CAPITULO 11

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LENA POV

Las semanas han pasado, continúo colaborando con la Hermana Zor-El. Todavía no sé cuál es la opinión de la Madre Moira sobre quitarme este castigo. A diario intento evitarla; siento que he pasado demasiado tiempo con ella, y solo llevamos tres semanas trabajando juntas. Reconozco que hemos tenido nuestras discusiones, algunas de las cuales han sido notadas por otras Hermanas que saben que no nos llevamos bien.

No deseo tenerla cerca, ya que siento que no puedo controlarme cuando estoy con ella. Recuerdo que hace tres semanas vino a verme, y al abrir la puerta, estuvo a punto de caerse. La atrapé, sintiendo la firmeza de sus manos mientras la sostenía. Observé su rostro, sus ojos azules brillaban, pero mi atención se desvió hacia sus labios, que eran de un tono rosado y seguramente suaves. La calidez de su respiración cerca de mi boca tensó todo mi cuerpo.

En estos últimos días que paso con ella, le he rogado a Dios que la aleje de mí. No puedo permitir que se acerque cada vez más, pues desconozco sus verdaderas intenciones, aunque dudo que sean maliciosas. Ella es un alma pura, y no quiero corromperla con mis pensamientos oscuros. Cada vez que se interpone en mi camino, cada vez que la siento demasiado cerca, tengo la impresión de convertirme en otra persona, en alguien oscuro y perverso. Esta es la razón por la que evito tenerla cerca; temo que en cualquier momento perderé la compostura y comenzaré a pecar, sin la posibilidad de detenerme.

La verdadera cuestión radica en si ella también desea eso, si busca mi perversidad de la misma manera que yo intento evitarla. No estoy segura de cómo manejar esta situación, pero sé que debo mantenerme alejada de ella antes de que algo irremediable suceda.

Alguien toca mi puerta y puedo asegurar que es ella. No quiero abrir, no quiero hacerlo. Pero si no lo hago, estará insistiendo hasta que acceda, y si no, irá con la Madre Moira a quejarse. Abro la puerta y allí está ella.

—Hola —me saluda.

—¿Qué pasa? —pregunto con cierta frialdad.

—Tenemos que ir al huerto por tomates, ¿recuerdas?

La miro un momento, tratando de contener la tensión que siempre fluye entre nosotras. Asiento con la cabeza y salgo de mi habitación para seguirla al huerto. Cada encuentro con ella es una batalla interna con mi deseo de mantenerla lejos. Pero, por ahora, solo nos queda cumplir con nuestras obligaciones en el convento.

Se me olvidaba mencionar el castigo de la Madre Moira. Nos descubrió peleándonos en la oficina Pastoral, todo porque no dejé que la Hermana Zor-El me ayudara en mi trabajo. Así que nos impuso la tarea de recoger todos los tomates que faltan por cosechar en el huerto.

Accedo a cumplir con el castigo y voy con ella. Caminamos en silencio hasta llegar al huerto. Tomamos unos canastos que estaban en el suelo, y me dispongo a recoger en un lado mientras ella lo hace en otro. La tensión entre nosotras es palpable, pero nos sumergimos en la tarea encomendada, tratando de evitar cualquier confrontación.

Estuvimos recogiendo por unos minutos, hasta que la vi descansando bajo un árbol de limón. Aunque tuve la tentación de acercarme, decidí dejarla en paz. Después de unos dos o tres minutos, apareció la Hermana Danvers llevando una jarra de limonada y se la entregó a la Hermana Zor-El. Me quedé observando la escena desde mi lugar, preguntándome qué estarían hablando.

Seguí con mi trabajo hasta que noté una sombra detrás de mí. Al darme la vuelta, me encontré con ella sosteniéndome un vaso de limonada.

—Toma —me ofreció con una sonrisa.

Agradecí y acepté el vaso. Después de ese breve descanso, retomamos nuestras tareas. En un momento de concentración, perdí de vista a la Hermana Zor-El. Decidí buscarla y me dirigí hacia el río, donde la vi sentada en una piedra. Me acerqué y rompí el silencio.

Lujuria - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora