El Bramido de la Culebra

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En la finca, arreciaban los preparativos, tanto para la boda, como la partida

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En la finca, arreciaban los preparativos, tanto para la boda, como la partida. El volumen de actividad era abundante. Bajo la atenta supervisión de Mamá Leroy. Áneka, coordinaba diligencias de acopio con Travis, Thomas y Thierry, sobre todo en las mañanas. Las tardes las dedicaba a Adelaide. Ya sea pasear o solo yacer en el jardín, bajo los mangos, escondidas en sus raíces. En contacto con la naturaleza. Si bien conservaban un comportamiento que ellas mismas consideraban decoroso, las expresiones de cariño eran más continuas y cercanas. Repitieron el beso, perfeccionando la acción y reescribiendo los límites entre lo permitido y lo deseado. Para Áneka, se trataba de debatirse entre el amor y el deber. Lo que más le gustaba de Adelaide era su inocencia, así que decidió preservarla, todo lo que pudiera. Cuando la indecencia le subía por las piernas, ella, la ahuyentaba, amparándose en la cándida mirada de su amiga. Su amor. Surgía la pregunta si lo que sentía de verdad era amor. Suspiraba, se mordía los labios, enfriaba el fuego de la pasión en aguas cristalinas y frías.

Inanna cavilaba sobre realizar la boda en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, en Cabo Francés, o en la Mansión Legrand. Lo discutió, de manera abierta, con su amiga y doncella, Lidia.

—¿Tú qué opinas? ¿Aquí o allá?

—Lo lógico sería hacerlo en Cabo Francés. Allí está la iglesia, las instituciones. Según me parece.

—Pareciera ser lo más práctico, sin embargo, no me decido.

—¿Qué teme? ¿Un ataque en el camino? No creo que se atrevan. Además, si esa fuese su táctica, ya se ha ejecutado la travesía hacia Cabo Francés varias veces desde que surgió la amenaza. ¿Por qué esperar? Si hubiesen querido atacar en dicho trayecto, ya lo hubieran hecho. Yo opino que estamos magnificando el problema. O, que quizá no existe en absoluto.

—Pudiera verse así, que estamos avivando una idea falsa, pero no quiero que me tomen por sorpresa. No puedo entrar en negación del problema. Lo tomo como real, en el momento que desestimemos una amenaza, ese día caeremos. Para mí es real y como tal me inquieta el asunto de sus objetivos. No están claros. Pudiera ser que su objetivo principal sea yo.

—Si eso fuese así ya hubieran atacado el miércoles. El día en que usted, fue al encuentro prematrimonial. Así que usted no es el objetivo principal, ni Áneka, ni Adelaide. Eso me parece.

—¡Si no soy yo, el objetivo es Nannar!

Lidia, asintió.

—Tendría, entonces, sentido realizar alguna acción aquí, en la finca, mientras nosotros estamos en Cabo Francés —subrayó Inanna —intentar, por ejemplo: el secuestro de nuestro amigo y preceptor.

—Y eso también explicaría por qué no han atacado aún. Están esperando la boda, que estemos separados, ocupados, entretenidos o que en la finca no este ninguno de nosotros —expuso Lidia.

—Mejor no lo hubiese expresado yo misma. Ha habido fuga de información, estamos bajo un asedio pasivo. Nos vigilan de la forma más sutil. Tienen una marcada habilidad para ocultar sus intenciones y pensamientos. Hasta ahora han logrado burlar mi discernimiento. Lo poco que sabemos ha sido gracias a los dones de mi sobrina política, Adelaide.

Adrienne Legrand, Obsesión de Sangre y PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora