Extra III

5.6K 266 48
                                    

— ¡Baja de esa maldita escalera en este instante! —El grito de la reconocida voz me sobresaltó

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— ¡Baja de esa maldita escalera en este instante! —El grito de la reconocida voz me sobresaltó. Tuve que sostenerme con todas mis fuerzas a uno de los estantes, ocasionando que un par de libros cayeran al suelo. Grité con agudeza al sentir el balanceo de mi cuerpo.

Mi corazón se detuvo por unos segundos, asimilando la situación.

Continué aferrándome a los estantes, esperando que el movimiento de la escalera se detenga. Cuando eso ocurrió, ignoré las maldiciones soltadas a mis espaldas y mantuve los ojos cerrados mientras contenía la respiración al llevar una mano a mi estómago y lo acariciaba. Liberé la tensión de mi cuerpo al sentir a mi bebé moverse y patearme.

Una sonrisa nació en mi rostro al sentir sus movimientos. Aunque Ryan amaba acariciar mi vientre y sentir las pequeñas patadas de nuestro bebé, también odiaba saber que aquello me causaba un ligero dolor punzante. Siempre me encargaba de asegurarle que era apenas doloroso, sin embargo, él no olvidaría la expresión en mi rostro de la primera vez que sentimos a nuestro bebé moverse.

Ryan me encontró sosteniéndome de la mesa mientras intentaba enderezarme, pero no podía. Por supuesto que él se preocupó, sobre todo porque no estaba llevando un embarazo tranquilo. Tras la primera amenaza de aborto que experimenté, Ryan se negó a dejarme estar fuera de su supervisión, apenas me permitía levantarme de la cama para ir al baño o a la cocina. Incluso se encargaba de conseguirme compañía cuando tenía que ir a entrenar o partidos que jugar.

Su nivel de preocupación era demasiado excesiva, sin embargo, por mucho que a veces me frustraba, comprendía su actuar y el temor que acumulaba en su interior al verme atravesar algunas malas situaciones que este embarazo me provocaba. Afortunadamente, después del quinto mes los dolores disminuyeron y las complicaciones mermaron.

Este bebé era demasiado activo y contaba las semanas para tenerlo en mis brazos. Habíamos decidido no saber si tendríamos una niña o niño, pues queríamos saberlo el día de su nacimiento. Anhelaba conocerlo o conocerla y poder terminar con la inmensa angustia que mi prometido destilaba cada vez que me veía caminar por la casa en busca de algo que hacer.

No dudé de la identidad de la persona que me alejó de la escalera y sostuvo entre sus brazos, aferrándose a mí con mucha desesperación.

—Juro que uno de estos días terminarás matándome —masculla, destilando enojo y miedo al mismo tiempo—. Ni siquiera quiero saber cómo lograste subir a esa maldita escalera. La quemaré.

Ryan dejó caer su frente sobre la mía mientras me colocaba con sumo cuidado sobre el sofá y se arrodillaba par estar a mi altura. Al siguiente segundo, empezó a revisar cada parte de mi cuerpo en busca de inexistentes heridas.

—Estoy bien —le aseguro, admirando la delicadeza de su tacto.

Sin embargo, mi confesión quedó olvidada al notar las marcas rojas en la palma de mi mano debido a la fuerza con la que sostuve el estante. Ryan intentó ocultarlo, pero pude presenciar el enfado en su mirada al ver el tono rojizo de mi piel. Asimismo, lucía muy afligido por unas marcas qué desaparecerían en unos minutos.

Fuera de la Friendzone (Mejores Amigos libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora