Cassandra
Sólo rezo porque cuando salga de mi habitación Nate no esté.
Pero es en vano. ¿Por qué narices no le quite las llaves?
Porque le sigues necesitando.
Él deja de respirar en cuanto me ve salir. Siempre me mira así cuando salgo de mi cuarto, y no lo entiendo. Estoy despeinada, con ojeras, los párpados caídos y la piel llena de saliva seca.
Pero él me mira como si pareciera una flor en mitad de un pantano.
–Hola. –dice.
No le saludo. Le dije que no viniera y ha venido.
Está colocando platos en el lavavajillas.
los platos que yo amontone ayer para lavar hoy.
¿Por qué me lo ponía tan difícil?
Cameron desayunaba en la encimera, enfrente de él.
Voy directamente a la mesa circular que habíamos puesto en una esquina.
Abro mi portátil y busco la universidad de Nueva York. Sólo lo hacía para fingir que hacía algo, pero un letrero me hizo olvidarlo.
"aceptamos nuevos alumnos a partir de febrero. ¡Manda tu solicitud!"
Cerré el portátil en cuanto vi a Nate acercarse.
–Cassie. –se sentó en la silla del frente. –Oye. No tienes por qué hablarme, sólo deja que te ayude.
–¿Qué has hecho ahora?
–¿Qué?
–Has hecho algo. Dime el que.
Él se resigna, sacudiendo un poco la cabeza.
–He traído decoración para el jardín. –susurra.
Me tapo la cara con las manos.
–Nate...
–No digas nada. Sólo ayúdame a montar todo.
Me levanto y abro la puerta, directa a mi jardín.
Hay tres cajas, enormes. Encarnó las cejas.
–¿Qué has comprado?
Nate levanta los hombros. Conque no me lo iba a decir.
–Está bien. Vamos. –dije de mala gana.
Nate me invita a salir al patio, donde ha dejado las tres cajas. Leo las etiquetas; una hamaca, unos columpios y una mesa de roble redonda.
–Nate. –le llamo.
Él está ocupado abriendo la primera caja. Levanta la mirada.
–¿Cuánto te ha costado esto?
–No creas que te lo voy a decir.
–Nate.
–Cassie. Deja de preocuparte por todo y ayúdame a montarlo.
–Voy a pagarte en cuanto acabemos.
–Y yo a rechazar tu dinero. Vamos.
Me paso un cutter y le ayudé a abrir las cajas.
–¿Por qué empezamos? –me preguntó él.
–Por coger las herramientas.
Nate miró a su alrededor y vio que se le habían olvidado.
Sonreí un poco.
Baje al desván de la cabaña, donde recordé haber visto un maletín de herramientas la semana pasada. Y ahí estaba.
–Vale, tu sujeta esto y yo...–comenzó Nate.
–¿Crees que puedo salvar el mundo y no montar un mueble? –le pregunto.
Él sonríe de lado.
–Yo montaré los columpios.
–¿Dónde los pondrías?
–Ahí. –señalé el final del jardín, el lado que más se aproximaba al bosque. –Y la mesa enfrente, un poco más en diagonal para que los columpios no la golpeen...
–Ya has hecho esto, ¿verdad?
Pare mi mirada sobre él.
–En el hotel siempre ayudaba con los decorados.
Echaba mucho de menos el hotel y a cada integrante de él.
★
Después de un par de horas conseguimos montar las tres cosas.
Cameron esperaba desde el columpio todo el tiempo mientras montamos la mesa y la hamaca.
Se había hecho la hora de la comida y Nate no había cocinado nada.
–Puedo pedir unas pizzas. –propuse.
–No podemos pedir nada, Cassie.
Claro. Mi oculta y confidencial identidad, que me impedía salir en un radio de veinte metros de mi casa.
Hasta encargue mi casa a un nombre falso.
–¿Cassie?
–¿Sí?
–Voy a dejar las herramientas.
–Deja, ya voy yo.
–¿Segura?
–No creo que haya monstruos en el desván.
Cargue con el maletín por las estrechas escaleras que llevaban al desván. La casa estaba completamente vacía, excepto el desván. Era lo único que conservaba cosas de sus antiguos dueños.
Deje el maletín apoyado contra la pared, alrededor de las mil cajas.
Cuando fui a salir me tropecé con una.
Esa era diferente. Era más grande, más desgastada, más polvorienta.
Unos papeles cayeron de ella y no pude evitar la tentación de mirarlos, pero no eran papeles. Eran periódicos. Del año 2001.
El titular me dio un vuelco al corazón.
"Kenneth y Virginia Miller, escapan de la cárcel".
Las caras de mis padres aparecían en las imágenes.
Eran ellos. Eran papá y mamá.
No podía ser.
Los rizos negros de mamá y los ojos azules de papá eran inconfundibles.
Corrí escaleras arriba y busqué a Nate. Agradecí que Cameron siguiera en los columpios, demasiado lejos como para oírnos.
–¡Nate!
–¿Qué pasa?
Le tendí el periódico. Su rostro tardó unos segundos en asustarse.
–Cassie...esto es...
–Nate, no puedo evitar más esto. Voy a investigar la historia de mis padres.
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Todo lo que nunca te dije| segundo libro
Teen Fiction"Sabes que me quedaré. Sólo preguntas para poder oírlo, porque no crees que nadie se vaya a quedar a tu lado. Pero escuchame, Cassandra. Yo siempre me quedaré a tu lado." La vida no es justa, y Cassandra lo sabe de sobra. Tras la última misión y tod...