CAPÍTULO 36

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Nate

Hoy, ocho de enero, era mi cumpleaños.

Cuando salí de la cama, me encontré a Cassie en el salón, colocando unos globos en lo alto del techo.

Sonreí al ver como no se percataba de mi presencia.

Cuando bajó de las escaleras a las que se había subido para pegar esos verdes globos, ahogó un grito al ver que la miraba desde su habitación.

–¿Por qué narices madrugas tanto? –me reprochó.

–¿Por qué lo has hecho tú? –sonreí, pícaramente.

–Ya lo sabes.

–No. –negué con la cabeza, haciéndome el loco.

Ella puso los ojos en blanco antes de correr hasta mi, y plantarme un beso.

–¡Felicidades! –me abrazó.

De haber tenido la boca abierta me habría tragado su pelo, pero me es inevitable echarme a reír.

Se queda abrazada a mí y puedo hacerme una idea de por qué. Ha tenido una mala semana y la pobre no da a basto. Pensaba que después de tanto dolor, podría pasar página y empezar de cero, pero el pasado la ha golpeado cuando menos lo esperaba y ahora debe vivir con la herida.

–Tengo un regalo para ti. –dice cuando se separa de mí.

Me hago el sorprendido, pero con lo detallista que es, ya me lo esperaba.

Me entrega un sobre y algo con forma rectangular, envuelto con un papel verde.

–Te tomaste muy enserio lo del verde. –le digo, divertido.

Ella se encoge de hombros antes de reírse.

–¿Qué tengo que abrir primero? –le pido su recomendación.

–Se suele empezar por lo más pequeño. –opina ella.

Así que abro el sobre, con cuidado para no romperlo. Dentro hay dos entradas para lo que parece una peli.

"Harry Potter y la cámara de los secretos"

Sonrió. Se que a ella le encanta esa peli.

–No sabía si te gustaba Harry Potter, pero a mi me encanta, y he reservado una sala de cine solo para los dos y...

Intentaba justificarse. Solía hacerlo cuando pensaba que algo no le podía gustar a la otra persona. Hablaba muy rápido, y automáticamente, para que no me diera tiempo a pensar en otra cosa que no fuera su discurso.

–Me encanta Harry Potter. –la interrumpo.

A ella se le forma una nueva sonrisa.

–¿En serio? –pregunta, asombrada.

–¿A quién no?

Ya parece más relajada. Me otorgo el mérito a mi mismo.

Abre la boca para decir algo, pero yo lo hago en su lugar.

–Soy de Slytherin, antes de que preguntes.

Abre tanto la boca que parece que su mandíbula se vaya a descolgar.

–¡No! –no se lo cree.

–Supuse que tu también cuando te conocí. –le explico.

Un brillo brota de sus ojos.

Vuelvo a mirar las entradas para evitar reírme más.

–¿Y por qué has escogido la más larga? –le echó en cara con una sonrisa.

Todo lo que nunca te dije| segundo libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora