En inglés: Friendzone.
En español: Zona de amigos.
En mi idioma: Mi mejor amigo me mira como a su hermanita y jamás de los jamases me verá como algo más.
Muy largo, lo sé.
Autumn siempre ha ocultado sus sentimientos, el miedo de ser rechazada po...
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Observé a Boggi con detenimiento, analizando cada uno de sus movimientos y expresiones. Él parecía haber tenido una lucha con el peine, intentando arreglar su cabello hacia arriba y obteniendo que este se alzara por todos lados, teniendo que sujetarlo de vez en cuanto para que no decaiga. Por un instante observé a Madison versión hombre. Sé muy bien que mi mejor amiga luce como su madre de joven, pero tanto ella como su padre tenían muchos parecidos en cuanto a lo físico. Así que ver a Boggi, quien era una versión más joven y arreglada del padre de Madison, sin duda alguna me recordaba a mi mejor amiga. Salvo que el tenía una pose desinteresada y mirada fría.
No duró demasiado con el cigarrillo en las manos, ya que a los segundos lo lanzó al suelo y pisó, olvidando que se encontraba a las afueras del restaurante y que lanzar basura estaba prohibido.
Miré hacia atrás meditando si seguir mi intuición o creer en las palabras de Boggi sobre Madison dirigiéndose en la dirección contraria a la que yo creía. ¿Cómo sabía que este sujeto decía la verdad? Podía estar jugándome una broma o siendo molesto. Pensé en llamarla, pero probablemente ignoraría a cualquiera que lo hiciera. Seguro se encontraba corriendo hacia su casa o tomando un auto que la lleve lejos.
Ella decía preferir alejarse cuando se sentía dolida, pero sabía que no era así.
Suspiré frustrada, detestando la forma en la que este almuerzo había finalizado. Así que, creyendo en que podía encontrar a Madison decidí seguir mi intuición y tomar el camino que consideraba correcto. Miré a Boggi cruzarse de brazos y alzar la cabeza, arreglándose el cabello con las manos por... bah, había perdido la cuenta de las veces que lo hacía.
Alzó una ceja, esperando mis movimientos.
—Te dije que se fue por el otro lado —pronunció, notando que no seguía sus palabras—. No me crees.
Coloqué todo el peso de mi cuerpo sobre un pie y me giré a mirarlo.
— ¿Debería hacerlo? —repliqué, lo suficientemente fuerte para que pueda escucharme pese al ruido que ocasionaban lo autos al movilizarse.
—No me conoces —espetó, tornándose burlón—. No puedes juzgarme si no me conoces.
—No lo hice —recalqué—, pero no esperes que crea en tus palabras cuando ni siquiera te conozco.
