CAPÍTULO 9

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LENA POV

Estaba muy molesta por la discusión con la Hermana Zor-El. No pensé que alguien tan linda y perfecta pudiera decirme esas palabras. (Esperen... acabo de decir linda y perfecta?). Miento si digo que no me dolió. Sé que fui muy dura con ella, y tendría razón en molestarse y gritarme. Estaba sorprendida por lo que hizo, pero más sorprendida estuve cuando llegó a disculparse.

No esperaba su repentina llegada. Jamás pensé que pediría disculpas. Creí que lo olvidaría y seguiríamos como si nada, pero ella estaba empeñada en seguir hablándome, y llevarse bien conmigo.

Pero, si me preguntan qué fue lo que más me desconcertó, fue que al final se haya despedido de mí con un beso. Sé que fue cordial, al menos eso quiero pensar. No esperaba ese gesto de ella. Hizo que algo en mi interior se agitara. Su acción me dejó perpleja; no sabía cómo reaccionar. Me tomó completamente por sorpresa. Era algo que jamás me había sucedido y que nunca imaginé que me pasaría, y mucho menos con la persona que me desagrada.

Después de que salió, me quedé parada un buen rato sin reaccionar. Me metí en la cama y esperé hasta quedarme dormida. Mañana sería un día largo, especialmente estando con Zor-El.

Vi a lo lejos cómo venía felizmente alegre, me daba ganas de vomitar tanta felicidad que irradiaba. O tal vez era envidia de que ella estuviera bien con la vida y no yo.

Ella tuvo una vida privilegiada. No sufrió los abusos que yo sufrí, la violencia física de mi padre, el abuso sexual de Rose, el rechazo social. A veces me preguntaba, ¿Pará qué necesitaba tanto dinero si no podía ser feliz? Sino podía disfrutar plenamente de mi infancia.

―Buen día, Hermana Luthor ―dijo con alegría.

―Buen día ―respondí de manera seca.

La madre Moira apareció a un lado de nosotras.

―Buen día, Hermanas.

―Buenos días, Madre. ―respondió la Hermana Zor-El

―Veo que ya están juntas, espero que durante el transcurso del día no cause problemas, Hermana Lena.

―No lo haré si no me sacan de mis casillas ―respondí y le di una mirada a Zor-El.

―Bueno, es muy temprano para discutir. Hoy tendrán una tarea. Tendrán que ayudar con las demás cocineras para la comida de hoy, no es algo muy difícil.

―Estaría encantada, Madre.

―No dude en entregarme el reporte si llega a ocurrir algo, Hermana Zor-El.

―Cuente con eso, Madre.

Me dio una última mirada antes de irse.

―Sera divertido cocinar ―dijo tan emocionada.

―Síri divirtídi cicinir ―dije burlándome.

Salí de ahí, y ella venía siguiéndome los pasos. Entré a la cocina, y algunas se sorprendieron al verme. Zor-El les dijo que la Madre nos había encargado en la cocina. Algunas Hermanas me saludaron y me asignaron una tarea. Éramos seis Hermanas en la cocina. Nos repartimos la tarea en cada una, y a mí me asignaron hacer una salsa. Me dijeron que la Hermana Victoria me ayudaría, pero al final, lo estaba haciendo sola. No quería acercarse a mí, aún siguen pensando que soy un monstruo. Zor-El se dio cuenta de que estaba sola y se ofreció a ayudarme

―Puedo hacerlo sola ―le dije―. No soy tan inútil.

―No dije que lo fueras, ni tampoco que no pudieras hacerlo―me dijo con una sonrisa―. Y no lo eres, nunca serás una inútil.

No respondí ante aquello. La trato mal, pero aún así sigue siendo amable conmigo.

―Déjame ayudarte.

Le di los tomates para que los licuara, mientras yo cortaba cebolla en otro lado. No sabía cómo hacerlo. En casa, lo hacía la servidumbre; estaba acostumbrada a que lo hicieran por mí. Así que cortaba la cebolla torpemente. Escuché que algunas se burlaron de mí. No soy sorda ni tonta.

