XVII.- ¿Puedo decirte...?

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Llegué a mi casa encontrándome con tres personas esperando en el portón de la misma. Daniel fue el primero en comentar sobre mi demora.

—Ya estabas demorando —me dice Daniel con una sonrisa burlona mientras se acercaba al carro.

—Trata mal y se hace llamar mejor amigo —le respondí en tono de juego mientras le entregaba las llaves para que pudiera abrir el portón y estacionar el auto dentro. —Al menos sirve para algo.

Mandona él coge las llaves y empieza a abrir la puerta.

Sonreí ante la interacción amigable con Daniel mientras esperaba a que abriera el portón de la casa. Mientras el portón se abría, los otros dos invitados, Max y Lando, se acercaron al coche. Max me saludó con un abrazo y una sonrisa.

Estacione el auto y baje de él, mientras los muchachos entraban a la casa que Daniel ya había abierto.

Volví a saludar a cada uno de ellos de la mejor forma mientras ellos se acomodan.

Si rompen algo lo pagan —les digo a mis amigos entrando a la casa —Soy una muy buena host no me quieren ver de malas.

Si de eso ya nos dimos cuenta cuando rompimos el volante del simulador —menciona Lando —Entre todos te compramos uno nuevo y Max te regalo uno también.

Nos reímos ante el recuerdo de ese incidente. La relación con mis amigos siempre tenía un toque de diversión y complicidad. Mientras los guiaba hacia la sala de estar, les ofrecí algo de beber y picar, asegurándome de que se sintieran cómodos.

—¿Kelly y Penelope? —me dirijo a Max que estaba por subir las escaleras.

Llegan mañana —responde —Están en Eze.

Creí que tú también venías de allá.

No, yo estaba en Mónaco.

Desobligado

Mi casa se llenó de risas y charlas mientras disfrutábamos de la compañía de buenos amigos. Estaba agradecida por tenerlos en mi vida y por compartir estos momentos juntos, especialmente en medio de mi apretada agenda de competencias.

Después de haber dejado a mis amigos hospedados regrese a casa, ya que Erick había llegado del jardín de infantes, solo está ahí tres horas que para él parecen una eternidad y para mi igual

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Después de haber dejado a mis amigos hospedados regrese a casa, ya que Erick había llegado del jardín de infantes, solo está ahí tres horas que para él parecen una eternidad y para mi igual.

—Hola —la salude a mi madre al ingresar a la sala de estar donde también se encontraba Pascale.

¿Ya están hospedados? —pregunta mi madre después de haberlas saludado.

Si, ya los tres quedaron en la casa —le respondo —¿Y Erick?

Aún no llega —me dice Pascale —, Charles y Arthur lo fueron a buscar.

Un Corazón con MotorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora