XXXI.- Un Testigo

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Niza, 21 de julio de 2015

La misa de cuerpo presente de Jules es el día de hoy, mis padres y mi hermano estaban conmigo, también había venido Roberto Merhi, a quien yo estaba abrazando junto a mi hermano. Esperábamos que la carroza llegara a la catedral, para poder iniciar la misa. Ya había recibido algunos pésames y lo seguían haciendo, solo agradecía.

Observo a mi alrededor, viendo a los Bianchi y a los Leclerc compartiendo su dolor. Era un momento de unión en medio de la desolación. Philippe abrazaba a su esposa y Hervè estaba al lado del menor de sus hijos

Mi mirada se encontró con la de Charles, quien estaba junto a su hermano Lorenzo. La expresión en los ojos de Charles reflejaba el profundo dolor que todos compartían. Me separe del abrazo de Roberto y mi hermano, sintiendo la necesidad de entrar en la catedral.

Entré en la catedral con paso lento, sintiendo el peso de la tristeza y la solemnidad que llenaba el aire a mi alrededor. Hice una reverencia al entrar, signándome apenas, y luego avancé hacia el altar con determinación. Cada paso parecía más pesado que el anterior, como si el suelo mismo estuviera impregnado de la pena que todos compartíamos en ese momento. Cuando llegué al altar, hice una venia y me arrodillé frente al reclinatorio, con la mirada fija en el sagrario.

El silencio de la catedral era abrumador, solo interrumpido por el suave susurro de mis propias oraciones. Necesitaba este momento de paz, este momento para conectar con lo más profundo de mi ser y encontrar consuelo en la fe que tanto me había sostenido en los momentos difíciles.

De repente, sentí que alguien se arrodillaba a mi lado. Levanté la mirada del sagrario y vi a Charles, quien había llegado en silencio para estar junto a mí en este momento de dolor compartido. Ninguno de los dos dijo una palabra, pero yo sentía la necesidad abrumadora de expresar lo que pesaba en mi corazón.

No puedo —susurré casi sin darme cuenta, dejando escapar las palabras que llevaba tanto tiempo guardando dentro de mí.

Repetí esas palabras en un susurro, sintiendo cómo la carga que llevaba dentro pesaba más que nunca. No podía contener la marea de emociones que se agitaba dentro de mí, y la sensación de ahogo me consumía.

Si puedes. Todo va a estar bien —dijo con una tranquilidad que me sorprendió —Las cosas cambiaran, pero vamos a estar bien.

Desde la muerte de Jules, no había podido derramar ni una sola lágrima, y esa incapacidad me estaba consumiendo por dentro. Me sentía extraña, como si algo se hubiera roto en lo más profundo de mí y ya no pudiera sentir nada.

No está bien —susurré, con la voz temblorosa, mientras admitía mi vulnerabilidad ante Charles. —No puedo... no puedo llorar, Charles. Es como si algo se hubiera roto dentro de mí y ya no pudiera sentir nada.

Él pasó su brazo por mis hombros, atrayéndome hacia él con un gesto de consuelo. Sus palabras eran como un bálsamo para mi alma herida.

Cada persona lleva el luto a su manera, Ericka —dijo con voz suave pero firme. —Está bien no estar bien. Pero recuerda que no estás sola en esto. Estoy aquí contigo, siempre.

Agradecí en silencio sus palabras y me abracé más a él, encontrando un refugio en su cercanía.

Gracias por ser mi testigo en este momento tan difícil —le dije, con sinceridad en mis palabras.

Él me devolvió el abrazo con fuerza, transmitiendo su apoyo de una manera que las palabras no podían expresar.

Si Jules estuviera aquí, se estaría riendo de nosotros —dijo con una sonrisa, rompiendo un poco la tensión del momento. —Porque en este momento, nos estamos llevando bien.

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