Me distraje con sus murmullos, y no me di cuenta cuando di mal un corte y me corté el dedo. Empezó a brotar sangre, y con un pañuelo que estaba ahí, lo envolví. Salí de ahí para ir a la enfermería, pero antes escuché que alguien dijo "Ni para cortar cebollas sirve". Aquel comentario me hizo sentir furiosa, pero tenía razón, no servía ni para eso.

Antes de entrar a la enfermería, me di cuenta de que estaba la Madre Moira ahí dentro, así que me di media vuelta y me fui. Pero al darme la vuelta, choqué contra Zor-El

―¿A dónde vas? ―preguntó―. La enfermería está detrás de ti.

―Hazte a un lado, Zor-El.

―No, te llevaré para que te revisen ―iba a tomarme del brazo, pero la esquivé.

―No te lo repetiré otra vez, quítate de mi camino.

―Yo tampoco, ¿quieres que le diga a la Madre...?

―Escucha, ella está ahí adentro, y no quiero que me vea así, ¿de acuerdo?

― ¿Qué? ¿Por qué no?

―¿Quieres que también me diga que soy una inútil por no poder cortar una cebolla?.

Me miró con extrañeza, pero no dijo nada. Me fui de allí, dejándola atrás. Entré a mi habitación y fui al baño a ver la herida. No dejaba de sangrar. El pañuelo estaba completamente teñido de rojo.

Escuché golpes en la puerta, pero los ignoré, estaba pensando en qué hacer con mi dedo. No escuché cuando la puerta se abrió, y de repente Zor-El ya estaba a un lado mío, se agachó a mi altura y vio mi dedo.

―Déjame ayudarte, ¿quieres?

No protesté, simplemente tomó mi mano y vio mi herida.

Observo mi dedo por unos segundos ―Es una herida como de tres centímetros, no es mucho el corte, tampoco es tan profundo. Si mantienes tu mano hacia arriba, dejará de sangrar en unos minutos y podré vendarte el dedo.

―¿Tienes un botiquín de primeros auxilios? ―me preguntó.

―Sí, están aquí. ―dije señalando el espejo. ―Están detrás de ese espejo.

Abrió la pequeña cerradura del espejo y buscó el botiquín, lo tomó. Me limpió un poco la herida con agua y algunos suministros. La verdad, no estaba prestando atención a lo que me estaba haciendo. Me perdí en su delicadeza al tomar mi mano, era tan suave para no causar más daño. La observé, y tenía una sencillez para hacerlo con calma.

—¿Dónde aprendió esto? —pregunté.

—Una vez mi padre me metió a un curso de primeros auxilios. Me dijo que un día me serviría, y creo que le ha atinado —me respondió con tranquilidad.

—Debería darle las gracias.

—Lo aprecio mucho viniendo de usted.

Vendó mi dedo con una pequeña gasa y lo envolvió con una cinta especial.

—Gracias.

—De nada.

―Hermana Luthor, sabe que puede confiar en mí, ¿de acuerdo? —me dijo de la nada.

―No lo sé, nunca he confiado en nadie.

―Pero ahora tiene a una amiga aquí.

―No eres mi amiga.

―Pero yo sé que sí, por ahora no quiere aceptarlo, pero le aseguro que en un futuro no tan lejano lo aceptará.

―Hermana Zor-El, no quiero una amistad, la he tratado muy mal y aún se empeña en llevarse bien conmigo. No debería ni hablarme. Debería alejarse como las demás Hermanas.

―Pero no lo he hecho y no quiero hacerlo. Dios quiere que estemos todas unidas como una comunidad.

Y efectivamente, ella amaba estar aquí, ella amaba a Dios, por eso se empeñaba en llevarse bien conmigo. Porque sabe que Dios es amor, y en ella no hay otra cosa que no sea amor y comprensión, ella era una alma pura que no debía ser corrompida.

Lujuria - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora