Capítulo. 27 "Este no es el final"

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Todo en verdad era demasiado confuso. No estaba segura si en realidad la última escena de hace media hora había sido verdad. Me ha impactado, o mas bien, creo que me ha jodido mentalmente, como muchas cosas que he visto o escuchado últimamente.

En ese momento me cuestionaba y pensaba desde que momento, segundo o bendito instante todo esto comenzó. La prensa, no, cuando comencé con mi trabajo... no. El haberlo conocido. El haber dicho "Hola, soy Mia" en la primaria donde lo conocí. ¿Desde cuándo he sentido esto por él? De verdad que he notado una diferencia enorme desde entonces, y me he dado cuenta que he descubierto ciertas cosas de él que antes, siendo su amiga, no sabía. ¿Fue bueno? ¿Qué rayos nos pasará más tarde? Dios mío, esto sigue siendo un jodido desastre.

Tengo miedo, debo de admitir. Tengo miedo por lo que pueda pasarle a todo el mundo que me rodea. Temo por Dona y por Matt. En verdad siento que desaparecieron por mi culpa, y por eso, tengo que encontrarlos. Pronto.

Varias personas se me quedan viendo extrañadas al momento que me pasan de largo en el parque. Estoy al parecer en la misma banca en la que Adam y yo estuvimos cuando supimos del secuestro de Donatella. No es algo muy bueno de recordar, eso es seguro. Había tratado de dar una caminata nocturna antes de irme. ¿Dónde? Ni Dios lo sabe. Por supuesto, debido a la pequeña mujer sensible en la que me he convertido, decidí tirarme en la dichosa banca, a romper en llanto, y de esta manera celebrar la desgracia que me rodeaba.

Ya era de noche. Como siempre en Los Ángeles, el calor no podría faltar. Sin embargo, tenía tanto frío como si estuviera más al norte. Sentía mis manos y pies como bloques de hielo.

La gente comenzó a ser escasa después de pasar una hora. Desde ese tiempo recorrido, una ligera brisa comenzó a llevarse las hojas caídas de los árboles, y a menear los mismos. Mi frío solo aumenta. Suerte que llevo por lo menos un saco. Miro mi atuendo y casi me quiero echar a reír. Sí que trabajo demasiado. Mi look ejecutivo no se ha difuminado ni un poco. Llevo una falda de tubo hasta por encima de las rodillas, zapatillas con la más mínima posible plataforma, misma que hace juego con mis pendientes. Y ahora que lo recuerdo, estos pendientes han sido obsequio que alguien, pero no recuerdo bien que persona me los ha regalado.

Han pasado dos horas. Y el frío es más notable. Veo a una que otra pareja pasar abrazados, posiblemente por la misma causa. Sin embargo, dos o tres personas indigentes pasean, hurgando los botes de basura, todos con sacos gruesos y oscuros. Parecía como si se hubiesen organizado para recolectar comida. Uno de ellos me mira. Está a tan solo unos metros pero parecía como si lo tuviera a tan solo unos centímetros de mi rostro. Lleva una bolsa negra de plástico en su mano y está semi arqueado por encima del bote de basura. Conforme pasaban los segundos, el hombre se incorporaba más y más, sin quitarme la mirada de encima. Sus demás colegas le llaman, pero él sigue sin responder.

Podría haber estado más tiempo viendo a aquel hombre, por un segundo más, reemplazar lo mal que me sentía por la confusión que me causaba aquella situación, pero no pude.

Me robaron el aire. Me privaron de mi vista, de los ojos de aquel hombre desconocido. Mi voz, mi propio raciocinio se había esfumado en ese momento. Jamás me había sentido más confundida y asustada como en ese instante.

"Cállate" y "Puta" fueron las palabras que más escuché. La tela que había sobre mi boca estaba húmeda, pero por una razón me concentré demasiado en no respirar. Sabía lo que pasaría si respiraba. Recordé mis lecciones de auto defensa, pero no me fueron de mucha ayuda. Sea quien sea la persona que me estaba halando, su paciencia se acababa.

Y después de haber tenido una última oportunidad para ver el lugar en donde estaba debido a que el hombre se descuidó demasiado al halarme, sentí la cabeza caliente. Sentí un punto caliente, al mismo tiempo que mis ojos se cerraron y dejaron de ver el parque, la banca y las hojas caer.

El Rol PrincipalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora