Capítulo. 41 "Voz"

69 7 0
                                    

El tiempo. Recurso no renovable de nuestras vidas. Si hacíamos algo mal no podríamos recuperar nunca jamás los momentos perdidos. No podíamos manipularlo, pararlo o adelantarlo, y si pudiésemos hacerlo, Dios sabe que cambiaría tantas cosas de mi vida como no tenía ni idea.

Sin embargo, no hubiese cambiado ese momento por nada.

-Mia, vamos—le escuché decir.

Uno simplemente no puede detener el tiempo, pero si atesorar recuerdos por siempre. Eso era lo que me atrevería a hacer después de salir de Bootsy Bellows. Recordar.

Aquella sonrisa, esos ojos. A él.

Su compañero no pasó desapercibido. Sabía de quien se trataba y no me sorprendió demasiado. Comprendía que en ese momento yo había salido por completo de su vida y que tenía que hacer la suya, con la persona que fuese. Estaba listo para comenzar una nueva etapa de su vida, lo percibía...algo nuevo, y en grande. Sabía lo que Adam era capaz de hacer, era asombroso. Y ahora, después de sincerarse consigo mismo, sabía que estaba listo para adentrarse en nuevas experiencias.

Una nueva era.

-Cielo santo Stevenson, avanza más rápido...no quiero que te quedes atrás.

Tenía suerte de no haber sido vista. No me hubiese atrevido a volver a tratar con aquella mirada. Donatella y yo seguimos avanzando por el club, ya estábamos cerca.

Donatella resopló al momento en el que vimos la salida. Un inexplicable alivio recorrió mi cuerpo, pero había algo más que no sabía explicar.

No tenía nada de bueno.

Nos alejamos del ruido, del tumulto y del drama. Aun había centenares de personas tratando entrar al club, como si en verdad fuera el sueño de sus vidas.

Respirar el aire no tan fresco de esta cuidad solo consiguió alterarme. Aun tomada del brazo de Donatella, buscábamos una manera de caminar hacia un lugar no tan atestado de pobres vampiros en busca de fiesta. Sabíamos que era algo arriesgado sobre todo por la oscuridad, pero no teníamos opción.

-¡Este no es el único club en Los Ángeles!—Donatella exclama—No puedo creer que hayamos salido vivas de ahí.

Donatella sacó su teléfono.

Sentí un vacío tan grande que me hizo pensar que tal vez tenía un agujero en el estómago o en el pecho. Respiré hondo, pero no me ayudó.

-Es relativamente temprano. Una de la mañana—dice Donatella con cierto enfado, con teléfono pegado a la oreja.

En nueve horas se acaba todo definitivamente. No sé, pero...esto ya ha acabado desde hace rato.

Maldita sea.

...

El camino a casa fue tranquilo. Conforme más nos alejábamos de aquel lugar, mi pecho dejaba de sentirse tan oprimido. Era un dolor molesto y punzante que a poco a poco iba disminuyendo. Pero no se iba, solo se quedó ahí.

-Oye.

Estábamos cerca de llegar a casa.

Una luz logra iluminar su rostro rápidamente.

-Sé que es una pregunta tonta pero, ¿en verdad estás bien? Digo, no te has soltado a llorar ni nada y no creas que si lo haces estarás haciendo algo mal.

Me gustaría pensar lo mismo, pero en ese momento no podía sentir nada más. Mis ganas de llorar habían desaparecido.

Pero eso no era buena señal.

El Rol PrincipalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora