si, pero a ti te gusta hacerlo. A mí no.

—Eso no lo sabes, jamás lo has hecho, ¿cómo vas a saber que algo no te gusta cuando nunca lo has intentado?

Me encogí de hombros.

—Sólo lo siento.

Entramos a su auto y me llevé una sorpresa.

—¡Alex!

—¡Annika!—la hermosa niña de cabellos dorados se tiró sobre mí—¿Qué haces acá?

—Su niñera se enfermó, así que decidí traerla para pasar una tarde juntos. Cómo antes.

Sonreí ante ese recuerdo. Así fue como todo comenzó, yo siendo niñera de Annika y él con su extraña fascinación por Poison.

Christopher comenzó a manejar alejándose cada vez más de los edificios, él entró en una zona donde solo había arena y soledad.

—Mi hermano me dijo que éste era un buen lugar para que practicaras—él aparcó el auto y mi corazón comenzó a latir nervioso.

—¿Es hora? ¿No podemos aplazarlo?—miraba con temor el volante del auto.

—No, Alex debes aprender. Si estás en una emergencia es esencial que sepas conducir.

Dejé salir un largo suspiro.

—No hagas esa cara, Alex, no seas infantil.

Me tragué un berrinche que estaba apunto de hacer.

—Está bien, pero no me dejes sola.

—¿Crees que te dejaré sola en mi auto?—él alzó una ceja y rodé los ojos.

—Entiendo.

Cambiamos de posición y ahora yo estaba en el asiento del piloto y él en el de acompañante.

Lujuria (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora