XXXII.- Se trata de ti

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Los tres subimos al departamento, cansados pero llenos de emoción por estar juntos de nuevo. Al entrar, dejamos las maletas en mi habitación, que estaba justo al lado de la de Carlos.

—Bueno, parece que tendremos que ingeniárnoslas para acomodarnos aquí —comenté, mirando alrededor con una sonrisa.

Carlos asintió, echando un vistazo a las habitaciones contiguas.

—Sí, definitivamente será un desafío, pero creo que podemos hacerlo funcionar —respondió, con una sonrisa de determinación.

Justo cuando estábamos discutiendo sobre quién dormiría dónde, el timbre sonó, interrumpiendo nuestra conversación. Me levanté del sofá y me dirigí hacia la puerta

—Uno de los tres se va al departamento de Charles —dije mientras abría la puerta.

—No tengo problema —dice Charles quien estaba en la puerta —Hola Ika.

—Oh, uh... gracias, Charles —respondí, ligeramente sorprendida por su respuesta. No esperaba que fuera tan fácil resolver la cuestión de quién dormiría dónde. Me aparté un poco cuando él se acercó para saludarme con un beso en la mejilla, sintiendo el roce de sus labios cerca de los míos. Mi corazón dio un vuelco, aunque traté de mantener la compostura.

—Hola, Ika —saludó Charles con su encantadora sonrisa, su presencia llenando la habitación con una energía vibrante.

Invité a Charles a entrar mientras trataba de recomponerme, dejando que su carisma y confianza llenaran el espacio entre nosotros.

Adelante, pasa —dije, gestando hacia el interior del departamento.

Él asintió con gratitud y cruzó el umbral, entrando con una gracia natural. Me di la vuelta para cerrar la puerta detrás de él, notando cómo mi corazón latía un poco más rápido de lo habitual.

Hola, equipo —saludó Charles con entusiasmo, dirigiéndose hacia Carlos y mi padre, quienes estaban sentados en el sofá.

Carlos se levantó para darle un abrazo a su compañero de equipo, mientras que el monegasco iba a saludar a mi padre con un apretón de manos, pero esto lo halo para abrazarlo, lo recibió con una sonrisa cálida.

¿Cómo has estado?, hijo —preguntó mi padre con amabilidad, su tono lleno de genuino interés.

Luchando —respondío el castaño de ojos verdes.

Era extraño ver a Charles allí, en el apartamento, rodeado de mi familia. Aunque ya estábamos acostumbrados a compartir momentos juntos, esta situación era diferente. No podía evitar sentir una ligera tensión en el ambiente, una especie de electricidad que flotaba entre nosotros.

¿Cómo te ha ido en Canadá, Charles? —preguntó mi padre, rompiendo el breve silencio que se había instalado en la habitación.

El monegasco se sentó en el sofá, acomodándose con elegancia antes de responder.

Ha sido una carrera interesante, aunque un poco complicada —comentó Charles, su voz tranquila y serena mientras hablaba de su última experiencia en la pista—. Pero estoy contento.

Carlos regresó de la cocina con tres cervezas en la mano, entregando una a cada uno de nosotros antes de sentarse nuevamente junto a Charles.

Bueno, aquí estamos todos juntos de nuevo —dijo Carlos, levantando su botella en un brindis improvisado—. Por una buena carrera y una buena compañía.

Levantamos nuestras botellas en un gesto de camaradería, compartiendo una sonrisa mientras chocábamos las cervezas. El sonido resonó en la habitación, llenando el espacio con una sensación de unión y amistad.

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