XXX.- Demasiadas Experiencias

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Era el día de la segunda carrera de TCR en Hungría y yo estaba en la pista, listo para enfrentar otro desafío. Con la experiencia de haber ganado la carrera anterior desde la pole position, me sentía confiado pero consciente de que no podía bajar la guardia. Esta vez, sin embargo, las cosas serían un poco más complicadas. Había salido desde la décima segunda posición en la parrilla de salida, lo que significaba que tendría que luchar duro para llegar al frente del pelotón.

En la vuelta tres, recibí la noticia de la salida del Safety Car debido a un accidente en pista. Mi corazón latía con fuerza mientras evaluaba la situación y planeaba mi estrategia para mantener mi posición. Sabía que esta pausa en la carrera podría cambiar las cosas, pero estaba determinada a no dejar que nada me detuviera.

—Ericka, el Safety Car está en pista. Tenemos que aprovechar esta oportunidad para mantener la ventaja —me recordó Nick, su voz llena de urgencia—. Mantente alerta y sigue las instrucciones.

Ajusté mi enfoque, concentrándome en cada movimiento mientras el Safety Car lideraba el pelotón alrededor de la pista. Mantuve mi ritmo, preparada para responder en el momento en que se reanudara la carrera.

En la vuelta cuatro, recibí otra actualización sobre la situación de mi equipo. Se me informó que Norbert, mi compañero de equipo, había tenido que ingresar a boxes debido a un problema en su coche. Sentí una punzada de preocupación por él, pero sabía que tenía que mantener mi concentración en la carrera y aprovechar al máximo esta oportunidad.

Cuando finalmente se retiró el Safety Car y la carrera se reanudó, aumenté mi ritmo, decidida a mantener mi posición en la cabeza del pelotón. Cada curva, cada recta, era una batalla contra el tiempo y mis rivales, pero estaba determinada a salir victoriosa.

Las vueltas pasaron rápidamente, y pronto me encontré cruzando la línea de meta en primer lugar, seguida de cerca por Thed Björk y Robert Huff.

—Ericka, estás haciendo un trabajo increíble. Sigue así —me animaba Nick a través del comunicador del casco, su voz ligeramente distorsionada por el ruido del motor—. Solo quedan cinco vueltas, mantén el ritmo.

Finalmente, cuando la bandera a cuadros ondeó en el aire, sentí un torbellino de emociones mientras cruzaba la línea de meta en primer lugar. La euforia y el alivio se mezclaron en mi interior mientras celebraba mi victoria en la pista húngara.

Al bajarme del auto, la adrenalina seguía bombeando en mi sistema, pero era una sensación dulce, llena de victoria y realización. Sentí la mano firme de mi padre sobre mi hombro, su rostro radiante con orgullo y felicidad.

—¡Increíble, Ericka! ¡Lo has logrado de nuevo! —exclamó, abrazándome con fuerza.

—Gracias, papá —respondí, devolviendo el abrazo con la misma intensidad—. No podría haberlo hecho sin todo el equipo.

Mauricio se acercó entonces, su expresión llena de admiración y respeto.

—Eres una verdadera campeona. ¡Felicidades! —dijo, estrechando mi mano con entusiasmo—. Fue una carrera increíble.

—Gracias, Mauricio. Tú también lo hiciste muy bien —respondí, sintiendo una oleada de gratitud hacia mi compañero de equipo.

Norbert también se unió a nosotros, aunque su rostro reflejaba una mezcla de decepción y frustración.

No fue mi mejor carrera, pero al menos conseguimos puntos importantes para el equipo —dijo, intentando mantener el ánimo a pesar de su resultado menos favorable.

Exacto, Norbert. Lo importante es que seguimos sumando para el equipo —respondí, tratando de levantarle el ánimo—. Ya tendrás tu revancha en la próxima carrera.

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