Lo Blanco, Lo Negro y Lo Feo

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Un hombre, de mediana edad, caminaba con dificultad, por los sucios callejones de la ciudad

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Un hombre, de mediana edad, caminaba con dificultad, por los sucios callejones de la ciudad. No recordaba quién era, ni que hacía, ni donde estaba. Quiso levantar la mirada, no pudo, entre otras cosas porque no poseía energías para elevar su mentón. El sol le molestaba en los ojos. Le dolían los globos oculares, tenía los pómulos hinchados, aunque no sabía por qué. Observó sus pies. Calzaba botas, viejas y raídas, con las suelas desgastadas, despegadas del cuero. El agua, barro, piedras y cuanta porquería encontrara en su camino, penetraban en el calzado. Hecho, en sí mismo, que debería ser incómodo y asqueroso, lo suficiente para detenerse, intentar remediar la situación o lamentarse. No se detuvo, había más indiferencia que incomodidad. El amor propio fue nulificado en las largas ingestas de licor. El intento de ahogar las penas, sumergió su identidad en un vacío lodazal de apatía. Llegó a una esquina, trató de ubicarse, era inútil. Las personas se alejaban de él, apestaba a alcohol, a orines, a excremento; tanto propio como ajeno. Cansado, se dejó caer, reposando la espalda en una descolorida pared. Al cubrir su rostro del sol, con la mano izquierda, notó una botella de licor entre sus dedos. La sujetaba con fuerza, como si su vida dependiera de ella. Tenía sed, la llevó a los labios, unas míseras gotas entraron a su organismo. Presentaba un sabor horrible, no le importó, igual succionó con avidez el escaso contenido. Por alguna razón aquello le causó una amarga gracia. Sonrió, dejando ver su incompleta y deplorable dentadura. Al cabo de un rato, la risa se transformó en llanto. ¿Quién era? ¿Qué hacía allí? Tirado en el piso, en la intemperie. ¿Había tenido un hogar, alguna vez? Continuaba sintiendo sed. De nuevo llevó la botella a su boca, había olvidado por completo que estaba vacía. Nada, allí no había nada. Rabioso, aventó el susodicho y odioso envase, sin aplicar puntería ni destino.

Adrienne Legrand, Obsesión de Sangre y PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora