CAPÍTULO 4

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LENA POV

Aún sigo sin comprender porque hago esta locura, pero ya no hay marcha atrás, está decidido. Le he prometido a mi padre que estaré junto con mi hermano Lex en el convento.

Mi padre es un fiel devoto al catolicismo, mi madre también sigue sus pasos y aunque Lex era el hermano rebelde, logro convencerlo qué se quedara dentro del monasterio por al menos 10 años y no deseredarlo. Yo siempre fui la "consentida" de papá, y era la que siempre obedecía, así que cuando papá me mando a una escuela católica no pude negarme ya qué yo no tenia ni voz ni voto en la familia.

Siempre hacía lo que se me pedía y si trataba de hacer todo lo contrario, me iba mal. Con el cinto me dejaba marcada la espalda, luego venía arrepentido a pedirme perdón y decía que yo era su "princesa".

Pero sabia que no era cierto, sabia que nada de lo que decía era cierto. Porque él me aborrecia por tener algo entre las piernas. No sabia si eso era mi culpa, o si mi familia estaba siendo castigada por Dios. No lo sabia.

Mi madre siempre trataba de darme consolación, y me trataba como una niña normal, pero sabia que no lo hacían por amor, lo hacían por obligación y por no ser mal vistos ante la sociedad y sus amigos.

Nunca imaginé que la persona que creía amarme tanto y con la que me sentía tan bien me quitaría tanto mi inocencia.

Me sentía sola y vacía. Tan solo tenía siete años cuando me sucedió. Amaba tanto a mi tía Rose, pero ahora solo le tengo odio y asco hacia ella.

Lex fue el único que me creyó cuando les dije lo que me había sucedido. Mis padres me tacharon de mentirosa, sin importar que tuviera doce años. Pase cinco años de abuso, hasta que decidí no más callar, pero todo fue en vano.

Rose la supo jugar bien, haciendo que me internaran para no verme y no poder sentir culpa. Ganó una vez más, mientras yo continúo estancada, sumergida en este oscuro y profundo pozo.

En mi adolescencia, me rebelé y tracé planes para escapar, pero siempre terminaba en el mismo lugar. Finalmente, me trasladaron al convento dirigido por mi hermano Lex, y prometí a mi padre que ya no intentaría huir.

Cuando pensé que había encontrado amigas en el monasterio, otra vez fue una desilusión. Descubrieron mi condición y decidieron alejarse, incluso intentaron expulsarme. Sin embargo, el poder económico de mi familia influyó para que me permitieran quedarme.

Nunca he tenido verdaderas amigas, y me encuentro sola en este mundo, sin nadie con quien compartir mis pensamientos. Lex tiene sus propios asuntos y no puedo contarle todo.

Mi único lugar seguro son los libros. En las que mi imaginación es libre de pensar lo que sea. Recuerdo que entraba a la biblioteca y me pasaba horas ahí dentro.

Lex me ha regalado algunos. Y los conservo en mi habitación. Se las arreglaron para darme una habitación propia sin compartirla con otras hermanas. Aunque no les quedaba otra opción, nadie querrá compartirlo conmigo.

...

Siento que en mí, viven dos personalidades, una que todos perciben como fría y perfecta, y la otra que alberga oscuros deseos, aunque no tan intensos; es simplemente la expresión auténtica de mis anhelos carnales, en la que dejó dominar a mi alma. Dónde puedo ejercer control sobre mi sumisa, pero también albergo el temor de causar daño, ya sea físico o emocional.

Por otra parte, nunca había tenido sexo. Uno en donde pudiera disfrutarlo genuinamente, a diferencia de los traumáticos abusos de mi tía.

Conozco que es considerado un pecado antes del matrimonio, pero la carne es débil. Y me encantaría haber probado antes de entrar aquí para siempre. Me he brindado placer a mí misma, sin embargo, las noches se transforman en pesadillas, con la figura inquietante de Rose. Al despertar con sobresalto, juré no repetirlo, pero al final vuelvo a caer, atrapada en un ciclo del cual no puedo escapar.

Lex también me proporcionaba algunas revistas para adultos, las cuales guardo con cautela por si alguien llegara a descubrirlas. He leído acerca de BDSM, he visto videos XXX, se sobre juguetes sexuales, técnicas con cuerdas y diversas posiciones sexuales. Conozco muy bien aquello, pero no lo he puesto en práctica.

Reconozco que lo que hago no agrada a Dios, sé que Él detesta el pecado, pero a pesar de ello, me ama. Su amor abarca al mundo tal y como es, aunque no aprueba el pecado en sí mismo.

Al principio, me resultaba difícil adaptarme a este entorno, donde no podía ser yo. Sin embargo, con el tiempo, he aprendido a acostumbrarme, quizás porque la soledad siempre ha sido mi compañera fiel. En este lugar, donde la autenticidad se ve limitada, he encontrado mi manera de sobrellevarlo, forjando un vínculo peculiar con la soledad que me rodea.

Lujuria - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora